Un libro como experiencia de vida
Cuarenta años atrás, cuando regresé desde las Malvinas, mi ánimo se había desplomando. Esa actitud distante, inadecuada para restablecer los vínculos con familiares y amigos como ellos merecían, siguió un largo trecho incluso después de recibir la baja del servicio militar, que cumplía en Comodoro Rivadavia en 1982. Buenos Aires había dejado de ser el lugar propio, cómodo y seguro, donde recuperar afectos y volver a perfilar un futuro. Será por toda esa sensación de castillo derruido que miré apenas de costado un presente que recibí como celebración de mis 20 años en el ’83. Algún misterioso mandato interior acababa de imponerme la decisión de tomar distancia de ese doloroso pasado reciente, dejar en blanco la memoria sobre el año anterior como si no hubiera transcurrido y seguir viaje rumbo a cualquier horizonte, a salvo de voces de mando enfundadas en uniformes verde oliva. En ese momento de dudas y pocas certezas, mi abuela Lía tuvo la delicadeza de regalarme “Malvinas, la trama secreta”, de los periodistas Cardoso, Kirschbaum y Van der Kooy. Por fortuna, mi abuela –y mucho menos los autoresjamás se enterarían que esa pieza de colección, que recibí con tanto cariño, se transformó en mi libro maldito, el título apretujado en la biblioteca de la casa familiar de Morón que observé de reojo como a ningún otro y más tiempo tardé en decidirme a abrir.
Aquellas largas cavilaciones cedieron por fin al asomar el nuevo milenio y me decidí a leer el libro negado, que resultó ser un texto esclarecedor. Fue un íntimo homenaje tributado tardíamente a mi abuela, que llegó cuando la angustia mutó en experiencia de vida. ■