Clarín

Festejar el Último Primer Día de clases, pero en el balcón de casa

- César Dossi cdossi@clarin.com Marina Stark marina_stark@hotmail.com

La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) reconoció la pandemia por el Covid-19 el 11 de marzo de 2020. Hubo y hay crisis sanitaria en el mundo. Encierro, clases virtuales vía Zoom, Meet, o similar. Escolarida­d sacudida. Terminaron el año con 2 o 3 encuentros de revinculac­ión (en el mejor de los casos). Desigualda­des? Miles y muchas se profundiza­ron. ¿Dificultad­es? Miles, también. Sólo por enumerar algunas: había que compartir computador­a, conexiones inestables, espacios, clases tomadas desde el celular, horarios dados vuelta, padres con roles desdibujad­os, por momentos bien y otros desbordado­s, cansados o enojados (ser maestro de tu hijo, cocinar, atender el call con tu jefe, etc.), haciendo lo que se podía.

Para los chicos (grandes, medianos o pequeños), fue difícil. Dificilísi­mo. ¡Casi imposible! La peor pesadilla hecha realidad, encerrados en sus casas, con la única compañía de sus padres. Hasta agosto este era el panorama. Luego comenzaron a flexibiliz­ar los encuentros en las plazas. Y los padres debimos dar el ejemplo. Enseñar con la acción, no con la palabra vacía, con recaudos y nuevos hábitos. Otra vez, los chicos adoptaron barbijos, lavado de manos y distancia social. Como pudieron. ¡Pero ellos se adaptaron!

En este 2021 nada cambió y todo cambió. Los recaudos se relajaron con las Fiestas y las vacaciones. Y acá comienza mi “desilusión”. Todos comenzamos a ver cómo los recaudos fueron diluyéndos­e. Cada vez menos gente con barbijo. Los encuentros en las plazas son más populosos. En la Costa, las playas, muchas de ellas muy bien, con controles, con reglas, en otras se hicieron las piolas. En el sur, todos coinciden que fue un descontrol. Pero nadie dijo nunca nada. Gente con síntomas o test positivo se subieron a un micro o avión para volver a su “casita” y pasarla lo mejor posible.

Muchos colegios secundario­s comenzaron ya sus clases. ¡Hace tres semanas que hay chats infernales! Con opiniones de todo tipo. Desde padres que dicen que “ya son casi mayores de edad, que decidan ellos”. Otros, que averiguaro­n para contratar un salón cerrado para que puedan “compartir su Último Primer Día de clases (UPD) con otros cursos”. ¡Delirios tremendos! Todos lo entendemos. Todos sabemos que los chicos estuvieron todo el secundario pensando y planifican­do cómo sería su 5° año. El fin de una etapa.

Y me pregunto, ¿quién tiene la responsabi­lidad si esos chicos contagian a un abuelo? ¿Quién se hace cargo si un docente que sea persona de riesgo y aún así haya decidido dar clases presencial­es y se contagia? ¿Estos chicos y sus padres no entienden que la responsabi­lidad como sociedad es la suma de las responsabi­lidades individual­es y las responsabi­lidades individual­es son para todos y no sólo para algunos? Algunos nos bancamos que nuestros hijos lloren, puteen, nos puteen porque decimos que no se puede ir a un encuentro multitudin­arioporque son situacione­s potencialm­ente contagiosa­s y es deber de todos cuidar y cuidarnos. Me viene a la cabeza un posteo que leí de los tres motivos por el cual yo uso barbijo. 1) Por humildad: no sé si tengo coronaviru­s y sabemos que se transmite antes de presentar síntomas. 2) Por amabilidad: no sé si la persona de al lado tiene un familiar batallando un cáncer, cuida a un adulto mayor o tiene una condición vulnerabil­idad o de riesgo. 3) Por comunidad: quiero que los negocios permanezca­n abiertos, los trabajador­es sanos y todos podamos salir adelante.

Las últimas tres semanas implicaron millones de charlas en casa. Logramos acordar un UPD (Último Día de Clases) adaptado a las circunstan­cias: sólo 8 personas en un balcón, sin murga, sin encuentros multitudin­arios, casi casi sin UPD. Y cuando a las 6.15 me desperté al ruido de las murgas nuevamente me sentí sola. ¡Cuánto más fácil sería desentende­rme de todo! Que mis hijas hagan lo que les parezca y ver si, “con suerte”, salen ilesas. Pero no, el día que decidimos ser padres, decidimos que nos iban a tocar un montón de decisiones “feas”, que íbamos a ser los peores padres del mundo, pero que ese era el rol, lo íbamos a hacer como mejor nos saliera, sin miedo a decir que no, sin que nos tiemble el pulso cuando la respuesta no sea la que el adolescent­e en cuestión espera.

Ojalá hubiera muchos menos padres piolas, cancheros, amigos, y más padres que ejerzan su rol desde su madurez, analizando un poco, más allá del ombligo.

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MARIANO VIOR
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