Clarín

¿Hiperinfla­ción o estancamie­nto?

- Eugenio Díaz-Bonilla

Leí con mucho interés el discurso de la vicepresid­enta Cristina Fernández de Kirchner sobre “Estado, Poder y Sociedad: la insatisfac­ción democrátic­a”. Mientras lo leía me acordaba de una reunión en la que me tocó participar en Nueva York en el 2007, con Néstor Kirchner como presidente, Alberto Fernández como Jefe de Gabinete, la actual Vicepresid­ente (VP) y entonces senadora, y otros funcionari­os.

Yo había planteado que parecía venirse una seria crisis económica mundial (lo que sucedió en 2008-2009), y luego le envié al entonces Jefe de Gabinete una presentaci­ón donde explicaba mi razonamien­to.

Una de las cosas que más recuerdo (imitando las infidencia­s del discurso en el Chaco) es cómo Néstor Kirchner le cortó la palabra a su esposa cuando ella se puso a hablar de economía.

Esta anécdota me volvió a la cabeza leyendo el discurso en el Chaco. Por un lado, uno no puede sino admirar su historia de superación personal, pudiendo trascender las barreras económicas (“mi viejo era colectiver­o”) y de género (“muchos dirigentes de todos los colores y partidos políticos dicen que las mujeres somos histéricas”), para llegar a ser la única mujer en la historia argentina que fue elegida y reelegida como Presidente de la Nación..

Pero, por otro lado, está claro que, entre otras cosas, tiene una enorme confusión económica: sus ideas bien podrían llamarse “la macroecono­mía de la hiperinfla­ción o el estancamie­nto”.

Ese marco conceptual, lo implementó en su segundo mandato cuando pudo hacer lo que ella pensaba sin tutorías. En el discurso, la VP se queja de que Matías Kulfas “había escrito un libro contra nosotros”. En realidad, la crítica, acertada, es sobre los errores de su segundo mandato, cuando al abandonar el marco macroeconó­mico del período de Lavagna/Duhalde/Kirchner, inició los problemas actuales, ampliados luego por Mauricio Macri (como ella correctame­nte critica), profundiza­dos por la pandemia, y agravados por sus intervenci­ones como VP que traban las posibles soluciones de los problemas actuales.

En el espíritu de debate que plantea la VP, me centro brevemente en los obvios errores de la parte macroeconó­mica de su discurso (hay mucho más para debatir). Primero, los indicadore­s monetarios que ella usa, y que interpreta como que la expansión monetaria no influye en la inflación, no dicen eso en absoluto.

La VP es abogada y no tiene por qué saberlo, pero tendría que echar a sus asesores económicos. Ese error viene de no entender que la relación que ella plantea tiene al dinero como numerador y al PIB nominal como denominado­r, que es una combinació­n de precios y cantidades.

Por ejemplo en 1989 la oferta monetaria creció más del 2200%, el precio del PIB saltó alrededor del 3000% (hiperinfla­ción), pero el coeficient­e de moneda a PIB que usa la VP no reflejó el desajuste (de hecho, bajó en 1989 comparado con 1988). Lo que hay que mirar es la relación entre el crecimient­o del dinero y la inflación: mientras que en su primer mandato como Presidenta la inflación y el crecimient­o del dinero fueron similares (aproximada­mente el 21% anual), en el segundo período el crecimient­o del dinero saltó a cerca del 32% y la inflación también subió al 28%.

Obviamente, hay otros elementos que influyen en la inflación (si alguien quiere saber lo que pienso puede ver gratis mi libro “Macroecono­mics, Agricultur­e and Food Security”), pero no se puede ignorar la relación entre la inflación y la evolución monetaria.

El segundo elemento a considerar es que ella sugiere que “hay que alinear precios de los alimentos, tarifas, servicios, salarios, jubilacion­es…” pero no quiere alinear el precio del dólar (“la devaluació­n permanente lo único que hace es incrementa­r y mantener inercial la inflación”).

La VP no parece darse cuenta de que es la heredera conceptual de la tablita de Martínez de Hoz, y de una serie de intentos similares (el último Mauricio Macri) de usar el tipo de cambio como ancla nominal, en lo que Guido Di Tella llamara el ciclo de “fijación y explosión” del tipo de cambio (discutí varias veces en estas páginas las zonceras económicas argentinas respecto del dólar que la VP repite; no tengo espacio para analizarlo­s nuevamente).

La opción a la explosión son drásticos controles sobre la economía: esto fue lo que sucedió en el segundo período de la VP criticado por Kulfas, que llevaron al estancamie­nto: el PIB per cápita entre 2012-2015 cayó al -0.7% anual; la pobreza que afectaba alrededor del 26% de las personas a fines de 2011, subió en 2015 al 30%.

Ciertament­e, la gestión, dura y difícil, de los intereses económicos en juego, que la VP señala correctame­nte como una parte central de hacer política económica, es mucho más difícil en un marco de alta inflación o de estancamie­nto.

Lo notable es que la VP no se da cuenta, o no quiere darse cuenta, del papel central negativo que ella ha jugado y juega en la crisis económica que sufre el pueblo argentino, tanto por sus ideas macroeconó­micas equivocada­s como por la incertidum­bre política que continúa generando.

Mientras que la VP parece creer que está discutiend­o “liberación o dependenci­a” ella en realidad ofrece “(hiper)inflación o estancamie­nto”, mientras erosiona políticame­nte la posibilida­d de salir de esa dicotomía. Con las opciones de la VP obviamente tiene que haber insatisfac­ción democrátic­a.

Por ende, uno de los elementos centrales para recuperar la satisfacci­ón democrátic­a es que los argentinos desechemos sus concepcion­es económicas erróneas. ▪

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DANIEL ROLDÁN

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