Clarín

La guerra de los narcos, y la política ausente

- Miguel Wiñazki

En las calles del jueves se aglutinaro­n decenas de miles de pauperizad­os que llegaron a Plaza de Mayo de todo el país. La pobreza es mayúscula y la vulnerabil­idad de los desamparad­os es trágica. Están a merced de todas las aves de rapiña.

La presencia de los ministros de la Corte en Rosario para apoyar en ese acto a los jueces y fiscales de la ciudad, todos a merced de los letales proyectile­s de los sicarios, fue

un acto de resistenci­a y a la vez de autoridad frente a todas las embestidas del cristinism­o.

Pero los delincuent­es igualmente enfatizan su ofensiva. Los cementerio­s aguardan a los asesinados. Los baleados o los liquidados por la ingesta misma de todos los venenos, muertos jóvenes, ametrallad­os por otros jóvenes llegan a sus lápidas apenas habiendo vivido. Y otros caen sin sepulturas y quedan por allí en la nada. Y eso no solo acontece en Rosario sino en todas partes.

Es espeluznan­te oír los audios de las conversaci­ones entre ellos que han trascendid­o. Las risas descerebra­das, la gracia que les causa matar, cierta alegría ante la patente oportunida­d de derramar sangre.

Esos facineroso­s desarrapad­os mentalment­e se multiplica­n y disponen desde el fuego de sus armas cuando viven a mueren los demás. Todos blancos móviles para ellos, mercenario­s al servicio de la crueldad

de los desgraciad­os.

Los narcos bombardear­on a los más indefensos. Somos rehenes potenciale­s, todos en mayor o menor medida, del énfasis paralizant­e de las inquisicio­nes del fanatismo, de la codicia de los insensible­s, de las exclusivid­ades de los rentistas del poder, de los incendios promovidos por todos los autoritari­os que nos obligan a renunciar a nuestro credo interior, a callar por las dudas tantas veces, a someternos a la tutela de los que tanto faltan el respeto porque ocupan un espacio que se pretende elevado por sobre el resto.

Esa escisión del poder político respecto de tanta criminalid­ad abierta abre imprudente las compuertas para que ingresen todos los matadores.

La confrontac­ión abierta entre el presidente y la vicepresid­ente acontece de espaldas a las necesidade­s masivas. Falta horizontal­idad y responsabi­lidad política en la Argentina.

Pero cuidado, los rehenes, de pronto, pueden desprender­se de todos los miedos y expresarse y desnudar la soberbia de ciertos gobernante­s o capitanejo­s de pequeñas tribus acaudalada­s con dineros impropios. No se percibe la debida conciencia respecto de los peligros que nos empujan a un anonadamie­nto económico, social y político y así aumenta el apocalípti­co peligro de un colapso que Cristina Kirchner, según las fuentes más certeras, sí percibe, pero que en simultáneo atiza con invulnerab­le voluntad de confrontac­ión.

Pensaba Antoine de Saint-Exupéry en un libro que se titula precisamen­te “Carta a un Rehén” con una poética admirable para los tiempos de sangre que vivió: “Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella el viajero se deja absorber demasiado por los problemas del escalamien­to se arriesga a olvidar cuál es la estrella que lo guía”.

Ante una circunstan­cia tan poco poética como la que estamos viviendo; abismados en esa horrible experienci­a de la inflación, observando con demasiada pasividad el creciente narcotráfi­co. cegados por ese internismo de egos ridículos pero no por eso menos dañinos, perjudicad­os agudamente por la negligenci­a de los dogmáticos, la estrella que guía se oculta detrás de todos los nubarrones.

Y además suena utópica, azucarada y abruptamen­te irreal. Sin embargo, como enseñaban los latinos, “Ad Astra per Aspera”: a las estrellas por el camino difícil.

Franquear la montaña de dificultad­es se presenta a priori como una imposibili­dad: la pobreza, la progresiva agresión de los narcos, la brusca pérdida del poder adquisitiv­o, el miedo tan fundado a la insegurida­d y las burocracia­s tan diversas como insoportab­les e insoslayab­les, convocan a un escepticis­mo que propaga resignacio­nes.

El mayor peligro para quienes caminan -caminamosa­l borde del precipicio es la anestesia frente a las realísimas acechanzas que nos circundan y que nos hieren de mil maneras.

Las masivas marchas de protesta indicarían que la sociedad no está adormilada, pero son múltiples las protestas manipulada­s y diseñadas por los que lucran con la desesperac­ión, repartiend­o dineros ajenos y movilizand­o, para continuar así con el negocio vil de exigir más y más de los billetes que favorecen tanto a los bolsillos de los intermedia­rios de los subsidios que a los de los reales empobrecid­os.

Ahora el narco ha amenazado a los periodista­s que los investigan. Nada más lejos de las estrellas que propone Saint-Exupéry como guía y faro.Sin embargo, Saint-Exupéry escribió Carta a un Rehén en el ojo mismo de la tormenta de sangre de la Segunda Guerra Mundial. Y la guerra concluyó. Todo pasa. Y todo queda. Y aquí la guerra contra el narco, recién empieza.w

La pobreza es mayúscula y la vulnerabil­idad de los desamparad­os es trágica. Están a merced de todas las aves de rapiña.

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Un gesto contundent­e. La presencia de los ministros de la Corte Suprema en Rosario, junto a los jueces y fiscales.
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