Abarca mucho, aprieta poco
La serie aborda varios temas serios -la salud mental, la violencia de género, el abuso sexualpero terminan diluidos.
Ginny y Georgia Comedia dramática. EE.UU., 2021. SAM 16. Creador: Sarah Lampert. Con: Brianne Howey, Antonia Gentry y Diesel La Torraca. Emite: Netflix.
“Mi madre me tuvo cuando tenía mi edad: 15 años. Así que tuve la charla de sexo cuando tenía siete. No hay casi nada típico en ella”, dice la voz en off de Ginny, mientras la adolescente mira impávida a cámara y sus comde pañeros de colegio la molestan en el aula. La chica madura y su madre bella e inmadura forman la dupla que le da vida a Ginny y Georgia, la serie producida por Netflix, que en estos días figura entre las diez más vistas de la Argentina.
Con diez episodios de casi una hora de duración, la comedia dramática gira en torno a la nueva vida de esta familia, compuesta por una madre, su hija adolescente y un pequeño retoño en edad de escuela primaria, gran admirador dee Harry Potter.
Se mudaron de Texas a la rica y sofisticada ciudad de Wellsbury (Massachusetts). Georgia repite siempre el mismo esquema: conoce a alguien, se muda de ciudad, rompe con ese novio y sobrevive una nueva mudanza. Así en un loop constante, con sus hijos a cuestas que ya están un poco cansados. “Nos mudamos mucho... siempre soy la nueva”, le dice Ginny a un compañero de escuela.
Lo que en apariencia es una comedia dramática sobre el nuevo inicio de una familia gana en complejidad y densidad con algunos flashbacks la dura historia de la madre. Con ese recurso, los realizadores intentan hablar de muchísimos temas: la salud mental, las luchas interraciales Ginny es negra y su mamá, blanca-, la violencia de género, el abuso sexual, el embarazado adolescente… La lista podría ocupar varias líneas más de esta nota.
En los primeros episodios, el interés se mantiene a flote. Las actrices Brianne Howey y Antonia Gentry le dan verdad a sus papeles de madre e hija; tienen buena química, complicidad y momentos risibles en los diálogos. Pero con el correr de los minutos -en total son casi diez horas de serie-, la trampa y sus múltiples subtramas van perdiendo interés, incluso cuando se vuelven turbias. Se torna repetitiva en una temática que vimos mil veces en series y películas: los nuevos comienzos en una ciudad y el coming-of-age de una chica en un secundario al que acaba de llegar. Quizá Gilmore Girls es el ejemplo más obvio con esta temática.w