“Pareciera que en nuestro país está prohibido ser feliz”
Los tiempos de pandemia han dejado al descubierto quienes realmente somos. Como una lupa que exalta virtudes pero también exacerba defectos, nuestras miserias y bondades se observan sin niebla y con total nitidez. Por otra parte, el auge de las redes sociales también muestra a las personas sin tapujos ni disfraces y son un espejo cabal de lo que somos.
En ese contexto de crisis pandémica y redes sociales, pareciera que en la Argentina de hoy hay ciertas cosas que están prohibidas. Disfrutar la vida, cumplir anhelos, alcanzar sueños o crecer en diferentes ámbitos no está permitido y mucho menos darlo a conocer, es decir publicarlo. Compartir una alegría, dar a conocer un logro, un ascenso laboral o un viaje, lejos de generar el beneplácito del otro sólo produce indignación y genera rencor, envidia o rabia.
La legión de odiadores seriales tristemente gana más cada vez más adeptos. Son todos aquellos que transitan su vida en la mediocridad, que viven en la frustración permanente. El “no ser” aquello que pudieron ser los atormenta y dispara toda clase de sentimientos mezquinos y negativos.
Como una respuesta del subconsciente para tapar tanto dolor, se contentan con los fracasos ajenos y reaccionan con agresividad frente a progresos, crecimientos o alegrías de los demás.
En una sociedad tan tóxica como la nuestra, pareciera que aquel que tiene algún grado de éxito debe andar por la vida pidiendo disculpas, porque desde la lógica perversa de estos tiempos, exaltar el crecimiento propio indirectamente significa señalar con el dedo muchos fracasos ajenos.
En rigor, un escenario enfermizo donde está prohibido ser feliz como una suerte de solidaridad hacia todos aquellos que no la están pasando bien...
Sebastián E. Perasso
Sebastianperasso@hotmail.com