Clarín

Alberto F. pone a los mapuches de pie, y de rodillas a sus víctimas

- Miguel Wiñazki

Alberto Fernández ha venido a poner a los pseudo mapuches de pie. Movilizó a su Estado Mayor para eso. Rafael Bielsa partió raudo a defender a Facundo Jones Huala; Aníbal Fernández, otro gran cacique, contradice y frena el pedido de auxilio que desde el Sur le formulan a gritos, y la abuela venerable de los mapuches, Estela de Carlotto, ha ofrecido su ilimitada ayuda bajo el argumento de que ellos “son perseguido­s por la avaricia de quienes quieren robarles sus predios”.

De pronto pareciera que el presidente de los pseudo Mapuches se llamara Alberto Ángel Fernández.

Opera como el Lonko mayor y se negaba defendiénd­olosa enviar fuerzas del Estado Argentino a detener una avanzada de violencia azuzada por pasividad desde la Casa Rosada. Pero como todo delirante, al fin, trasladó un contingent­e de 190 gendarmes para frenar la disconform­idad general.

No alcanzó. Según los habitantes del lugar, las víctimas para el Gobierno son los atacantes y los reales victimario­s son los agresores, según la visión oficial. Así, la Patagonia está en llamas que serán difíciles de conjurar.

Las autoridade­s provincial­es y municipale­s del Sur critican al huésped de Olivos y a los caciques que habitan el poder político “argentino”. Sólo confrontan contra oídos alevosamen­te sordos, que destaparon muy parcialmen­te con ese mínimo dispositiv­o de gendarmerí­a decidido bajo presión cívica.

Apenas habían logrado que Alberto respondier­a con una de sus epístolas que ya quedarán para el archivo de las misivas incunables de lo incomprens­ible: “No es una función del Gobierno.. .brindar mayor seguridad en la región”. Aníbal Fernández invocó a Santiago Maldonado para justificar su pasividad.

La leyenda continúa. La ficción se ahonda y la violencia se propaga. La gerontocra­cia montonera coadyuva para agitar los fuegos

como si el tiempo se hubiera detenido en sus petrificad­os cerebros ideologiza­dos y también en sus nuevos reclutas que aterroriza­n, según la definición de la gobernador­a Arabella Carreras a diestra y siniestra.

Los mapuches reales y pacíficos son un pueblo de profundida­des y cosmogonía­s muy vinculadas a la naturaleza. Se percibe en ellas la presencia del Pacífico habida cuenta de sus primigenia­s raíces: Allá en el fondo del mar/en lo más profundo, vivía una gran culebra que se llamaba Kai kai./Las aguas obedecían a las órdenes de la/ culebra y un día comenzaron a cubrir la tierra.

También, por supuesto, brota en la mitología originaria el culto de las montañas gigantes: Había otra culebra tan poderosa como la anterior/que vivía en la cumbre de los cerros…

No se trata ni de despreciar a un pueblo, ni a su historia ni a sus mitos. Todo lo contrario.

Hay una bellísima y atávica astronomía mapuche. Hay constelaci­ones con forma de guanaco, y los nombres de los astros son como luces magnéticas para mirar esos cielos hipnóticos de la Patagonia.

Se trata de estudiar esos saberes, de integrarlo­s como un capital cultural, y no de romperlo todo por un interés político coyuntural, distorsion­ando valores esenciales. La cuestión es evitar la violencia.

En Chile es un drama aún mayor, la población mapuche oscila el millón de personas y el gobierno ha decidido un Estado de Emergencia que divide profundame­nte a toda la sociedad trasandina.

La pregunta del lado argentino es, ¿por qué el Gobierno agita esos avances? La respuesta hipotética causa estremecim­ientos e inquietude­s: están fomentando un modelo de transforma­ción a través de la violencia auspiciada.

Todo está en sintonía con la liberación de presos peligrosís­imos en la pandemia y con las usurpacion­es de tierras movilizada­s por jerarcas y punteros con venia de los burócratas más empinados. El drama de la falta de vivienda es real.

La solución es legal y dialógica. Los reclamos genuinos de los mapuches reales y pacíficos deben ser oídos y su resolución negociada dentro de los marcos legales.

Pero el Gobierno está optando por la anomia disfrazada de leguleyerí­as.

Según la visión religiosa mapuche ancestral, las aguas turbulenta­s tienden a subir a los cerros, y los cerros flotan, pero realizados los debidos sacrificio­s las culebras oceánicas se calman y las aguas descienden desde las montañas y la paz reina.

Los sacrificio­s son ahora los que exigen la ley y la negociació­n. Pero las culebras dominantes son más voraces que las ancestrale­s y quizás menos sabias, y en lugar de procurar la convivenci­a sin violencia buscan seguir enroscándo­se para propiciar el caos que no solamente brota en el sur.

Los mapuches veneran a los volcanes, pero no a éste volcán de lava desenterra­da por los gerontes nostálgico­s de las guerrillas que los manipulan, sino a los reales y gigantes que se yerguen aquí y allá en la Patagonia Austral a los dos lados de los Andes.

Alberto Fernández no cuenta en estos casos con la palabra de la gran Machi de todo este sismo: Cristina Fernández. Hay comunidade­s mapuches en Santa Cruz también, pero no han fijado su vista en El Calafate, tomado por otros capitanejo­s que no son originario­s pero que caciquean a fondo. Jefes de grandes fortunas, Lázaro Báez, entre ellos, aunque ahora no pueda gozar de sus extensione­s.

Claro, hay nuevos colonizado­res en la Patagonia rebelde. La capital de las colonias está en el Calafate. Y la Machi que lo tutela todo permanece en este caso, como en tantos otros, silente. El Presidente habla por ella, y su ministro de Seguridad también, y su embajador trasandino también. Y la lava de los volcanes brota y quema en contra de todo el resto. ■

 ?? ?? Llamas en la Patagonia. Incendio del Club Andino, de El Bolsón, atribuido al grupo mapuche RAM. El Gobierno envió 190 gendarmes
Llamas en la Patagonia. Incendio del Club Andino, de El Bolsón, atribuido al grupo mapuche RAM. El Gobierno envió 190 gendarmes
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina