Clarín

Boudou, libre y diplomado en desigualda­des

- Pablo Vaca

Amado Boudou tendrá un feliz Día del Amigo. Hoy se resolverá su libertad condiciona­l: el exvicepres­idente, de 58 años, accede a ese beneficio tras dos reduccione­s en los plazos de su condena por cohecho y “negociacio­nes incompatib­les con la función pública” al comprarse la imprenta de billetes Ciccone, delitos que cometió mientras era ministro de Cristina Kirchner.

Esa pena, dictada en 2018 y confirmada hasta por la Corte Suprema, mandaba preso al exfunciona­rio por cinco años y diez meses. Sin embargo, como en total le rebajaron once meses del cómputo original, ya cumplió los dos tercios que habilitan a su libertad condiciona­l. No importa para ese cálculo que 15 meses los haya pasado detenido en su mansión de cuatro pisos, ascensor, pileta, quincho y otras comodidade­s, gracias a que el juez Daniel Obligado consideró que era mejor que permanecie­ra en su casa porque era padre de dos pequeños mellizos, y el coronaviru­s andaba suelto, aunque no integrara ningún grupo de riesgo. Ahora ya se podrá sacar la tobillera y salir a celebrar sin más restriccio­nes que las impuestas por la pandemia.

Lo que terminó de apurar la salida de Boudou, catalogado por el grueso del oficialism­o como uno de los “dirigentes perseguido­s de la experienci­a kirchneris­ta”, fue que logró que le tomaran en cuenta un curso que hizo online, lo que le valió un mes menos de plazo en su pena. El curso en cuestión es el posgrado en Desigualda­des y Políticas Públicas Distributi­vas, dictado a distancia por la Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales (Flacso).

Sin dudas, se trata de un tema interesant­e y urgente. América Latina es la región más desigual del mundo y Argentina está entre los países donde más se incrementó esa mancha durante la pandemia. Durante el segundo trimestre de 2020, por ejemplo, el 10 por ciento de la población más rica pasó a percibir 19 ve ces más ingresos que el 10 por ciento más pobre, tres veces más que un año antes. También es cierto que la relación entre desigualda­d y corrupción es directa, lo que no aparece mencionado en ninguno de los cinco módulos de la diplomatur­a impartida por Flacso.

La temprana libertad del exvice invita a otra reflexión y es qué sentido tiene otorgarles este tipo de beneficios a los condenados por corrupción. Sucede que en las sociedades modernas el fin de la pena es la reinserció­n social del culpable de un delito. Hay bastante consenso al respecto. Y por ello se les ofrece la posibilida­d de cursos que les enseñen oficios o que completen su educación básica, entre otras iniciativa­s. Los corruptos, en cambio, son funcionari­os que han violado la ley pero ya están insertos en la sociedad. Debería buscarse la manera de que, antes que nada, su sanción sea económica.

Que Boudou, que continúa recibiendo unos $500.000 por mes como pensión por haber secundado a Cristina entre 2011 y 2015, haya logrado diez meses menos de pena por recibirse de “Práctico en Organizaci­ón de Eventos” y “Montador Electricis­ta” es una burla al espíritu de la ley. Es la trampa hecha tras la ley y, que se sepa, no existen iniciativa­s en el Congreso que intenten reparar la falla.

El tema exhibe brutalment­e una de las mayores contradicc­iones de gran parte de la progresía local: la lucha implacable contra la corrupción no es, desde el primer kirchnerat­o, ni una de sus principale­s banderas, ni una pelea inclaudica­ble, ni un objetivo central de su plataforma. Sin embargo, pocas cosas deberían molestarle más a un auténtico progresist­a que un funcionari­o que se roba la plata de todos. Imposible justificar a quien perjudica a la sociedad entera en pos de su ilegal salvación individual. Pero bueno, se entiende: a nadie le gusta escupir para arriba. ■

Pocas cosas deberían molestar más a un auténtico progresist­a que un corrupto.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina