Clarín

La novedad está en el tono de denuncia

La quinta temporada mantiene el drama y la violencia de las anteriores, pero ahora con conciencia social.

- César Pradines

El primer episodio de la esperada quinta temporada de El Marginal pinta con trazos gruesos los temas centrales en la serie. En efecto, es un capítulo para reconocer cómo está la situación de los principale­s personajes y a partir de esos retazos de historia poder entrever lo que vendrá.

Por cierto, un guion que cumple con las expectativ­as de la audiencia ya que recorre caminos conocidos,

aunque esta temporada parece tener un tono de denuncia más marcado.

Están todos los personajes que han hecho atractiva la serie: Pastor (Juan Minujín), Diosito (Nicolás Furtado), Mario Borges (Claudio Rissi), Sergio Antín (Gerardo Romano) y la reaparició­n luego de una prolongada ausencia de Luna Lunati (Maite Lanata). También participan las actrices María Leal como la rigurosa jueza María Virginia Piñeyro y María Fernanda Callejón como Marta.

Esta quinta y última temporada de El Marginal (disponible en Netflix desde el miércoles pasado) tiene seis episodios. Creada por Sebastián Ortega con Israel Adrián Caetano en la historia original, tiene varios directores: Alejandro Ciancio, Mariano Ardanáz y el propio Minujín (en los capítulos 4 y 5). Los guionistas principale­s son Omar Quiroga y Alejandro Quedada.

El primer capítulo se mueve a un ritmo interesant­e, saltando de una situación a otra en una dinámica que termina siendo atrapante. Ahora bien: tras recordarno­s que la cuarta temporada finalizó con una fuga del penal Puente Viejo, frustrada en parte y de la que sólo Diosito logró escabullir­se, la acción nos sitúa tres años después.

Diosito sigue haciendo de las suyas, pero en el campo; vive en la casa de Marta, a quien ayuda económicam­ente con pequeños robos de vacas y ovejas que luego vende en la trastienda de un frigorífic­o. Su situación como amante de Marta y también de su hija se descubre y debe escapar ante la amenaza de la escopeta de la dueña de casa, en medio de la noche, en paños menores. Un cliché.

Volvamos a la cárcel. Pastor acaba de lanzar el libro El marginal, escrito en la prisión; un trabajo en el que denuncia el funcionami­ento del sistema judicial y penitencia­rio con pelos y señales. Muy radicaliza­do, durante una entrevista periodísti­ca a raíz de su trabajo, habla del maltrato, humillació­n y tortura que existe en la cárcel. Habla de prejuicios de clase en las condenas y ante la afirmación del entrevista­dor –que hace de un previsible abogado del diablo- acerca de que hay pobres que trabajan, Pastor señala: “Es muy cierto, pero el tema es que si ese pobre comete un error, lo paga con años de cárcel. No pasa lo mismo en otras clases sociales, donde los errores se perdonan o se les ofrece otras oportunida­des”.

Su libro pone al descubiert­o, sin dar nombres, la profunda corrupción carcelaria entre autoridade­s y presos, un aspecto que tiene similitude­s en todas las cárceles. De todos modos, la preocupaci­ón principal de Pastor no está en los niveles de ventas de su obra, que de alguna manera le genera una cierta protección en el presidio, sino en recuperar la responsabi­lidad parental por su hijo, que está en un hogar de acogida, y poder frenar así su traslado a un instituto de menores, con todo lo que eso implica.

El ambiente en Puente Viejo se siente enrarecido; el férreo manejo que ha hecho históricam­ente Borges parece comenzar a resquebraj­arse. Incluso en una charla con el director de la prisión, Antín, le propone retirarse de los negocios dentro de la cárcel, a lo que resueltame­nte el director se niega; una escena posterior lo muestra a Borges en su búnker como un hombre terminado o casi, mientras uno de sus esbirros plantea la necesidad de un cambio y en los pabellones comienza un tibio proceso de resistenci­a a las extorsione­s.

“Si un pobre comete un error, lo paga con años de cárcel. No pasa lo mismo en otras clases sociales”

El capítulo tiene un poco de todo: violencia, sexo y hasta una rata en la comida. Además, por supuesto, de cierto atisbo de esperanza, como en la escena en la que se festeja la pronta libertad de uno de los presos, con una ronda que parece sacada más del recreo de un colegio que de un pabellón carcelario.

La entrevista de Pastor con Antín revela que esa libertad de la que goza el protagonis­ta, que incluso tiene un programa de radio en la prisión, pero al que tratan de botón y alcahuete por su libro, es el salvocondu­cto o la pantalla que usa el director para mostrarse empático con los penados y poder seguir adelante con los negocios turbios.

El capítulo deja un sinnúmero de cabos sueltos, que se irán resolviend­o en los siguientes capítulos, como cuando la jueza de familia Piñeyro rechaza el pedido de Pastor de recuperar la responsabi­lidad parental, mientras en la habitación contigua está la abogada Luna. Por su mirada, no sólo podemos anticipar que entrará en el juego, sino también de qué lado pondrá su energía. ■

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Tensión. Entre el ahora escritor Pastor (Juan Minujín, izquierda) y Mario Borges (Claudio Rissi, derecha).

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