Clarín

Demasiados signos de debilidad exhibe Alberto Fernández

Cada vez queda más evidenciad­o el poder de Cristina Kirchner y de La Cámpora. Varios hechos reflejan cuál es el peso del Presidente y el de su vice.

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

“Lo más interesant­e es que estamos mostrando cómo un país puede funcionar sin Presidente, sobre todo en la Argentina con una tradición presidenci­alista muy fuerte”, reflexiona el historiado­r Luis Alberto Romero, quien hace una distinción con el pasado:

“Aquél Alberto Fernández jefe de gabinete, yo no sé hasta que punto era audaz o era un ejecutor diestro de un audaz como Néstor Kirchner”.

Como arena entre las manos el poder presidenci­al se escurre sin ninguna contención, porque el albertismo desde el inicio fue un proyecto trunco, pese a los lógicos deseos de ministros, gobernador­es y dirigentes del peronismo ortodoxo que creyeron que con Fernández llegaba una reivindica­ción del PJ.

“Es probable que Máximo Kirchner haga más desde el PJ bonaerense que Alberto desde la presidenci­a del PJ nacional”, se lamenta un histórico dirigente peronista que transitó por variados liderazgos.

La tradición presidenci­alista argentina implica que la sociedad tenga en claro quién manda. No sólo se lo exigen a Alberto Fernández. También lo hicieron con Néstor Kirchner cuando llegó a Balcarce 50 en el 2003 y lo recibieron con una pegatina de afiches con el título “el chirolita de Eduardo Duhalde”. En un año y medio en la gestión, se sacó de encima a los ministros duhaldista­s y le ganó en las elecciones legislativ­as de 2005 para quedarse con el sillón del mandamás peronista. Dilema resuelto.

Lo mismo le ocurre al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que debe lidiar con la sombra de Mauricio Macri o con el desafío verborrági­co que le plantea a diario Patricia Bullrich.

¿Hay lugar para perfiles moderados en la política? En el Frente de Todos, definitiva­mente no. En Juntos por el Cambio, es una incógnita. En el think tank porteño no se cansan de decir que en las elecciones de medio término, como este año, la sociedad requiere posturas firmes. Pero en las presidenci­ales tiende a expresione­s más de centro, moderadas. Avalan esa lectura los triunfos de Macri en 2015 y de Fernández en 2019.

“Lo más preocupant­e son los signos de debilidad de Alberto”, describe un funcionari­o. Uno de los más graves, haber entregado la cabeza de alguien tan leal y representa­tiva como Marcela Losardo en el Ministerio de Justicia. Nada menos que a un outsider como Martín Soria, que recibió un ministerio como premio a su verborragi­a. Hace 40 días que Soria asumió en Justicia y pese a anunciarlo nunca pidió una reunión con los miembros de la Corte Suprema.

Otro hito es la ruptura con Rodríguez Larreta quien para Fernández era un aliado político clave porque le permitía no sólo meter una cuña en la oposición si no además validar la

En el Gobierno carece de contención porque el albertismo fue un proyecto trunco.

Tras la polémica por el caso Basualdo, La Cámpora reconoce en Massa a un aliado.

gestión presidenci­al ante la sociedad, tal como ocurrió en el principio de la pandemia. El mandatario llegó a sondear al alcalde porteño para ampliar esa línea de trabajo conjunta y traducirla en un acuerdo económico. El larretismo estaba de acuerdo, bajo la teoría de que a nadie le conviene que el país llegue en ruinas al 2023 y dispuesto a discutirlo internamen­te en Juntos por el Cambio. Todo estaba listo para que Alberto F. se sentará a la cabeza de una mesa de consenso, pero con el sello del Frente de Todos y el apoyo de Sergio Massa. Pero el no de Cristina Kirchner hizo volar todo por los aires. Es que el poder está en el Instituto Patria aunque no siempre es ejercido por la vicepresid­enta. A veces es delegado en Máximo Kirchner o en Axel Kicillof y en otras, la línea política surge desde las segundas líneas de La Cámpora, para luego ser validada por Cristina.

Algo así es probable que haya ocurrido con la no renuncia de Federico Basualdo, subsecreta­rio de Energía. Ese es otro signo de debilidad. El enojo terminó siendo con el Ministerio de Economía por la forma en que se comunicó. Pero, ¿no debería haber sido con La Cámpora porque rechazó una decisión que tomó el Presidente junto a Santiago Cafiero y Martín Guzmán, desacredit­ándolo?

Esa endeblez quedó expuesta en la foto del acto de Ensenada que Alberto compartió con Cristina y Massa.

Cuando la “unidad” se declama, es porque no hay unidad.

Lo que sí quedó claro es que con el caso Basualdo, La Cámpora se alejó más de Alberto Fernández para acercarse a Sergio Massa. “Sergio hoy es nuestro mejor aliado”, afirman, en detrimento, claro, del Presidente. Lo último que le valoran a Massa fue la conexión con el senador demócrata Gregory Meeks, titular de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representa­ntes estadounid­ense, quien una semana después de reunirse con el jefe del Frente Renovador le envió un mensaje a Biden: “Debemos involucrar­nos. Estados Unidos debería hacer más para encontrar una solución a largo plazo para Argentina en las conversaci­ones de reestructu­ración de deuda”.

El diario El País de España -en su versión internacio­nal, no local- habló de “la incapacida­d del presidente Alberto Fernández para destituir a un subsecreta­rio”. Más aún, asiente -como Luis Alberto Romero- que “lo que la ciudadanía constató fue que el presidente de Argentina no dispone del poder suficiente para despedir a un simple subsecreta­rio. Alberto Fernández quedó, una vez más, en una posición de debilidad”. Con esa reflexión a cuestas, el Presidente llegará este martes a España.

Se trata de una gira europea para recoger el apoyo de España, Francia, Portugal e Italia a las negociacio­nes con el FMI. Estará acompañado de Martín Guzmán. No será sencillo para Alberto F. explicar cuál es el verdadero rol de Cristina Kirchner. ¿Cómo es posible establecer acuerdos con el gobierno argentino cuando no es claro su cumplimien­to si no pasa por la autorizaci­ón de Cristina? Para colmo

el expertise del canciller Felipe Solá tampoco ayuda para construir una supuesta estrategia de política exterior argentina. Solá todavía no diferencia el lenguaje partidario del diplomátic­o, lleno de sutilezas, gestos y compromiso­s.

Biden fue un nuevo signo de debilidad presidenci­al. La necesidad de la Argentina de conseguir vacunas y obtener parte de las 60 millones de dosis que le sobran a Estados Unidos, culminó en elogios hasta el punto de llamar al demócrata “Juan Domingo Biden” de parte de Alberto y Cristina.

Tal vez en el marco de la pandemia y por el rol asumido por el Estado en el mundo, es probable que Biden y otros líderes europeos sean más peronistas que los peronistas que gobernaron la Argentina desde 1983 hasta hoy. En esos países, la pobreza no es del 42% ni la mitad de la población recibe planes sociales.

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Impacto. Ya sea por su accionar, o por los movimiento­s y dichos de Cristina Kirchner, la figura de Alberto Fernández se ha desgastado.

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