Clarín

Ningún otro futbolista pudo inspirar tanta devoción

- The New York Times Rory Smith

En su momento de despedida, no buscó la absolución. En cambio, todo lo que pidió fue que el deporte que había amado, y que lo había adorado, el juego que dominó e iluminó y que elevó al nivel de un arte, no se viera empañado por todo lo que hizo.

La última línea de su discurso de ese día, que fue la última vez que honró a La Bombonera, la casa de Boca Juniors, el club que lo tenía en el corazón, se convirtió en un aforismo argentino. “La pelota no se mancha”, le dijo a la multitud que lo adoraba.

Ciertament­e es posible que Diego Armando Maradona, quien murió el miércoles a los 60 años, fuera el mejor futbolista que jamás haya respirado, aunque ese es un tema de debate candente e inquebrant­able. Menos polémica es la idea de que ningún otro jugador haya inspirado jamás una devoción tan feroz.

Hay algo parecido a un culto en su nombre en Nápoles, la olvidada ciudad portuaria que se transformó en el centro del universo del fútbol durante los gloriosos años de la cima de su carrera. El alcalde de la ciudad sugirió el miércoles que el estadio que alberga a su antiguo club, el Nápoles, debería cambiarse de nombre en su honor. Ese privilegio recae actualment­e en San Paolo.

En Argentina, la patria de Maradona, que declaró tres días de duelo nacional luego del anuncio de su fallecimie­nto, hace tiempo que hay una iglesia en su honor. Para muchos, Maradona fue una experienci­a cuasirreli­giosa.

No era un icono sencillo. Durante décadas luchó con la adicción a las drogas. Fue expulsado de una Copa del Mundo en desgracia después de dar positivo por sustancias que mejoran el rendimient­o. Los problemas de salud lo acosaban, eran el testimonio de una vida de excesos. Maradona nunca se rehusó a reconocer que había cometido errores, incluso cuando no pudo dejar de cometerlos. El mundo del fútbol se tambaleó con la noticia de su muerte y la tendencia -comprensib­le, sincera, ineludible. Fueron los elogios de figuras como Lionel Messi (quien dijo que era “eterno”), Cristiano Ronaldo (lo calificó como “un genio”) y Pelé (que lo definió como “una leyenda”), que evitaron hablar sobre sus defectos y debilidade­s, intentando borrar sus demonios como una demostraci­ón de respeto, y afecto.

Sin embargo, el hecho de no mencionar esos problemas no limpia la historia de Maradona. Es un legado retorcido. Esas luchas no lo mejoraron como jugador. En cambio, le impidieron lograr todo lo que podría haber hecho y, eventualme­nte, acortaron su carrera.

Pero si esos defectos disminuyer­on lo que era Maradona, pulieron lo que representa­ba para quienes lo miraban, y lo adoraban. Que esa belleza pudiera surgir de tal tumulto hizo que se convirtier­a en algo más; le dio una resonancia que se extendió más allá incluso de sus enormes capacidade­s. Su oscuridad agudizó los contornos de su luz.

Maradona era el ideal platónico de un pibe, todo virtuoso y lleno de astucia impetuosa. Capturó el espíritu que Borocotó inmortaliz­ó más que cualquier otro jugador, más de lo que nadie habría creído posible. Todas esas icónicas imágenes de Maradona son monumentos al espíritu del pibe: saltando por encima de Peter Shilton, el portero de Inglaterra, para marcar el gol que, en broma, decía que fue hecho por la “mano de Dios” --con esa “risa picaresca” que cumplía a la perfección con la descripció­n de Borocotó en El Gráfico-;bailando, un par de minutos después, a toda la selección inglesa para marcar “el gol del siglo”, o cuando enfrentó con el balón a varios jugadores de la selección belga, que lo miraban con el miedo pintado en sus rostros. Por muy alto que volara, Maradona nunca se apartó de sus raíces; era un pibe cuando surgió por primera vez, seguía siéndolo cuando impulsó, casi solo, a la Selección Argentina ala glora mundial. ■

Nadie jugó ni jugará a la pelota como él. Verlo jugar fue increíblem­ente hermoso. Gracias, Diego”.

JUAN ROMÁN RIQUELME

Un día erré un penal. Diego me llamó por teléfono para darme ánimo. Y siempre recordé esa actitud de confianza conmigo”. MARCELO GALLARDO

Como amante del fútbol siempre estaré agradecido con Maradona porque fue el hombre que nos regaló alegrías, placer y compromiso”.

PEP GUARDIOLA

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