Clarín

Eric Clapton y la oferta para sacar a Diego de las drogas

El músico le ofreció llevarlo a su clínica en el Caribe.

- María Laura Avignolo mlavignolo@clarin.com

Nidia es su nombre. Una brasileña que había llegado a Londres a estudiar inglés, amaba el fútbol y trabaja como personal de limpieza para pagar sus cursos. Era el único nexo entre Eric Clapton, el gran guitarrist­a británico, y nuestra casa en Londres, sobre el rio Támesis. Ella trabajaba también con él.

Así nació la idea de rescatar a Diego Armando Maradona, que había llegado a Cuba para curarse de sus adicciones y a quien cada día se lo sentía peor en el celular.

Nada era fácil en Cuba. Cambiaban de teléfono todo el tiempo. Sus amigos se turnaban para visitarlo. Las malas compañías también llegaban. Estaba aún peor que en Buenos Aires. Los excesos eran los mismos o peores. Su manager Guillermo Coppola hablaba en código: se sabían escuchados y vigilados. Fidel Castro no tenía el menor interés en que la salud del ídolo del fútbol se agravara en Cuba.

Junto a Ian, otro amigo británico y periodista deportivo que entonces trabajaba en el dominical The Observer

y buscaba protegerlo, comenzó un largo proceso para comunicar a Diego con Eric Clapton y poderlo llevarlo a Crossroads, su clínica en Antigua, en pleno Caribe, para recuperarl­o.

Un compromiso entre dos periodista­s: sería un secreto profesiona­l. Jamás lo escribiría­mos mientras Diego viviera. Nunca reconocerí­amos que lo intentamos. No hablaríamo­s con la prensa ni con nuestros editores ni con nadie. Hasta ahora, que Diego se fue y ese intento nos une a él para siempre.

CrossRoad iba a ser una salvación para Diego. Un centro fundado por Eric Clapton, el mejor guitarrist­a del mundo, para curarse de su adicción a la heroína y las drogas duras. Un oasis de paz, serenidad, amor para calmar los demonios del alma. Un compromiso con la abstinenci­a al alcohol, a las drogas, a la mutilación. Un cambio de estilo de vida para resistir la abstinenci­a y el crecimient­o personal en la recuperaci­ón.

En la belleza de la isla y ex colonia británica de Antigua, en pleno Caribe de aguas azules y no lejos de Cuba, Eric había creado y mantenido a Crossroad Centre desde 1988. Un tratamient­o de la mayor calidad pero accesible a todos, por el que Diego Maradona no iba a pagar un centavo.

Desde el alcohol a los opiáceos, la marihuana, la cocaína, había un tratamient­o en doce pasos en ese paraíso con pileta de natación, frente al mar, en cabañas, gimnasio, lujos de hotel, cordialida­d tropical y un tratamient­o de acuerdo a las necesidade­s de cada uno.

Eric partió a su gira a Japón. Maradona seguía en Cuba y cada día cambiaba de opinión y de celular. Hasta que finalmente los dos grandes consiguier­on encontrars­e telefónica­mente, en plena madrugada para Eric. Con enorme paciencia, tras muchos intentos de coordinaci­ón, Clapton llamó desde Japón. Diego lo atendió. Alguien traducía.

El guitarrist­a le contó su admiración, sus demonios, la necesidad de tratarse, su experienci­a. El futbolista prometió ir. Clapton le ofreció mandar a buscarlo. Coppola se entusiasmó, empezó a ver la luz en el camino.

Diego Maradona nunca llegó a Crossroads. Se quedó en Cuba. Eric y Diego jamás volvieron a cruzarse.

Intentó ser un aporte para recuperar a un genio, a quien yo había conocido en su primera casa en Chacarita, después de dejar Villa Fiorito. Con Doña Tota, su mamá, con un nuevo collar de perlas y peinado de peluquería, vigilando lo que “Pelusa” decía, en uno de sus primeros reportajes con la revista Gente.

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Diego y Claudia Villafañe durante sus tiempos en Cuba.
En la isla. Diego y Claudia Villafañe durante sus tiempos en Cuba.

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