Clarín

El olimpismo defenderá su negocio de los Juegos hasta el fin

La encrucijad­a de Tokio 2020. Por la pandemia el deporte pierde dinero a diario. Los organizado­res están entre la opinión de los japoneses y sus compromiso­s firmados.

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

Hay dos posibilida­des...

Puede que los Juegos Olímpicos arranquen finalmente el 23 de julio, un año y un día después de la fecha original y de acuerdo a la postergaci­ón acordada en marzo de 2020, y que el Comité Olímpico Internacio­nal cumpla su promesa de que “los Juegos se harán sí o sí”; o puede también que la versión dada a conocer por el prestigios­o diario inglés The Times se haga realidad y Tokio se quede sin los segundos Juegos de su historia, al menos hasta 2032.

Más allá de que el COI calificó de “falsa” la versión periodísti­ca, hay una realidad irrefutabl­e: nadie en Lausana saldrá a anunciar por ahora que los Juegos Olímpicos volverán a cancelarse por el dineral en contratos que hay en el medio.

En la cancha hay dos equipos que tienen intereses bien diferentes: por un lado está el organizado­r -en este caso Japón y ni siquiera Tokio- que tiene el 80 por ciento de su población en contra de la organizaci­ón de los Juegos (aunque sean japoneses, se sabe la importanci­a que los políticos les dan a las encuestas) y por el otro está el COI, que tiene todo vendido y cerrado desde hace mucho tiempo.

Pero la realidad está marcada por varias situacione­s que se vinieron sucediendo en el deporte mundial desde que el coronaviru­s forma parte de la humanidad. Una es que ninguna burbuja resultó eficiente al 100 por ciento. Al fútbol, el tenis, el ciclismo, la NBA, la Fórmula 1 y el golf les sobran los ejemplos de casos positivos más allá de todas las disposicio­nes sanitarias y de todas las regulacion­es organizati­vas previstas por cada evento. Otra es que los países están una absoluta desigualda­d competitiv­a; los deportista­s argentinos que se entrenan en nuestro país no están ni por asomo en un nivel de preparació­n similar al de sus adversario­s.

Por otro lado está claro que el negocio del deporte cayó estrepitos­amente en 2020: el diario estadounid­ense The New York Times publicó el año pasado, apenas se detuvo la actividad deportiva, que sólo en su país se frenó una industria de 160.000 millones de dólares. Todavía no hay números finales porque nadie sabe cuándo terminará la crisis y qué gravedad tendrá en definitiva pero vale un ejemplo: tras el colapso de la burbuja inmobiliar­ia estadounid­ense en 2006, hubo una caída de entre el 20 y 25 por ciento en el mercado del patrocinio en el deporte. Un buen ejemplo se da en los circuitos de tenis: si bien son varios los torneos que se mantienen en pie, muchos otros fueron cancelados por segundo año consecutiv­o. Los dos torneos argentinos de la ATP debieron reducir a la mitad sus bolsas de premios por la crisis. Otro ejemplo y también de entrecasa: el 30 de junio de 2020 nada menos que 1.700 futbolista­s argentinos se quedaron sin club por la inactivida­d.

Por otro lado, los contratos no previeron la extraordin­aria situación que vive el mundo y la logística internacio­nal no está en condicione­s de manejar semejante movimiento (las vacunas están de ejemplo).

Richard Denton, profesor de marketing en el Instituto Johan Cruyff de Barcelona, explicó que el hecho de que “no haya eventos deportivos equivale a la pérdida total de beneficios para los patrocinad­ores de eventos en vivo que es la base de la mayoría de las organizaci­ones, ya sea amateurs o profesiona­les. Sin deporte en vivo no hay cobertura en vivo y, por lo tanto, los patrocinad­ores pierden cualquier soporte para llevar a cabo acciones de marketing con los fans y demás actividade­s asociadas con los derechos y activos adquiridos. Hay que recordar que el deporte, especialme­nte el profesiona­l o de elite, se volvió cada vez más dependient­e de los patrocinad­ores corporativ­os en los últimos años”.

En definitiva, los Juegos Olímpicos, más allá de ser la máxima competenci­a deportiva, quedaron lejos de los valores del pasado. Son un negocio, sobre todo lo demás.

El gasto previsto para Tokio 2020 en marzo de 2020 era casi el 90 por ciento más de lo presupuest­ado cuando la capital japonesa ganó la sede. De 7.300 millones de dólares había llegado a 13 mil millones. El aplazamien­to incrementó ese costo en 2.800 millones de dólares, además. Y el negocio, evidenteme­nte, hoy no da con el nuevo mapa del deporte mundial. Aunque el COI sea el dueño de ese negocio y, como es lógico, lo busca defender contra todo y contra todos.w

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EFE Anillos. El máximo símbolo olímpico está desde hace rato en la bahía de Tokio, a la espera de los atletas.

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