Clarín

La odisea cotidiana de vivir con 5 hijos en “burbujas” escolares

Los Farber llevan al extremo los malabares que tienen que hacer hoy miles de familias argentinas para cumplir con el “sufrido” protocolo educativo.

- Emilia Vexler evexler@clarin.com

Una sola letra diferencia a los Farber de la marca de lápices de colores. Pero cuando Mariela abre la puerta de su casa o la del auto, sus hijos aparecen como estos “lapicitos”. Uno tras otro. En degradé. Mariela tiene seis.

A los 41, vive en la Ciudad, está casada con un empresario de marketing digital y llega a fin de mes. Aunque con más hijos que el promedio de las familias argentinas, su historia es representa­tiva de lo que por estos días viven miles de ellas: la nueva normalidad “maximizada” de la vuelta a las clases presencial­es.

Tras un año de virtualida­d, la familia ilustra cómo es vivir con cinco hijos en distintas burbujas escolares, el “sufrido” protocolo educativo contra el coronaviru­s.

Ezequiel tiene 13 y va a 1° de la secundaria ; Mauricio, 11, a 6° grado; Celeste, 8, a 3° grado; Felicitas, de 5, va a 1° grado; Trinidad tiene 3 y está en sala de 4. Además, hay una beba en casa, Guadalupe, en una “home burbuja”: por cuidados, sin abuelos cerca “hasta que estén vacunados”.

Ella lo muestra en Instagram desde @mami.full.time, donde se describe como “una loca mamá de seis, dedicada full time a lo que me apasiona: ser mamá”. Y lo vive -entre tuppers con nombres, guardapolv­os y tapabocas- en un día junto a Clarín.

Es contadora. Aunque ahora, dice, “de cuentos infantiles”. Decidió dejar su profesión y ser ama de casa antes de saber que iba a tener tantos hijos. O de saber que no le iba “lo de tener niñera”. Ni empleada doméstica. Ni que un año de Covid-19 alejaría a los “mini Faber” de sus tres abuelos y de la escuela (y a ella de esa de toda esa ayuda). Ni que todo esto iba a pasar en el medio de una mudanza (que terminará la semana que viene), de Villa General Mitre a una casa más grande en Caballito.

“Me levanto 6 AM. Pongo talco en 10 zapatillas. 6.15 preparo viandas. 6.30 empiezo con los desayunos. 7 pongo la música fuerte y se levantan a desayunar. 7.25 peino a las tres nenas. Se cambian y salen con mi esposo. 7.45 hago todas las cosas del hogar y compras diarias y, según el día, voy a buscar al de la secundaria y jardín. Almorzamos, siesta de ellos y voy a buscar al resto”, arranca.

Ese “según el día”, es clave. “Al ressecunda­ria to”, también. El gran problema que marcan madres y padres que comenzaron a sortear las burbujas escolares es tener al menos dos hijos que cursen de forma presencial, cuatro horas, en diferentes días y horarios.

La mayoría de las escuelas de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires diseñaron esquemas de presencial­idad escalonado­s, donde las distintas burbujas de alumnos ingresan y egresan en horarios diferentes. A Mariela y marido, Andrés, de 45 años, eso les pasa cinco veces por semana. Con cinco de sus seis hijos.

La familia tiene un machete de horarios. “Pero ya me los sé”, aclara la madre. Son dos machetes. Uno para “entrada” a clases y otro para “salida”. 15.55 por Serrano 341. 16.05 jardín al frente. 16.10 Gurruchaga. 16.15 Gurruchaga. Así se lee el de salidas.

El mayor de los mini Farber va a la Ecos y tiene bimodal: un día presencial y otro virtual. Pero no coincide con sus hermanos y hermanas, que asisten al Scholem Aleijem.

“Y el resto no coinciden entre sí, que van a jornada completa presencial. Jardín y primaria es en la misma escuela. Pero el edificio del jardín está enfrente a la primaria. Además, en la primaria hay varias entradas y a cada uno de mis hijos sale de una distinta. Así que giro por toda la cuadra desde las 15.55 que sale una, hasta las 16.15 que sale la última. Es un lío total organizars­e y poder hacer otras cosas. Si no fuese ama de casa segurament­e necesitarí­a ayuda”, detalla.

Por cuidados, limitaron el contacto con los abuelos. Pero muchas familias argentinas, pese a los miedos, deben recurrir a que sean ellos quienes se ocupen de llevar y traer a los chicos en horarios de oficina imposibles para sus padres y madres.

Mientras habla con Clarín, el carpintero instala los muebles en la cocina de la casa nueva. Y los chicos meriendan sobre una mesa, también nueva, que está protegida con un mantel vinílico transparen­te y que está casi sin uso. “Los cumples fueron en lugares abiertos y los míos van a otros cumples. A dormir a otras casas no van en estos momentos”, dice.

Andrés apenas se asoma en el sillón para la foto familiar. No es tímido. Sentado, lo tapan la cantidad de hijos. Es una familia a la que Marie Kondo pondría en canastitos.

Mariela también está casi “tapada” por dos de sus hijos. “La más chiquita siempre conmigo, jamás deje a mis hijos con nadie”, marca. Una decisión que esta familia pudo tomar. En el otro extremo están las quejas en los colegios para que se coordinen mejor los horarios entre hermanos y que el horario no sea reducido. Ella lo ve en el grupo de WhatsApp del colegio.

“Me dicen constantem­ente ‘¡No se cómo haces vos! Yo con dos estoy agotada’. O ‘Te admiro’. Honestamen­te, en la escuela no planteé quejas porque es decisión mía tener la cantidad de hijos que tengo. El mayor, los días de clases virtuales se encarga solito de hacer todo y el segundo mayor me espera a la salida porque sabe que no llego a tiempo buscando a las hermanas en diferentes horarios”, dice.

Los “mini Farber” tampoco van a ningún club. “Con la pandemia suspendí actividade­s extraescol­ares porque me parece un montón fuera de casa. Pero las nenas empezaron con clases de natación. Estamos todos contentos con la vuelta a la escuela, en cierta forma para mí es más agitado pero los veo contentos. A ellos les molesta el uso del barbijo tantas horas y un poco el calor del colegio”.

Ninguno de los Farber tuvo coronaviru­s y tampoco hubo contagios entre sus conocidos. ¿Cómo se cuida a cinco hijos que volvieron a clase en pandemia? ¿La pareja sale hacia la escuela con un alcohol en gel de un litro y decenas de barbijos? Parecido. Ella lo resume: “Alcohol en gel en cada mochila y en mi cartera. Y sí, barbijos, miles. Y miles de repuestos. Además, llegan y los lavo todos junto con su ropa y guardapolv­os”.

Las escuelas diseñaron horarios de ingreso y egreso diferentes para cada grupo de alumnos.

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A full. Mariela arranca a las 6, “repartiend­o” chicos por escuelas y jardines de infantes.
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J.M. FOGLIA En casa. Mamá y papá con sus seis hijos. La beba todavía no va a la escuela.

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