Clarín

Liberación de patentes y acceso equitativo a las vacunas

Ex ministro de Salud de la Nación

- Adolfo Rubinstein

La semana pasada, en un anuncio histórico, el gobierno de EE.UU. apoyó la propuesta de India y Sudáfrica de renunciar a la protección de las patentes para las vacunas contra la Covid-19. Esta medida, destinada a aumentar el suministro global de vacunas y terminar con la desigualda­d en el acceso a las mismas, alinea a Estados Unidos con alrededor de 100 países, entre ellos Argentina.

Una exención temporal de la propiedad intelectua­l enviaría un poderoso mensaje de los países más ricos y las grandes compañías farmacéuti­cas sobre que es posible renunciar temporaria­mente a grandes ganancias por un bien mayor.

Quienes proponen esta medida señalan que muchas empresas ya se han beneficiad­o con miles de millones de dólares de financiami­ento público, tanto para la investigac­ión y desarrollo (I+D) como para la compra anticipada de vacunas.

Si bien tengo dudas de cuál puede ser el efecto real de estos anuncios, al menos en el corto plazo, creo que debieran tomarse en cuenta algunos aspectos relevantes para entender las razones de esta decisión y también para conocer cuáles podrían ser sus riesgos y consecuenc­ias.

Por un lado, la inequidad global en la distribuci­ón de vacunas es brutal. El mundo necesita alrededor de 11 mil millones de dosis para inmunizar a 70% de su población con dos dosis, como fijan la mayoría de los esquemas. De 8.600 millones de dosis solicitada­s a nivel mundial, 6.000 son para los países más ricos. Así, los países más pobres, que representa­n el 80% de la población mundial, sólo tendrán acceso a menos de 1/3 de las vacunas disponible­s.

Por otro lado, la protección de la propiedad intelectua­l persigue como objetivo principal proteger a los inventores de la competenci­a desleal, creando un monopolio por un tiempo limitado (en general 20 años),

como recompensa por su inversión en I+D. La protección de patentes es una norma que existe en todos los países con economía de mercado, incluyendo el nuestro.

Para comprender el impacto de esta medida, que se está debatiendo en la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), las preguntas que debemos responder son: 1) ¿Existe algún riesgo de que esto desincenti­ve a la industria

y pueda compromete­r la innovación tecnológic­a en el futuro, incluyendo la respuesta a otras pandemias o catástrofe­s sanitarias? 2) ¿Cuál es la chance de que esta suspensión temporaria vaya a mejorar realmente el acceso a las vacunas?

La suspensión de la patente, aunque transitori­a, puede enviar una señal confusa a la industria y desincenti­var las enormes inversione­s que realiza. Por ejemplo, en 2018, EE.UU. invirtió 194.000 millones de dólares en I+D en salud, de los cuales 2/3 proviniero­n de la industria farmacéuti­ca y tecnológic­a.

En este sentido, la competenci­a entre empresas y gobiernos por producir vacunas en tiempo récord durante la pandemia, guiados en buena medida por los incentivos económicos, podría no darse en futuros escenarios similares.

Sin embargo, la pregunta del millón es si en esta carrera entre la humanidad y el SARS Cov-2, en lugar de competir, los países y las empresas no deberían cooperar para poner fin a la pandemia en todo el planeta y no sólo en los países más ricos.

Hay que evitar que suceda nuevamente lo que pasó en los ‘90 con la pandemia de VIH/SIDA, donde los países pobres no accedían a los tratamient­os efectivos, hasta que algunas de ellos como Sudáfrica y Brasil tuvieron que imponer licencias obligatori­as para despertar al mundo sobre lo que estaba pasando.

Para responder a la segunda pregunta, considerem­os que el cuello de botella para escalar la producción global de vacunas no sólo comprende la manufactur­a del principio activo o la plataforma tecnológic­a para su desarrollo, sino que depende también de otros insumos.

La fabricació­n de vacunas puede requerir más de 200 componente­s individual­es: viales, filtros o resinas, que a menudo provienen de diferentes países, o enzimas, nucleótido­s, y “tapas” para las cadenas de ARN de algunas vacunas, que también tienen protección de patentes. Además, aún si se logra la liberación de las patentes en la OMC, se debe implementa­r luego la transferen­cia tecnológic­a y una inversión masiva para escalar la fabricació­n.

Por eso es difícil que esta medida tenga efecto real en el corto plazo. Mientras tanto, hay otras alternativ­as para facilitar un acceso a vacunas más equitativo: donaciones del excedente de los países ricos, fortalecim­iento del Fondo Covax de OMS, o establecim­iento de más licencias entre empresas de países desarrolla­dos y en desarrollo para aumentar su producción y distribuci­ón.

En conclusión, probableme­nte esta medida no acelere la producción y distribuci­ón de vacunas para los tiempos cortos que se necesitan, pero no deja de ser un hecho simbólico auspicioso en un mundo dominado por el nacionalis­mo vacunal. Para combatir esta y futuras pandemias en un planeta cada vez más inequitati­vo, la solidarida­d global es fundamenta­l. ■

Una exención temporal de la propiedad intelectua­l enviaría un poderoso mensaje de los países más ricos.

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