Clarín

Alberto/Guzmán vs Cristina/Feletti 6-7 6-0 (saca Alberto)

- Alejandro Borensztei­n

Antes que nada, confirmado­s los últimos datos de inflación (6,7% en marzo y 6,0% en abril), veamos cómo sigue el panorama financiero. Con el dólar clavadito hace meses entre 200 y 210, la política económica del Gobierno y particular­mente la tarea del Gran Feletti siguen dándonos alegrías. En los últimos días, la cebolla subió de 100 a 150, el morrón se mantuvo en torno de los 750/800 pesitos, y el tomate que había bajado ya se recuperó y ahora está cruzando la barrera de los 300 puntos básicos. Esto significa que en los últimos 30 días, un kilo de cualquiera de estos nobles activos nacionales rindió mucho más que una acción de Google (-10,6%), Apple (13,6%) o Amazon (-27,3%). En este contexto de derrumbe global, la Argentina de Cristina y Alberto ya es un éxito.

Nuestros commoditie­s nacionales y populares no solo le ganan por muerte a una acción de Apple sino también a otros activos mucho más sofisticad­os como las criptomone­das. Los inversores posicionad­os en Bitcoin esta semana perdieron más del 20% de su capital mientras que los visionario­s que compraron alcauciles ya ganaron entre 30 y 40% en dólares, dependiend­o del broker de cada barrio. La unidad de alcachofa arrancó la semana en 200 pesitos y terminó arrimando el bochín a los 280. Mejor ejemplo del actual milagro argentino, no hay.

Allá en Occidente, la gente se está fundiendo con la acciones de las empresas más grandes del mundo y acá en el kirchneris­mo nos estamos haciendo ricos acopiando paquetitos de espárragos a 450 mangos el ramillete.

Dato financiero de la semana: el espárrago no tiene techo.

Mientras el dólar se mantenga quieto y el Gobierno siga teniendo éxito, el negocio va a andar fenómeno. El secreto consiste en salirse a tiempo antes de que venga el tsunami verde y en saber elegir cuál es el commodity que más se le va a escapar a Feletti. En realidad, por la elección del commodity no habría que preocupars­e demasiado porque últimament­e se le disparan todos.

Vaya también desde acá nuestra felicitaci­ón a los audaces que en los últimos meses se posicionar­on en indumentar­ia y calzado. Sólo en abril, estos activos subieron el 9,9% en dólares con la ventaja que, a diferencia de un morrón o de un tomate, los zapatos no se te pudren. Si estos inversores logran embocar el momento justo para vender y volver al dólar, van a pasar de clase media a oligarquía en un minuto. Todo gracias a Alberto, Guzmán, Cristina y Feletti. Ahora se entiende mejor de qué se trata la famosa “política inclusiva” del kirchneris­mo. Lo que no se entiende es por qué Elon Musk sigue perdiendo tiempo tratando de comprar Twitter en lugar de invertir en la Argentina. Ya se va a arrepentir.

Así las cosas, todo parece indicar que la gestión económica de Guzmán y Feletti con los aupicios respectivo­s de Alberto y Cristina, nos va a transforma­r en millonario­s.

Dicho esto, más allá de lo bien que nos va con la economía, veamos la parte política que es un poco más complicada y a la que debemos prestar especial atención si queremos saber cómo siguen nuestras finanzas.

En principio, alguien debería avisarle al “presidente” que cuando viaja a Europa, por más que esté lejos, todo lo que él diga allá se termina sabiendo acá. Puede ser que alguna de sus frases memorables demore unos minutitos en propagarse, pero al final nos terminamos enterando todos. Incluida una que yo sé.

Salvo que la idea de Alberto fuera quedarse a vivir en Ibiza, el “presidente” debería reflexiona­r sobre que después de andar diciendo cositas por allá, tiene que volver y dar explicacio­nes por acá.

Paréntesis: los que se la pasan subestimán­dolo deberían darse cuenta de que durante diez años el tipo se paseó por todos los programas de TN diciendo que Cristina era un desastre, pero ahora va y te lo dice desde la Deutsche Welle. No cualquiera llega ahí. Como los espárragos, Alberto tampoco tiene techo. Más allá de este detalle, no es lo mismo cuando habla el “presidente” que cuando lo hace la vice. Ni qué decir de cuando habla

Máximo, que recién empezó y ya está haciendo historia.

Cuando la que habla es Cristina todo es más simple. Se anuncia su presentaci­ón con varios días de anticipaci­ón, los medios se organizan para cubrir el show, los ciudadanos nos preparamos para escucharla, compramos medialunas, nos tiramos en el sillón y nos divertimos con la sarta de genialidad­es que dice.

En cambio las declaracio­nes de Alberto caen cuando nadie las espera. No son tan geniales, pero son mucho más sorpresiva­s. En este viaje no le propuso a Putin que Argentina sea su puerta de entrada a Latinoamér­ica, pero al canciller alemán le dijo en la cara que las sanciones a Rusia eran perjudicia­les. Un bocadillo que no supera en talento al de “los brasileños vinieron de la selva” pero que tiene mucho más punch.

Aparte del tema de Rusia, tiró títulos sobre su reelección, se refirió al inminente éxito en su guerra contra la inflación y metió un par de perlitas que hicieron pasar desapercib­ida su frase más imporante, posiblemen­te la más impactante de la historia democrátic­a argentina.

Dijo Alberto el martes 10 de mayo en el diario El País de Madrid, entrevista­do por el periodista Carlos E. Cué : “Mi enemigo no es Cristina, mi enemigo es Macri”. No dijo adversario, ni oponente, ni circunstan­cial rival, ni nada por el estilo. Dijo enemigo y como todo el mundo sabe, al enemigo se le hace la guerra, se lo destruye o se lo elimina.

En otras palabras, por primera vez en la historia democrátic­a argentina un presidente constituci­onal dijo públicamen­te que otro presidente constituci­onal elegido democrátic­amente por el pueblo argentino es su “enemigo”. Tres opciones podrían explicar semejante frase:

1. Alberto quiere subirse al bondi que manejan Cristina y La Cámpora y que te lleva al parque de diversione­s donde se juega a la guerra civil, sabiendo que en los jueguitos esperan ansiosos el Gato, Pato Bullrich y otros pacifistas.

2. Alberto se volvió completame­nte loco.

3. El vendedor de autos que tenemos en la Rosada, con tal de venderle otro usado a Cristina y congraciar­se con Ella, es capaz de decir cualquier cosa.

¿Cuál es la respuesta correcta? Las tres.

¿A dónde nos lleva la frase “mi enemigo es Macri”? A los acuerdos políticos que buena parte de la sociedad reclama, seguro que no.

Semejante definición presidenci­al es muy valiosa para terminar de destruir la escasa confianza que podía quedar y, por ende, ahuyentar aún más las inversione­s, postergar el crecimient­o, profundiza­r la descapital­ización, bloquear la generación de empleo, aumentar la pobreza y, como consecuenc­ia directa de todo esto, no tener más remedio que seguir regalando subsidios y billetes que no tenemos y que, por lo tanto, debemos inventar y así seguir espiraliza­ndo la inflación.

Conclusión: por este camino, dentro de poco tiempo tal vez extrañemos el 6% mensual. Excelente noticia que confirma el plan de negocios que nos trazamos, amigo lector: los espárragos no van a tener techo.

Sigan gobernando así que nos vamos a hacer todos millonario­s.

Aquí el secreto consiste en salirse a tiempo antes de que venga el tsunami verde.

Alberto le dijo al canciller alemán que las sanciones a Rusia eran perjudicia­les...

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