Para conocer su estilo hilarante
Recuerdo a un conocido que comía y al cabo hurgaba en los entre caninos con un palillo. Pensar que yo pensé que el conocido me apreciaba y por eso de vez en vez le cedía como distraída en reuniones la presa más gorda. Pongo punto por tanto asco porque enseguida después del desgarro venía el escarbarse y dale que te da y el conocido me miraba en mitad de mi asco. Yo entonces lo tuve por inocente y de pocas buenas maneras. Pobre hombre me dije y mientras tanto él siempre parecía dedicarme el revoltijo del comedor de la boca y el expeler de olores que para qué… Tres puntos de asco.
Sentada muy cerca de él lo seguía de la boca al esputo porque escupía el resto apresado entre dientes y si yo lo perdonaba en silencio es porque no todos saben comportarse con urbanidad si han carecido de ejemplos y costumbres urbanas. Repito que no creí que tuviera intenciones de provocarme las nauseas sino que procedía así de puro inocente. Hasta que una noche de reunión de aquel grupo que sería hogareño o qué se yo qué era con la luz de la lámpara que permitía descubrir no solo movimiento sino también intencionalidad noté que el invitado conocido trató de escarbarse los entredientes con el tenedor y entonces ahí grité un horroroso grito que escarbó algo más y el conocido quedó ahí impávido como si él no fuera el causante de mi desafuero. Y fue entonces que la luz eléctrica de clara luna descubrió un malintencionado que insistía en arruinar mi comida y romper mi apetito y por lo bajo susurré sos un asqueroso.