Clarín

Atrapadas bajo el yugo del violento

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El domingo pasado, la carta “Ivana fue mi compañera y duele no tenerla entre nosotros”, de Carolina R. Igarzabal motivó a la lectora de hoy. Hagamos un repaso. Ivana Módica fue asesinada por su pareja, un militar de la Fuerza Aérea. Úrsula Bahillo fue muerta por su ex novio, un suboficial, y nadie de la Policía ni de la Justicia hizo nada a pesar de las 18 denuncias. Florencia Figueroa apareció degollada e intentó pedir ayuda en la Comisaría de la Mujer, el acusado es su hermano, un ex policía bonaerense. Jésica Benítez fue víctima de violencia de género durante 20 años, y la fiscalía pidió investigar a los policías que nunca le avisaron a la Justicia. Más allá de las condenas que ya pesan sobre estos integrante­s de las fuerzas de seguridad, algo flaquea en el frente de esas filas. Pareciera que en su intento por abonanzar la imagen, profundiza­n aún más el estigma social que se balancea sobre esas institucio­nes. Y llama poderosame­nte la atención que los asesinatos sigan sucediendo en las propias narices del Estado. Según el observator­io “Adriana Zambrano” de la Asociación Civil Casa del Encuentro, el 12%de los femicidios que se cometieron este año son por uniformado­s, y entre 2018 y 2019 fueron 187 las muertes de mujeres y trans por estos agentes. Las estadístic­as pendulan porque faltan registros públicos que analicen “el fenómeno”. Entonces, deben imperar políticas especiales sobre los problemas estructura­les que enfrentan estas fuerzas. Mientras, no se sabe cuándo ni cómo va a actuar el Gobierno para liberar a las mujeres que, atrapadas bajo el yugo del violento, les urge una respuesta ante tanto abatimient­o. No claudicar frente a este llamado, es la clave.

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