Clarín

Un hechizo de Maradona en La Paternal

- Guillermo Kellmer gkellmer@clarin.com

Nunca viví en La Paternal. De hecho, la primera vez que fui tendría unos seis años y mi papá, hincha de River, me llevó a ver a Maradona al viejo estadio de tablones. Ese día la cancha estaba repleta a tal punto que la imagen que me quedó grabada en mi memoria fue la gente trepada a los árboles para ver un partido del que ni siquiera recuerdo el rival.

Sé que era un torneo Nacional y de 1977 porque de tanta gente que había en La Paternal no pudimos entrar y terminamos viendo el segundo tiempo de River-Cipolletti, en un Monumental en obra antes del Mundial 78.

Al barrio tardé mucho en volver. Y en el medio me hice hincha de Argentinos. Fue por Diego, por un gol que le hizo a River jugando para Boca. No lo había visto jugar con la camiseta del Bicho, pero aquella visita frustrada a La Paternal había tenido algo de magia. El día del regreso fue en diciembre de 2003. Ya como periodista, para la reinaugura­ción del estadio de Juan Agustín García y Boyacá. Esta vez sí pude entrar. La cancha estaba repleta, pero no había gente colgada de los árboles. Y esta vez me hechizó el barrio y su gente.

A la cancha volví cientos de veces, me hice socio de Argentinos, sufrí descensos, lo hice hincha y socio a mi hijo, nos abrazamos (lo sumamos a mi viejo de River en un día imposible de olvidar) en el título de 2010.

El año pasado Maradona volvió a La Paternal para un homenaje en el estadio que hace ya varios años lleva su nombre. Entre lágrimas dijo que su corazón siempre estuvo en La Paternal. A mí me pasa lo mismo. No puedo explicar por qué. Pero estoy convencido de que fue por Diego. Y que como su magia, este hechizo también durará para siempre.

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