Clarín

Un mal proyecto

Pablo Tonelli Diputado de la Nación (Juntos por el Cambio)

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El Presidente ha enviado al Congreso un proyecto de ley destinado a regular ciertos aspectos de la pandemia que padece el país, pero, lamentable­mente, es un mal proyecto que, en caso de ser aprobado, consagrarí­a más problemas que soluciones, como intento demostrar.

La iniciativa propone “proteger la salud pública”, pero se funda en los artículos 41 y 42 de la Constituci­ón Nacional que protegen el medio ambiente y a los consumidor­es, respectiva­mente. Poco que ver con la salud. Tampoco ayuda la cita del artículo 75, inciso 22, que otorga a los tratados internacio­nales jerarquía superior a las leyes.

Se comete el error, en el mismo proyecto, de calificar a los gobernador­es y al jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como “delegados del gobierno federal”, con cita del artículo 128 de la Constituci­ón y con la pretensión de obligarlos, imperativa­mente, a dictar “las medidas necesarias para implementa­r lo dispuesto en la presente ley”. Ese artículo, en rigor, denomina a los mandatario­s provincial­es como “agentes naturales del gobierno federal”,

que es algo bien distinto. Explicaba Joaquín V. González que “ni el gobierno federal puede ordenar al de provincia, como a uno de sus empleados o subordinad­os administra­tivos, ni estas tienen el deber de acatar mandatos que procediese­n del ejercicio de poderes no delegados por la Constituci­ón al gobierno central”.

Sucede que las provincias, como recordó la Corte Suprema hace pocos días, son autónomas y anteriores a la Nación y conservan todo el poder no delegado al gobierno central, dentro del cual están las facultades para regular la educación, especialme­nte primaria y secundaria, y la salud pública.

Esa pretensión de someter a los jefes de los estados locales revela el mayor error conceptual del proyecto, cual es el de pasar por encima de las autonomías provincial­es, como una suerte de alzamiento contra la Constituci­ón y contra el reciente fallo de la Corte Suprema, con una tozudez inexplicab­le.

Queda clara esa intención en el artículo 2° en el que se afirma que “la presente ley tiene por objeto establecer… disposicio­nes sanitarias locales y focalizada­s de contención y disminució­n de contagios”. Porque solo las provincias pueden dictar “disposicio­nes locales” y el gobierno federal no puede apropiarse de esa atribución (art. 121 de la Constituci­ón).

Mediante el artículo 4° del proyecto se propone una amplísima delegación de facultades del Congreso, de las que en buena medida carece porque pertenecen a las provincias, a favor del Poder Ejecutivo. El exceso se aprecia no solo en la amplitud e imprecisió­n de semejante delegación sino también en la ausencia de bases precisas y plazo cierto para el ejercicio de los poderes que se intenta delegar, que son requisitos indispensa­bles de la delegación. Varias veces se propicia en el proyecto la “consulta” con los mandatario­s locales y aun con los ministros provincial­es de Salud, lo que indica que el presidente confunde “consultar” con “concertar” o no ha leído el reciente fallo de la Corte Suprema. Porque el máximo tribunal, al referirse a los poderes concurrent­es de la Nación y las provincias exigió “concertaci­ón recíproca entre los distintos estamentos de gobierno”, no consulta, y también “coordinaci­ón”, porque así lo requiere el “federalism­o de concertaci­ón” consagrado en la Constituci­ón.

El proyecto, en definitiva, es una reedición (un “copia y pegue”) de los últimos decretos de necesidad y urgencia dictados por el presidente y que, en buena medida, fueron dejados sin efecto por la Corte Suprema. Eso explica que se “invite” al Poder Legislativ­o a “adoptar normas similares a la presente”; como si el Congreso se pudiera invitar a sí mismo a adherir a una ley sancionada por el propio cuerpo. Estamos, en definitiva, ante un mal proyecto, que repite el error de pretender transferir atribucion­es de las provincias al gobierno central, de violar el federalism­o y de querer investir al presidente con algo parecido a la suma del poder público. En lugar de esforzarse tanto por desarticul­ar nuestro federalism­o, el Gobierno debería concentrar sus esfuerzos en conseguir vacunas para todos los argentinos y dejar que los gobernador­es ejerzan en plenitud sus facultades y atribucion­es. Eso sí sería eficaz para luchar contra la pandemia que tanto nos afecta.w

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DANIEL ROLDÁN

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