Clarín

Le puso “Diego Armando” a su hijo, y ambos fueron a despedir al 10

- Rocío Magnani rmagnani@clarin.com

Lo que había pensado hacer era llorar y eso hace. El hombre con la camiseta de Boca se desarma enfrente del cajón de Maradona. Se atraganta con los espasmos de tristeza y toma aire agitado. Su hijo Diego Armando lo acompaña de cerca, pero el momento de estar frente al féretro es individual. Y la soledad es enorme. A unos metros, está la familia del ídolo y allegados. Más allá, las cámaras de televisión y los periodista­s. Detrás, la fila de quienes lo van a despedir, que sigue por cuadras. Y, sin embargo, por un momento, lo único que resuena bajo los techos altos de la Rosada es el llanto de un albañil del Conurbano que por primera vez puede acercarse a la Mano de Dios.

“El sueño de mi vida era partirle la boca de un beso. Me lo prometí de joven. Nunca, pero nunca, pensé que ese día iba a ser con Diego ya muerto”, dice.

Juan Jorgensen tiene 40 años y el camino a la despedida comenzó al salir el sol, cerca de las 5. Padre e hijo viven en Rincón de Milberg, Tigre, y tardaron dos horas arriba de los colectivos 60 y 152.

“¿Qué era para vos Maradona?”, le pregunta este diario. “Lo quiero tanto a Maradona que le puse su nombre a mi primer hijo. Es más, le dije a mi señora que no me hacía cargo de él si no me dejaba llamarlo así”, explica.

Su hijo Diego Armando nació en 2000. Ese año, 198 bebés fueron inscriptos con ese nombre. Los picos habían sido en 1981 (1.703 personas), año en que Boca salió campeón con Maradona, y 1986 (1.501 personas), en coincidenc­ia con el Mundial de Fútbol en México. No era un nombre popular. En 1960, cuando nacía el ídolo, sólo siete bebés fueron llamados así.

“Es demasiado llevar este nombre, tenés una responsabi­lidad cuando te llamás como él y sinceramen­te soy malísimo con la pelota”, dice el joven de 20 años, que aclara que en el arco se defiende. “Fútbol 24x7, me llevaban de chico a jugar y ahora sigo con los pibes del barrio, que alquilamos cancha, y no me pierdo un solo partido de Boca y me vi todos los del Diego”, asegura.

Sobre Avenida de Mayo, un hombre abre las puertas de su auto y transmite a todo volumen el relato de Víctor Hugo del segundo gol a Inglaterra. La gente aplaude y corea el “ta-tata-ta-ta-ta, barrilete cósmico” con la vista empañada. “A mí lo que más me flashea es la gambeta desde atrás de mitad de cancha. Es la gambeta que me trae loco. Es inigualabl­e. Único”, define Diego Armando Jorgensen.

El primer recuerdo que tiene de haber visto a Maradona es de en 2010, cuando era DT de la Selección, haciendo “patito”; y el abrazo “infinito” con Estela de Carlotto, la abuela de Plaza de Mayo. Juan interviene: “Cuando mi hijo crecía, el veía de Maradona lo peor, todos los quilombos, y yo le decía que no era por eso que llevaba su nombre sino sólo por lo futbolísti­co”.

De camino de salida de la Rosada, Juan llora sin pausa por Diagonal Norte: “Le cumplí y me cumplí la promesa que me hice de chico. Estoy feliz de estar con mi hijo acá. Mi pésame a su familia. Ojalá sean más unidos ahora. El país perdió su voz, a su ídolo. En su locura era el más coherente e inculcaba valores de verdad. Nunca se olvidó de los humildes como nosotros”.

Padre e hijo se van. “Nos duelen el pecho, el corazón y el alma”, se despide el hombre de 40 años.w

 ?? LUCIANO THIEBERGER ?? Fidelidad. Diego y Juan, ayer, en la despedida.
LUCIANO THIEBERGER Fidelidad. Diego y Juan, ayer, en la despedida.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina