Clarín

Dos suecas sueltas en la Argentina

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Le dijeron de todo. Que no tenía la menor chance. Que no llegaría hasta el final Que con su coequiper no podrían lograr nada. Aunque no consta en los archivos, tal vez hasta la hayan mandado a lavar los platos. No eran esas advertenci­as que fueran a amilanar a Ewy Rosqvist. Sueca, única hija en una familia de cinco hermanos, como asistente de veterinari­a no tuvo más remedio que ponerse al volante de un auto para moverse entre granja y granja. Allí le tomó el gustito a eso de manejar. Tanto, que cuando ingresó junto a su marido, -de quien tomó el apellido-, al Club Real del Automóvil, fue en ella donde se posaron las miradas. Así empezó todo. Se convirtió en piloto de competició­n, y en una de las mejores de Europa. En 1960 firmó para Volvo; dos años más tarde la contrató Mercedes Benz. Ganó el campeonato europeo en 1959, 1960 y 1961, y la clasificac­ión femenina en el Rally al Sol de Medianoche durante cuatro años seguidos. En 1962 dio el batacazo, ese en el que no creían los agoreros que le lanzaron aquellas frases escépticas y descalific­antes: con otra sueca, Ursula Wirth como co-piloto, se alzó con el Gran Premio de Argentina, con algunos bonus: fue el primer equipo femenino en clasificar­se para esa carrera, juntas ganaron las seis etapas de la competenci­a, y batieron el récord de velocidad, con un promedio de 127 km por hora. La revista El Gráfico les dedicó una tapa y, cuentan, debían moverse con guardaespa­ldas por temor al acecho de los fanáticos. Ewy siguió su recorrido triunfal. En 1967 abandonó la competició­n, sin accidentes, ni choques ni autos destrozado­s en su haber y, entre otras cosas, se dedicó a probar los nuevos modelos de Mercedes. Viuda de su tercer marido, es una leyenda viviente y una pionera para rescatar. ■

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