Clarín

Vuelta al aula: los chicos están felices, pero entre los padres persisten las dudas

El reencuentr­o con la escuela les devolvió un espacio de pertenenci­a. Para las familias es difícil organizars­e con un cronograma y horarios que cambian día a día.

- sgomez@clarin.om Silvia Gómez

Barbijo con ribete rosa, el pelo recogido en una colita bien arriba, casi en la mollera, el delantal blanco, tipo poncho, blanquísim­o. Con una sonrisa que se adivina en sus ojos achinados, Marina Viña forma fila para ingresar a su escuela. Además de los útiles, lleva en su mochila un tupper con galletitas y un vaso térmico con agua. Está en tercer grado y durante 2020 sólo tuvo una semana de clases presencial­es. A las 9 en punto se abren las puertas de la escuela. Saluciéndo­les da a su mamá con un beso, se vuelve a colocar el barbijo y ya conoce todo lo que sigue: extiende su brazo izquierdo para que le tomen la temperatur­a, se pone alcohol en gel y camina directo a “su” porción de patio, el sitio que comparte con la burbuja de la que formará parte el resto del año.

Pasó algo más de una semana desde el comienzo de las clases en esta escuela pública de la Ciudad, en Palermo, la N° 4 “Provincia de Córdoba”, en Scalabrini Ortiz al 1300. Debajo de un tinglado de aspecto fabril que cubre el patio, se escucha fuerte la voz de Marcela Voulgaris, la directora, di

a los chicos: “Imaginen que estamos jugando a las postas. No avanzo hasta que mi compañero de adelante no avanza”.

Cuando todos ocupan la porción del patio que les correspond­e, izan la bandera mientras se escucha aún más fuerte la voz de Soledad Pastorutti cantando “La Viajera”.

En la nueva normalidad por la que transitan miles de alumnos y alumnas de escuelas primarias de la Ciudad, hay algunas percepcion­es y estados de ánimo que atraviesan, en general, a buena parte de la comunidad educativa. Los chicos están felices de recuperar sus espacios de pertenenci­a. Padres, madres, docentes y directivos, alerta. Porque si bien el territorio porteño se encuentra transitand­o una situación sanitaria “estable” como la definen las autoridade­s locales-, el plan de vacunación viene lento y no contempla por el momento que se apliquen dosis a los docentes. Las dudas y el miedo a los contagios continúan.

Por otra parte, teniendo en cuenta que la presencial­idad es la regla, las familias se encuentran organizand­o el tetris en el que se les ha transforma­do la dinámica de idas y vueltas a la escuela. Por orden del Ministerio de Educación porteño, los establecim­ientos tienen como consigna impartir al menos cuatro horas de presencial­idad. En función de eso, algunas hacen un mix entre presencial­idad y virtualida­d para cubrir la jornada completa. Otras hacen media jornada presencial, pero rotando, un día a la mañana, otro día a la tarde. Y otras, muy pocas, dictan clases presencial­es en jornada completa, pero con la obligación de retirar a los chicos y las chicas para almorzar. Los comedores no están permitidos. Mientras más chicos haya en una familia, más compleja es la organizaci­ón.

Agustín (9 años) y Juana (7) arrancaron las clases y están felices. “Por suerte, coinciden los horarios de ambos. Hay familias que no pudieron coincidir, así que se les hace complicada la organizaci­ón. Estuvimos de acuerdo con la escuela en que haya este mix entre clases presencial­es y virtuales. También van a ir al campo de deportes, sin natación”, cuenta Paula, la mamá de ambos.

Juana arrancó segundo grado, así que pasó del jardín de infantes a la primaria casi sin escalas. “En la escuela están teniendo en cuenta esta situación, porque en estos primeros días están trabajando de una manera más lúdica, con otros tiempos. Agustín está en cuarto grado y es una etapa bisagra en primaria, así que estamos conformes con que haya regresado a la presencial­idad. Nos dijo que ya empezaron a escribir en cursiva y que les pidieron que no hablen mucho”, se ríe Paula. Los chicos van a una escuela privada en Palermo.

En las escuelas públicas de la Ciudad, según datos oficiales, el 70% de los establecim­ientos tienen jornada completa. “El año pasado tuvimos mucha dificultad para conectar a todas las familias: o bien no tenían compu o no tenían Wi-Fi. Por eso ne

cesitábamo­s la presencial­idad. Mi prioridad era que los chicos estuvieran todos juntos, por grado, entonces dejamos las aulas y movimos los pupitres al comedor, a los salones de usos múltiples e incluso a pasillos muy anchos. Los chicos están felices, muy concientiz­ados sobre los cuidados y respetan mucho las normas de higiene”, le dice a Clarín Rosana Ursino, directora de la escuela primaria del Polo María Elena Walsh del Barrio Padre Mugica, en Villa 31, Retiro.

“La escuela representa para los chicos su espacio de pertenenci­a, de vinculació­n, de identidad. Además de lo que representa a nivel académico, es el sitio en el que crecen psíquica y emocionalm­ente, en donde aprenden a frustrarse y también a triunfar. Es su espacio vital. Y entre los niños vulnerable­s cumple además un rol de protección y fuente nutriciona­l. Esta es la razón por la que, en general, los chicos están felices de volver”, explica Felisa L. de Widder, pediatra y psicoanali­sta, miembro de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina.

Pero siempre hay un lado B: “Sabemos que no todo es tan lindo porque a los adultos nos obliga a reformular la organizaci­ón familiar, porque en muchos casos ya no contamos con los abuelos, tíos o amigos o incluso la persona que trabaja en la casa para que nos den una mano. No es la escuela que conocimos, no es ideal, es la escuela posible. Queda mucho camino por recorrer, son los primeros pasos”, advierte la especialis­ta.

En estos primeros días los miedos se manifiesta­n a través de la incertidum­bre. “Hay chicos que no arrancaron la escuela porque sus padres se quedaron sin trabajo. La matrícula es mayormente del barrio, pero teníamos familias que venían de Moreno, por ejemplo. Pero ya no están viniendo porque además es inviable que lo hagan por tres horas y se vayan otra vez a sus casas”, lamenta Voulgaris.

Ursino coincide y afirma que aún esperan el regreso de algunas familias. Se calcula que un 5% de los chicos y chicas no volvieron a las escuelas públicas en estos primeros días. “Sabemos que hay familias que no pudieron comprar los guardapolv­os y entonces no mandan a los chicos; esto nos preocupa”, señala.

En esta primera semana, y según la informació­n del Gobierno porteño, hubo 43 burbujas que debieron ser aisladas por casos de coronaviru­s entre docentes y alumnos. Y otras 45 fueron aisladas por casos sospechoso­s. Es poco, cuando según Educación hay un total de 45.056 burbujas. Sin embargo, alcanza para alimentar las dudas de padres y docentes, en un año en que, como indica el protocolo de prevención, todo estará en revisión permanente.w

El plan de vacunación viene lento y en Ciudad, por ahora, no aplicarán dosis a docentes.

 ?? LUCIANO THIEBERGER ?? Con distancia. Los alumnos de la escuela Provincia de Córdoba, en Palermo, siguen los protocolos por el Covid.
LUCIANO THIEBERGER Con distancia. Los alumnos de la escuela Provincia de Córdoba, en Palermo, siguen los protocolos por el Covid.
 ?? E. FERNÁNDEZ ?? Reubicació­n. Pupitres en espacios más amplios.
E. FERNÁNDEZ Reubicació­n. Pupitres en espacios más amplios.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina