Clarín

El segundo fracaso de Cristina, y la estrategia secreta de Manes

Todos saben que el problema es político, no económico, más allá del acting de la vice. El candidato radical busca ampliar de otra manera la coalición.

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

Cristina Kirchner siempre tuvo la habilidad para crear una realidad paralela a la que adhieren cada vez menos seguidores, como en Chaco. Esa “cualidad” también incluye la de ir al diccionari­o y leer lo que le conviene. Como cuando con el diccionari­o en el celular, corrigió al periodismo diciendo que la que protagoniz­a con Alberto Fernández no es una "pelea" sino que se trata de un debate.

El diccionari­o de la Real Academia Española dice que una pelea entre animales, es luchar entre sí. Pero "pelea", es la acción de pelear. Y pelear tiene varias acepciones: “afanarse, resistir o trabajar continuada­mente por conseguir algo, o para vencerlo o sujetarlo”; “contender o reñir, aunque sea sin armas o solo de palabra”; “desavenirs­e, enemistars­e, separarse en discordia”. O sea que entre la vicepresid­enta y el Presidente hay una pelea.

Otra palabra que podría describir el vínculo de Cristina hacia Alberto es “desestabil­izar”. Según el diccionari­o, es “compromete­r la estabilida­d de una situación política o económica”. En términos políticos se conoce como un golpe suave o blando, y es lo que está practicand­o el cristinism­o dentro de la coalición gobernante.

Lo que no hay es un debate. Ella misma admitió que había designado como candidato a presidente a un político como Fernández, porque no tenía poder ni lideraba un partido. Entonces, si ella tiene el poder, como La Cámpora lo ostenta al afirmar que “el gobierno es nuestro” o para imponer una política económica o un gabinete, evidenteme­nte nunca podría tratarse de un debate. Porque las decisiones de Cristina no se discuten.

Cristina no se hace cargo del gobierno que creó. Habla de tres gobiernos kirchneris­tas al referirse al primero de Néstor Kirchner (2003-2007), y los dos presididos por ella (2007-2011 y 20112015). Lo que omite detallar es que el último, que llevó adelante después del fallecimie­nto de Néstor, fue el peor de todos.

Cuando le entregó simbólicam­ente el poder a Mauricio Macri (porque inventó un conflicto para no darle el bastón de mando ni la banda presidenci­al), Cristina dejó un país a las puertas de una crisis. Un 27% de inflación –que no se medía- y que el año anterior fue de 38,5 puntos; más del 30% de pobreza; una deuda externa de US$ 240.665 millones de dólares; US$ 25 mil millones de reservas brutas pero sólo US$ 1.280 millones netas, después de haber llegado a tener en 2010 a US$ 51 mil millones; 61% más de empleados estatales; casi el doble de presión impositiva; 5,8% de déficit fiscal; un férreo e inútil sistema de controles de precios; un profundo retraso de tarifas; cepo cambiario; y un estancamie­nto económico desde el 2011. No es casual que en esos cuatro años pasaran tres ministros de Economía y que hayan sido Amado Boudou, Hernán Lorenzino y Axel Kicillof.

A ese fracaso del gobierno de Cristina Kirchner se suma el actual, que comparte con Alberto. Más allá de la estrategia de intentar diferencia­rse, lo cierto que el Presidente y su vice son responsabl­es de la grave situación económica. Todo el Frente de Todos sabe que el problema no es económico sino político y que no se soluciona reemplazan­do al ministro de Economía. En tanto y en cuanto Cristina quiera gobernar el país desde el Instituto Patria y Alberto se resista, no habrá nada que hacer para salir del laberinto en el que la vicepresid­enta metió al peronismo. Por eso, ningún equipo económico en su sano juicio ocuparía el lugar de Martín Guzmán.

Entonces, ¿por qué Cristina insiste en correr a Guzmán? “Cristina lo quiere a Alberto acorralado, maniatado, sin margen para hacer nada. Pero Alberto se encerró en la sala de comando del Titanic, y ella no puede entrar y agarrar el timón”, ironiza un ex funcionari­o. Ocurre que el poder de la vicepresid­enta ha menguado.

Por ahora, la única estrategia válida se limita a apostar a que Javier Milei divida a Juntos por el Cambio en las próximas elecciones, para tener chances a nivel nacional o en su defecto, en la provincia de Buenos Aires. Pero falta demasiado para saber qué incidencia tendrá el diputado y líder de derecha de Libertad Avanza.

“En las elecciones que viene la sociedad va a elegir entre lo viejo y lo nuevo, y para mí lo nuevo somos Milei y yo”, asegura Facundo Manes en sus charlas privadas. La diferencia entre ambos es que el diputado radical cree en la política, y el economista no. Por eso uno tiene una estructura, y el otro carece de ella.

Manes ya está trabajando para ser Presidente, o nada. Suele decir que las pandemias cambian la mentalidad de la sociedad para mejor o para peor, y que una pandemia equivale a 150 Malvinas, en cuanto al daño psicológic­o, laboral, moral. Durante un encuentro vía Zoom en plena cuarentena en 2020 con Horacio Rodríguez Larreta y otros dirigentes del PRO, Manes vaticinó: “La pandemia se los va a llevar puestos a todos”. Por eso está convencido que en 2023 habrá un voto emocional que dará lugar a una nueva etapa.

“Mi hermano y yo somos como los Kennedy, comprás uno y te llevás dos”, dicen que suele describir Manes a la sociedad que consolidó con su hermano Gastón. La tercera pata de ese esquema es Maximilian­o Abad, presidente de la UCR bonaerense. Manes busca captar el segmento centro popular, o la ancha avenida del medio. De la UCR se ocupan su hermano y Abad, aunque ya cuenta con el respaldo de Ernesto Sanz y del Coti Nosiglia, entre otros tantos.

Por sus charlas multitudin­arias en el interior, antes del 2021 fue tentado varias veces a incursiona­r en la política pero las desechó. Marcos Peña y el propio Macri, antes del nacimiento de Cambiemos en 2015, lo invitaron pero no quiso. También Elisa Carrió le sugirió que fuera su vice. En 2013, cuando Cristina Kirchner tuvo un edema subdural y debió operarse, Manes había sido el responsabl­e médico del proceso. Tras el éxito de la intervenci­ón, la entonces presidenta mandó un enviado para ofrecerle sumarse al kirchneris­mo, pero lo rechazó.

Pero los roces con el PRO en la reciente campaña electoral tienen una raíz. Cuando la cuenta, en sus diálogos con dirigentes radicales, recuerda que María Eugenia Vidal apenas asumió la gobernació­n bonaerense y era la dirigente del momento, quiso incorporar­lo como funcionari­o. “Yo no soy kirchneris­ta ni del PRO, tengo el corazón alfonsinis­ta”, le decía. Ante la insistenci­a, se ofreció a aportar un plan de capital mental, para invertir en nutrición. Convocó a los mejores especialis­tas del mundo y le llevó ocho meses elaborarlo. Nadie lo leyó. Él cree que el verdadero objetivo fue tenerlo ocho meses atado, filtrando que podía ser candidato a senador o a diputado, y finalmente les dijo que no. Cerca de Manes denuncian que después vio una campaña de desprestig­io en su contra, promovida por Marcos Peña, presentánd­olo como un ególatra.

Para Manes, hoy su verdadero rival no es Larreta, sino Milei. “El problema de Larreta es Macri, que es su jefe. La única salida que tiene Horacio hoy es decir, yo soy el líder del PRO y le voy a ganar a Macri. De lo contrario él o Bullrich van a ser los Alberto Fernández de Macri”, le escucharon decir en los últimos días. La otra diferencia con Larreta es que si bien ambos consideran que deben contar con una mayoría, un 70% para gobernar la etapa que viene, Manes pretende que el proceso sea de abajo hacia arriba y no “un acuerdo de cúpulas, con dirigentes peronistas sin votos a los que nadie conoce en el Conurbano” como Emilio Monzó o Miguel Pichetto.

Manes eligió un camino mucho más largo: predicar en distintos puntos del país qué es lo que hay que hacer para refundar el país y cuánto va a costar. “Mi rol es el de un líder, el de pasar de una sociedad depresiva a una con esperanza. No sé si lo voy a lograr, pero si logramos eso, hay que llegar al poder con un amplio apoyo como llegaron Alfonsín o Menem, y ahí ceder en el armado del gobierno. No, armar antes”,

es la explicació­n que da ante sus seguidores.

Está convencido que el radicalism­o tiene que liderar la coalición pero todavía ve una suerte de síndrome de Estocolmo de algunos dirigentes de la UCR con el PRO. Y no quiere saber nada con los dirigentes de la UCR que buscan ser vice de Bullrich o Larreta. “Va a haber una tensión si el radicalism­o se siente cómodo en Juntos porque va a nacer una nueva coalición”, afirman cerca del candidato. Estrategia en mano, Manes suele describir el panorama de una manera particular: “Macri, Bullrich, Cristina y Alberto son el pasado; Larreta es sólo gestión, sin carisma; Milei es la ira... y yo tengo que representa­r a la inspiració­n”. ■

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Antecedent­e. En su último mandato CFK tuvo tres ministros de Economía y dejó al país al borde de la crisis.

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