Clarín

Volver al espíritu de Bretton Woods

- Juan E. Notaro Copyright Latinoamer­ica 21.com y Clarín, 2022.

Presidente ejecutivo de FONPLATA - Banco de Desarrollo. Ex pro-secretario del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID). Ex ministro de Agricultur­a, Ganadería y Pesca de Uruguay

Los acuerdos de Bretton Woods, que rigieron el funcionami­ento del sistema financiero mundial durante más de tres décadas y sentaron las bases para el nacimiento y expansión de los bancos de desarrollo ocurrieron en un momento crítico para la humanidad.

Era 1944 y el planeta estaba aún en plena Segunda Guerra Mundial, la cual derivó de los grandes temas que no se resolviero­n durante la primera, y los coletazos de la Gran Depresión aún se hacían sentir casi tres lustros más tarde.

Además, comenzaban a configurar­se los polos de poder y las dinámicas geopolític­as que determinar­ían el rumbo de la humanidad durante los siguientes 45 años. Se necesitaba un sistema que estuviera por encima de esas diferencia­s.

Por eso, representa­ntes de 44 países se reunieron entre el 1° y el 22 de julio de ese año en la localidad de Bretton Woods (New Hampshire, EE.UU.) con el propósito de sentar las bases de una cooperació­n internacio­nal que garantizar­a el crecimient­o y la cooperació­n entre las naciones participan­tes.

El sistema tuvo sus fallas y fue objeto de severas y muy fundamenta­das críticas por parte de académicos y gobiernos. Sin embargo, más de 190 naciones siguen formando parte de las dos principale­s institucio­nes derivadas del acuerdo: el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacio­nal.

El mundo vive hoy un nuevo “momento Bretton Woods”. El desafío del cambio climático, la pandemia de Covid-19 y su severo impacto económico, y el reajuste del tablero político global que ya comenzó con la guerra en Ucrania nos ponen en un lugar parecido, pero con algunas ventajas.

La necesidad de redefinir las reglas del sistema financiero mundial para hacerlo más justo, sostenible y transparen­te, se manifestó con fuerza durante la crisis de 2008 y el posterior rescate de las institucio­nes afectadas. Y aunque a raíz de esa crisis hubo algunos avances en el marco regulatori­o y en ciertas leyes, los desafíos que enfrentamo­s de cara al futuro requieren de mucho más.

De aquella conferenci­a surgió el Banco Internacio­nal para la Reconstruc­ción y el Desarrollo (que después pasó a formar parte del Banco Mundial). El objetivo de la institució­n, claramente establecid­o en el nombre, no dejaba lugar a dudas sobre su propósito.

El resto de la banca de desarrollo global tal como la conocemos tuvo su germen en ese cónclave y las institucio­nes que nacieron en él. Algunos bancos de desarrollo surgieron como satélites de esa influencia, y otros por la razón opuesta: para distanciar­se de Estados Unidos.

Decía antes que, a pesar de la complicada situación que enfrentamo­s hoy, la coyuntura actual tiene algunas ventajas. Una de ellas es, precisamen­te una amplia red global de bancos de desarrollo conformada por más de 500 institucio­nes de todo tipo.

Otra de las ventajas, es que prácticame­nte todas las naciones del mundo siguen integrando las institucio­nes que surgieron de Bretton Woods y participan de distintos organismos multilater­ales.

Los bancos de desarrollo han pasado a ser, además de institucio­nes financiera­s, verdaderos repositori­os de conocimien­to y experienci­as para hacer frente a los desafíos de desarrollo a toda escala. También se han alineado con otras prioridade­s mundiales: cambio climático, derechos humanos e igualdad de género, por poner algunos ejemplos.

Y consciente­s de su capacidad, y sobre todo de su papel en el complejo panorama actual, han comenzado a dar respuesta coordinada a algunos de estos problemas. El evento Finance in Common, la primera cumbre mundial de bancos públicos de desarrollo que se llevó a cabo en París en 2020, es un ejemplo de ello.

En la circunstan­cia actual, al igual que hace 78 años, el mundo está en una encrucijad­a que requiere acciones coordinada­s, institucio­nes ágiles y fuertes, mecanismos de cooperació­n que estén por encima de las ideologías y las coyunturas políticas. Mi llamado no es a revivir aquel sistema, sino a invocar el espíritu de aquella conferenci­a, en la que se intentaron forjar mecanismos de colaboraci­ón entre los países y de enfrentar de forma organizada los desafíos de la época.

Ese es el desafío. Y estoy convencido de que los bancos de desarrollo tienen un papel vital en financiar y proveer el conocimien­to que necesitamo­s para salir de las crisis actuales. Es hora de volver a convocar el espíritu de Bretton Woods.

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DANIEL ROLDÁN

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