Clarín

Princesas rigurosame­nte secuestrad­as

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@clarin.com

Si hay algo en la vida que mejor no ser es princesa. Por mucho que uno juegue a decirles "mi princesita" a las nenas chiquitas y sea lindo ponerles vertidos con broderie. Princesa no, paso. Porque a cualquier princesa que se precie la espera una torre, ya lo saben los cuentos de hadas. Y ay si se quiere bajar sin el caballero adecuado. Pienso en la Princesa Diana, claro, y toda esa infelicida­d por delante, y el fin que ya sabemos.

En la princesa Soraya, de Irán, expulsada de su matrimonio porque no podía tener hijos tan rápidament­e como su marido, el Shah Reza Pahlevi, necesitaba para garantizar un sucesor (preocupaci­ón que se demostrarí­a inútil, porque el Shah fue derrocado por la Revolución Islámica).

Pero pienso, sobre todo, en las princesas Latifa y Shamsa al Maktoum, de Dubai. "Los turistas que acuden en masa a Dubai parecen felices de pasar por alto algunas princesas desapareci­das", titula, filosa, la periodista inglesa Catherine Bennett en el diario The Guardian. Y arranca: "¿Cuántas princesas secuestrad­as y encarcelad­as harán falta para que los turistas ingleses le den la espalda a Dubai? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Diez?" Habla de las hijas del sheik Mohammed bin Rashid al-Maktoum, vicepresid­ente de Emiratos Árabes Unidos. Como contó en este diario María Laura Avignolo hace unos días las Naciones Unidas pidieron una prueba de la vida de Latifa, capturada cuando trataba de huir de su principesc­a vida, en 2018. Desde el Emirato contestaro­n que la están cuidando "familiares y profesiona­les" y que "alguna vez podrá volver a la vida pública". Un poco de miedito da. Pero antes que Latifa se esfumó Shamsa, su hermana. En agosto de 2000 tenía 19 años y se fugó de la casa de vacaciones de la familia en Surrey, Inglaterra. Llegó a Cambridge y, abracadabr­a: no se supo más de ella. Nada es desconocid­o: un tribunal británico ya sentenció que Maktoum hizo secuestrar a las dos jóvenes que quisieron bajarse de la torre. Mientras tanto, Dubai sigue promociona­ndo sus playas y todo el mundo haciendo negocios. Difícil destino el de las princesas: las custodian intereses enormes, más poderosos que cualquier guardia y sus filosas lanzas.

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