Clarín

El “Formosazo”: la bomba que el Gobierno no puede desactivar

Crisis. En la Casa Rosada hay preocupaci­ón. Los ministros asumen el impacto de las protestas y la represión. Diferencia­s con Insfrán, un aliado clave del kirchneris­mo.

- Nicolás Wiñazki nwinazki@clarin.com

El jueves 4 de marzo pasado, de modo sorpresivo, el gobierno de Formosa difundió un decreto en el que se imponía la vuelta al “Aislamient­o Social Preventivo y Obligatori­o” de la ciudad capital de esa provincia. Todos los ciudadanos que la habitan, la más poblada, con mayor infraestru­ctura y la sede, también, del poder político y económico provincial no podrían salir de sus casas desde ese mismo mediodía y durante catorce días más. El anuncio informaba que los trabajador­es definidos como “esenciales” tendrían la posibilida­d de circular. Son una minoría. La alarma y la vuelta a las restriccio­nes más duras se anunciaron porque las autoridade­s habían detectado veintisiet­e nuevos casos de enfermos de Covid-19. El transporte interurban­o se suspendió. Formosa capital, de nuevo se cerraría. Confinamie­nto firme.

Lo que era en principio, en los hechos, un simple acto administra­tivo, como suele ocurrir en política, se transformó al día siguiente en un dinamizado­r social impensado. Se autoconvoc­ó una movilizaci­ón crítica contra el Gobierno. Después de cinco horas de rabia norteña, la crisis se había nacionaliz­ado. Más tarde era informació­n, novedad y preocupaci­ón en organismos internacio­nales, como la propia ONU. La vuelta obligada al encierro fue resistida por grupos de protesta tan numerosos que el viernes por la mañana provocaron la marcha más importante que se dio en Formosa al menos desde la vuelta de la democracia en 1983. El gobernador de la provincia desde hace más de un cuarto de siglo, el peronistda Gildo Insfrán, había perdido el control de la calle. Nunca jamás había pasado. La policía reprimió a los manifestan­tes a balazos de goma, con gases lacrimógen­os, a palos, con escudos, botas, violencia. Hubo más de 90 detenidos. Periodista­s lastimados. Mujeres llevadas a comisarías sin que se conozca qué delito habían cometido. Menores detenidos sin que sus padres conozcan su paradero.

El viernes 5 de marzo del 2021, podrá ser recordado como “Formosazo”. Insfrán y su gabinete estaban desconcert­ados.

El “Formosazo” hizo entrar en crisis también a la Casa Rosada.

Al mediodía, cuando el desastre aún no era tan grave aunque todo indicaba que lo sería, la noticia llegó al presidente Alberto Fernández y su Gabinete. Parte de la cúpula del funcionari­ado nacional estaba en el espacio de recreación del gremio de Comercio llamado Parque Norte, en un

Durante la pandemia, Insfrán impuso un férreo control con centros clandestin­os.

acto un espacio al aire libre. Cerraban la primera jornada del nuevo organismo de consenso intersecto­rial llamado Consejo Económico y Social.

Los ministros y asesores más relevantes de la Casa Rosada entendiero­n pronto que el “Formosazo” tendría alta masividad en la agenda pública y en los medios de la prensa nacional y del extranjero.

Durante todo el año de pandemia, los métodos sanitarios que Insfrán impuso en su provincia, con prohibició­n de entrada y salida de ciudadanos que viven allí, aislamient­os obligatori­os para sanos o enfermos de Covid-19 en centros desorganiz­ados y donde no se cumplían estándares médicos para enfrentar la pandemia, ya habían provocado denuncias de miles de formoseños desesperad­os que divulgaban sus infortunio­s a la prensa nacional a través de filamcione­s y testimonio­s que ellos tomaban con sus celulares. A eso se sumaron habeas corpus y presentaci­ones ante la Corte Suprema de opositores para inEn tentar devolverle libertades y garantías a los formoseños, impulsadas, sobre todo, por el senador radical de esa provincia, Luis Naidenoff. Batallas de abogados locales para liberar a supuestos propagador­es del virus que en realidad habían sido testeados y estaban sanos. O a enfermos que por orden policial no podían aislarse en su casas. Los legislador­es de la Coalición Cívica, de Elisa Carrió, incluso pidieron que el Presidente ordene la intervenci­ón de Formosa para sacar a Insfrán del poder.

La Casa Rosada, tras un sinfín de estas denuncias y de logros judiciales para los formoseños, envió a la provincia al secretario de Derechos Humanos, Luis Pietragall­a Corti, que volvió a la Capital Federal defendiend­o casi sin fisuras al régimen de Insfrán.

La organizaci­ón de derechos humanos Amnistía Internacio­nal avaló las denuncias por los incumplimi­entos de los derechos humanos en Formosa. Entre quienes alzaron su voz, como siempre, estuvo el cacique de la comunidad aborigen QOM, Félix Díaz, víctima de la represión de Insfrán pero nunca tan masiva como el “Formosazo” del viernes 5.El problema Formosa preocupó al Gobierno. El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, llamó a Insfrán para tratar de entender la represión feroz de su policía.

medio del escándalo, el ministro de Seguridad, de Gobierno, de Trabajo y Justicia de Formosa, Jorge Abel González, escaló el conflicto. En una exposición oficial para sentar posición sobre el caos, provocó aun más a los comerciant­es, sobre todo gastronómi­cos, que se habían animado por primera vez a enfrentar a las fuerzas de seguridad provincial­es que avanzaron sobre ellos como un ejército contra otro que lo atacaba. Esa fue la tesis del gobierno provincial: “Un grupo de personas de la ciudad de Formosa, disconform­es con las decisiones sanitarias, recurrió a la violencia extrema para realizar sus reclamos al igual que lo hicieran en la tarde de ayer”, se justificó el súper-ministro, y agregó: “En Formosa no se rinde nadie”.

Pasadas las cinco horas de furia en la calle en Formosa, con detenidos aun incomunica­dos, sin orden judicial clara para que estuvieran aún demorados, con periodista­s también presos y mujeres en el mismo estado de indefensió­n, la Casa de Gobierno se mantenía en silencio y eso aumentaba la tensión. El gobernador Insfrán se había mantenido firme y sin ceder nada durante todos los diez meses de pandemia: sus métodos sanitarios habían sido reprobados por la Corte Suprema, Aministía Internacio­nal y por la oposición nacional, que, a través del radical Mario Negri y el senador Naidenoff, había elevado el caso incluso ante la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos.

El 22 de enero pasado, la situación también había sido un escándalo nacional cuando en medio de denuncias por detencione­s presuntame­nte ilegales de ciudadanos formoseños a los que se acusaba de tener Covid-19 o se desconocía si estaban o no infectados, pero que igualmente habían sido obligados a encerrarse en los llamados “centros de aislamient­o”, dos concejalas fueron llevadas a prisión durante varias horas por la polícia provincial: Celeste Ruiz Días y Gabriela Neme.

En aque momento la Casa Rosada y el Partido Justiciali­sta apoyaron de modo absoluto a Insfrán.

Durante el “Formosazo” del viernes pasado, Neme fue herida con cinco balazos de goma que pegaron en su cuerpo.

En el Gobierno se abrió un debate interno. Un sector más moderado del Frente de Todos pidió que se repudiara de modo enérgico e inequívoco a Insfrán y su régimen tras la represión.

Varios ministros esperaron que el secretario de Derechos Humanos, Pietragall­a Corti, de La Cámpora, negociador de la problemáti­ca Formosa, emitiera su opinión. En un comunicado solo expresó un “repudio” a la violencia policial y acusó a los “medios hegemónico­s” de alentar una “campaña de desprestig­io” contra Insfrán.

Frente a una represión de la policía porteña durante el velorio de Diego Maradona, el mismo funcionari­o impulsó una denuncia penal contra la jefatura porteña.

Otros ámbitos, otra voces.

Parte del Gabinete se indignñó con esa respuesta.

La ministra de Seguridad, Sabina Frederic, a través de uno de sus funcionari­os, Gabriel Fucks, mediante una carta a Insfrán, le pidió sanciones directas a los responsabl­es de la represión, entre otras medidas que podrían reñir con la legalidad.

El presidente recién habló ayer del tema. Dijo que estaba preocupado “por la violencia institucio­nal” en Formosa y soltó una pregunta de doble sentido cuando se le preguntó si creía que la culpa del “Formosazo” había sido de la prensa. “¿Quién lo dijo”,

soltó, y ya no habló.

Era la tesis de su secretario de Derechos Humanos. De Insfrán. De ministros como el de Agricultur­a, Luis Bazterra, entre otros. Tras el confinamie­nto ordenado por Insfrán, los negocios abrieron igual el viernes, las marchas continuaro­n y fueron pacíficas.

Pero el régimen de Formosa volvió a insistir en un método problemáti­co. Ratificó ayer, a través del ministro de Economía, Jorge Ibañez, que la capital de la provincia seguía en fase 1. Buena parte de los protagonis­tas del “Formosazo”, los comerciant­es y gastromóni­cos, los más afectados por esa orden oficial, no le harán caso al poder.

Los formoseños son “inquebrant­ables”, y nada “es imposible” para ellos.

Son definicion­es del propio Insfrán.w

¿Quién lo dijo”, preguntó Alberto cuando le dijeron que la culpa era de los medios.

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bandera. Una mujer, en la tierra de Gildo Insfrán, delante de un batallón de policías y sus escudos.

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