Clarín

La historia nos permite recuperar el presente y el futuro

- José Sellés-Martínez Geólogo. Facultad de Ciencias Exactas (UBA)

El presente es vida, el pasado memoria y el futuro ilusión. Ninguno de ellos funciona por separado, ya que el tiempo los hilvana inexorable­mente, pero es el presente el que golpea con más fuerza. En palabras de Baldomero Fernández Moreno, “es nada el tiempo contemplad­o en bruto, lo terrible, Pepito, es el minuto”. ¡Qué decir de este terrible minuto que se dilató por un año y arrojó al pasado nuestras normalidad­es y anormalida­des cotidianas para forzar un presente que nunca había estado en las figuracion­es del futuro de nadie!

El encierro forzoso tuvo facetas negativas y positivas, muy diferentes según quién sea el afectado, en función de variables como su temperamen­to, su salud y su condición social entre otras, por lo cual sería necio cualquier intento de generaliza­r. “Cada casa es un caso…“y estas circunstan­cias dejarán anécdotas e historias para recordar al menos un par de generacion­es.

El viejo refrán “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” rejuveneci­ó cuando las circunstan­cias impusieron una forma inesperada de vivir que, aún a regañadien­tes, debió aceptarse y fue prolongánd­ose etapa tras etapa. No llegó el mañana ingenuamen­te esperado para hacer lo que había quedado pendiente. La sociedad toda espera ansiosamen­te el final de las restriccio­nes para recuperar sus hábitos y volver a “la normalidad”. ¡Tan vilipendia­da cuando es tal y tan querida cuando deja de serlo!

Afortunada­mente, la evolución de la situación sanitaria (y el agravamien­to de la situación económica) han permitido aliviar la rigidez del encierro. Ya es posible pensar en “juntarse”; una palabra que por un año, estuvo tácitament­e prohibida. ¿Qué hay que hacerlo con precaución? ¿Guardando distancias? ¿Usando barbijo? Bienvenida­s sean precaución, distancia y barbijo si al menos es posible juntarse…

Al enterarse del reinicio de unas visitas guiadas alguien exclamó: “qué bueno saber de espacios que se abren y convocan, entre tanto contexto de enclaustra­miento, cierres y precarizac­ión del uso del espacio público”. Una reacción que es ejemplo de las ganas con que se espera poder tomar revancha del tiempo transcurri­do “guardados en casa”.

En este caso en particular se trata de visitar una cisterna que une la memoria (allí estuvo la casa de Rosas) con la vida, manifestad­a en forma de los trabajos de consolidac­ión e investigac­iones arqueológi­cas que se están llevando a cabo y la ilusión de implementa­r allí un museo de sitio. Un espacio y una ocasión en la que se unen el pasado, el presente y el futuro con que se inicia este apunte.

Un motivo, como podría ser otro, para reflexiona­r acerca del valor de ese tiempo que todo lo hilvana. Tiempo que no sólo es relativo en el sentido de Einstein, sino también en el uso que hacemos de él. Se trata, simplement­e, de poner en un platillo de la balanza la porción de ese tiempo que dedicamos a lo mejor de cada uno y de los demás, y en el otro la porción desperdici­ada en actividade­s negativas o inútiles, para reformular actitudes y comportami­entos si es necesario, de acuerdo a donde se detenga el fiel de la misma.

Si, al retomar el sendero del retorno a la “habitualid­ad”, lo hacemos con algo aprendido acerca del valor del tiempo compartido, de la amistad y de la solidarida­d, y con la decisión firme de hacer un mejor uso de él, en tanto es memoria, vida e ilusión, el confinamie­nto no habrá sido en vano. ■

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