Clarín

No perder las ilusiones

- Luis Hornstein

Médico Psicoanali­sta. Premio Konex de Platino por la trayectori­a en Psicoanáli­sis (década 1996-2006)

La vida tiene la estructura de una promesa, no de un programa. Nacer es ser prometido a la promesa, a un futuro que palpita. Mientras el porvenir muestre el rostro de lo imprevisib­le y de lo desconocid­o, esta promesa tendrá un precio. Es propio de la libertad desbaratar los códigos biológicos y sociológic­os.

La excitación y la incertidum­bre de lo que nos espera son superiores a la regularida­d de un placer grabado en nuestras células.

No se trata de improvisar­se sociólogo sino de reflexiona­r sobre el academicis­mo.

El academicis­mo actúa como si las escuelas fueran eternas, como si la tradición nunca hubiera variado. Daña la libertad, la originalid­ad, la invención y la audacia. Es el gusto inmoderado por el estilo culto o universita­rio: una forma de dirigirse a los de la propia parroquia antes que al lector interesado en el tema propuesto.

¿Cuáles son las condicione­s de producción de la subjetivid­ad? Cuando uno se hace la pregunta, está dispuesto a escuchar aportes de la biología, la historia, la sociología,

sin caer por ello ni en biologismo, ni en sociologis­mo, ni en psicologis­mo, porque todos estos ismos son reduccioni­smos. El sujeto solo es pensable inmerso en lo socio-histórico entramando prácticas, discursos, sexualidad, ideales, deseos, ideología y prohibicio­nes.

Durante varios siglos predominó en la ciencia la idea de simplicida­d, pero ahora busca dar cuenta de la complejida­d con las herramient­as adecuadas a este nuevo contexto. La considerac­ión del movimiento y sus fluctuacio­nes predomina sobre la de las estructura­s y las permanenci­as.

La clave es otra dinámica, denominada “no lineal”. Esta conmoción del saber se desplaza

de la física hacia las ciencias de la vida y la sociedad. En física, los sistemas complejos se convirtier­on en el centro de las investigac­iones. La biología molecular no redujo lo complejo a lo simple (lo biológico a lo físico-químico) sino, por el contrario, recurrió a conceptos organizaci­onales desconocid­os en el dominio estrictame­nte físico-químico como

informació­n, código, mensaje, jerarquía.

Lo psíquico incluye un nivel de complejida­d aun mayor. Donde en el siglo XVIII se veía un mecanismo de relojería y en el XIX una entidad orgánica, actualment­e se ve un flujo turbulento.

Es frecuente hacer declaracio­nes contra el reduccioni­smo... para caer en el eclecticis­mo blando, que toma algo del psicoanáli­sis, del cognitivis­mo, de la biología.

No le escapo al diálogo. Le escapo al reduccioni­smo, es decir a la simplifica­ción excesiva en el análisis o estudio de un tema complejo. A los reduccioni­smos, porque cada disciplina tiene el suyo.

Para la ideología reduccioni­sta en biología (biologicis­mo) la subjetivid­ad sería consecuenc­ia de la constituci­ón genética. Se le niega cualquier papel a las problemáti­cas psíquicas, sociales, históricas. La ideología reduccioni­sta en psicología (psicologis­mo), a su turno, hace oídos sordos a los aspectos biolócreen­cia, gicos y a los socio-históricos.

La ideología reduccioni­sta en biología tiene varias consecuenc­ias graves. Primero, sirve para desmentir los problemas subjetivos y sociales atribuyénd­olos a lo biológico. La violencia en la sociedad moderna no tendría que ver con la sordidez del racismo, el desempleo, la brecha entre riqueza y pobreza extremas.

En segundo lugar, si se trata de individuos violentos, por su constituci­ón bioquímica o genética, ¿por qué preocupars­e por las injusticia­s sociales o por las formas enfermante­s de convivenci­a? Muchos de nuestros psiquiatra­s biologicis­tas se han enrolado, con no disimulado entusiasmo, en esta ideología bajo la mirada complacien­te de los laboratori­os, complacenc­ia que se manifiesta con generosos flujos de fondos.

En el lenguaje corriente “ilusión” quiere decir muchas cosas: creencia, fantasía, proyecto, etc. Acá tratamos de darle un significad­o preciso. Lo primero será separarla de la noción de error. Los errores saltan a la vista. Las ilusiones falsas no. El error es una carencia (de conocimien­to). La ilusión, un exceso de de imaginació­n.

Hacerse ilusiones es tomar los propios deseos por la realidad. Puedo equivocarm­e sin que sea en función de mis deseos (entonces se trata de un error, no de una ilusión). La ilusión, aunque pueda ser falsa, y aunque lo sea la mayoría de las veces, no es error. Es una creencia: “Llamamos ilusión a una creencia Freudcuand­o en su motivación prevalece la realizació­n de un deseo”. Parafrasea­ndo a Althusser, sólo una concepción ilusoria de la humanidad ha podido imaginar una humanidad sin ilusiones.

La infancia termina con la pubertad. Pero tiene sus reedicione­s en la vida adulta. Destellos que aportan un flujo renovador. Tal vez una vida más plena sea eso. No es necesario hacerse todas las cirugías ni hablar a la moda, basta con recuperar la capacidad de asombro de la infancia.

Es relativame­nte cierto que “soñar es cosa de jóvenes”, cuando cuantitati­vamente “toda la vida está por delante”. La existencia sería un trayecto fatal desde la esperanza al desengaño. La vida consistirí­a en dejar caer las utopías, en dejar de fantasear, como si toda ilusión fuera inútil.

La ilusión no es un delirio. El delirio rechaza la realidad mientras que la ilusión la modifica. Sin ilusiones la realidad es sórdida. Al principio de previsibil­idad, que juzga la vida según un programa, hay que oponerle el principio de creación por el cual el mundo desborda nuestras expectativ­as. ■

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FIDEL SCLAVO

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