Fascinación, sorpresa y comicidad: cómo leer a Aurora Venturini
Ganó lectores después de los 80 años y ahora vuelven a editar su obra, incluyendo la novela inédita “Las amigas”.
Monstruosa y genial, de una comicidad desopilante: leer a Aurora Venturini es enfrentarse a una originalidad que por momentos desconcierta. La de su narradora es una voz que se debate entre la inteligencia salvaje y la idiotez, en esa ambigüedad reside la genialidad de su estilo.
Venturini (1921-2015) escribía con el impulso de quien no puede guardarse lo que tiene para decir: un estilo único, que prescinde hasta donde es posible de la puntuación -la cansaba, decía- y enfrenta al lector a una experiencia estética que termina siendo eficaz y sin embargo se parece al absurdo.
Novelista, cuentista, poeta y traductora, descubierta a sus 85 años por los lectores argentinos, Venturini tuvo una vida de amistades extraordinarias: fue íntima de Eva Perón, con quien trabajó como asesora en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, y compartió noches de Bohemia con Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus y Eugéne Ionesco, entre otros, tras exiliarse en París, después del golpe del 55. En 1948, a sus 26 años, había recibido de manos de Jorge Luis Borges el Premio Iniciación, por su poemario El solitario.
También tradujo y escribió trabajos críticos sobre poetas como Isidore Ducasse, Conde de Lautréamont, François Villon y Arthur Rimbaud; trabajos por los cuales recibió la condecoración de la Cruz de Hierro otorgada por el gobierno francés. En 2010, Las primas fue elegido como el mejor libro en español editado en España.
Ahora, Tusquets recupera su obra fundamental con la publicación de Las amigas, hasta el momento inédita, y de otras de sus mejores obras: Las primas
-con la que resultó ganadora en 2007 de un premio de Novela de Página/12 que la volvió conocida en su país- y otras, como El marido de mi madrastra; Nosotros, los Caserta Los rieles, Eva Alfa y Omega y Cuentos secretos.
Las primas y Las amigas llegan prologadas por Liliana Viola y Mariana Enriquez respectivamente, ambas integrantes del jurado que la premió en su momento en el concurso de novela, tras superar esa primera impresión de extrañeza que provoca su escritura, “entre la fascinación y el desconcierto”, dirá Enriquez. Una oportunidad de descubrir a una autora que no se parece a nada.
Al otro día de ganar aquel premio, le ofreció a Viola, que le había dado la buena nueva por teléfono, regalarle el dinero recibido. Como ella no aceptó, le propuso que se convirtiera entonces en su agente literaria. Y cuando se topó con una segunda negativa, se apareció con un testamento en el que le legaba su obra, “porque ese llamado que me hiciste es lo que había esperado toda mi vida”, según dijo. Y también: “No podés decir que no porque te estoy agradeciendo”.
Para entonces, Venturini tenía más
de ochenta años, “una edad de la que se esperan muy pocas cosas, aunque todas espectaculares: muerte súbita, demencia senil o una franqueza extrema que, según su capacidad de daño, se aplaude como sabiduría o extravagancia”, define Viola.
A fines de 2009, Venturini comienza a trabajar en Las amigas: entonces Yuna Riglos, que en su primera novela es una joven que roza la minusvalía y vive entre mujeres siempre un poco monstruosas o deformes -la madre, una hermana discapacitada, unas tías
y una prima que aborta- reaparece a sus casi 80 años en otra graciosa trama que combina la autobiografía, la ficción y la farsa.
“El suyo es un estilo completamente marginal respecto de lo que se supone que es o debe ser la literatura”, le explica Liliana Viola a Clarín. “A simple vista está más cerca del error que de la sofisticación. Pero es en esa escritura de otra época, con palabras antiguas y una ideología confusa, donde de pronto aparece la iluminación, el golpe a la mandíbula del sentido común. Algo se corre de lugar y te conquista. Y cuando digo ‘de pronto’, no hablo de Aurora como una burra flautista, hablo de muchísimos ‘de pronto’ que conforman ese estilo”.
-¿Qué es lo que vuelve tan originales sus libros e incluso al personaje que ella parecía decidida a encarnar?
-El efecto sorpresa que ella no parece buscar, que corre por cuenta de lectores que esperábamos otra cosa por los indicios que ella misma nos dio. Y por nuestra inercia que queda al descubierto. Y en cuanto a su figura, lo mismo. Daba miedo. Pero no por mala sino por auténtica, por desbocada. Fijate que es una vieja que trabaja casi un siglo buscando el reconocimiento y cuando eso sucede, no se rinde ante periodistas o críticos que no la convencen. No se adecua nunca. Ni socialmente ni en su escritura. Ha de haber sido difícil vivir así, pero ya estaba acostumbrada.
-En este sentido, ¿cuál fue tu impresión, una vez superada la sorpresa inicial?
-Cuando leí Las primas sentí alegría de encontrar algo bueno. El trabajo de jurado de preselección es muy ingrato y enloquecedor. Querés encontrar una joya y tenés que leer muchos bodrios. Te desorientás. Cuando leí Las primas sentí miedo a equivocarme. Cuando conocí a Aurora tuve miedo de estar frente a una gran fabuladora. Decía que había sido amiga de Simone y Sartre, mano derecha de Eva Perón, contaba aventuras, muchas muy inverosímiles. Había gente que decía que era mitómana. Luego entendí que no. Que su construcción de su personaje y de sus historias tramaban una relación muy particular con la realidad, con las percepciones, con los deseos. Ahora que estoy escribiendo su biografía, explicar ese mecanismo es el mayor desafío. -Tanto en Las primas como en Las amigas aparece la familia, como un núcleo alrededor del que orbitan personajes siempre dislocados, incluso monstruosos.
-En la literatura de Aurora, la familia, por definición, es dislocada y es monstruosa. ¿Cómo no va a fallar si es el lugar donde debe reinar el amor? No hay amor en sus libros. Por eso, según su lógica, esa familia sólo puede engendrar monstruos, seres minusválidos y deformes. Pero como estos seres son los que hablan, tenemos la oportunidad de escuchar un punto de vista monstruoso. Y eso es maravilloso.
-¿Cuáles son en tu visión, a grandes rasgos, los grandes temas u obsesiones que orientan su obra?
-La obsesionan los personajes dobles o con dobleces, la sexualidad no como encuentro sino como encontronazo, las consecuencias sórdidas de las relaciones amorosas, las pequeñas traiciones. En sus lecturas favoritas sin dudas hay una clave. Se alimentó de Violette Leduc, Lautremont, Rimbaud, poetas de la Edad Media y una gran dosis de esoterismo y vidas de santas.
-¿Qué caracteriza a sus personajes?
-Yo creo que son siempre los mismos personajes con los mismos problemas y en el mismo lugar. La ciudad de La Plata no es una escenografía, es un destino. Ahí tenés otro rasgo de su originalidad: con esos materiales que no abandona nunca, hace novelas nuevas. La niña minusválida de Las primas regresa en la niña superdotada de Nosotros, Los Caserta, y ambas están en las niñas de sus cuentos inspirados en su temporada como psicómetra en Minoridad y en la Fundación con Eva Perón. Muchos de sus personajes están fundados en personajes reales de quienes se quiere vengar, también en cosas de ella misma que le molestan. ■