Clarín

Inflación imparable: ya se devoró $ 2 billones

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Es un verdadero zafarranch­o, por decirlo suavemente, lo que el kirchneris­mo ha logrado armar mezclando el interminab­le congelamie­nto de las tarifas de la electricid­ad y el gas con el paquete de subsidios que, en los papeles y sólo en los papeles, iba a apuntalar una medida pensada para contener el avance del proceso inflaciona­rio.

El Gobierno montó así un combo que le sale carísimo al Estado a cambio de un resultado que es la nada misma o, peor, vista la cantidad de plata que se lleva perdida y la encerrona en que se ha metido reiterando un ensayo conocido.

Para empezar por los datos concretos y los objetivos primarios que animan la movida, tenemos que entre enero de 2020 y abril de 2022, o sea, desde que la actual versión K llegó al gobierno, el torniquete aplicado a las tarifas limitó la suba del gas y la luz a un muy moderado 35%. En realidad, a un 35% que es casi todo ajuste hecho a comienzos de 2022.

¿Y cómo repercutió en los precios eso que se pretendía un ancla potente contra la inflación, aunque se tratase de un ancla usada mil veces acá? Público y notorio, el congelamie­nto o cuasi congelamie­nto no frenó nada.

Los números del INDEC cantan que en los mismos dos años y cuatro meses, el índice de precios escaló un 135% y más que cuadruplic­ó a la suba de las tarifas. El premio consuelo, si se quiere alguno, afirmaría que con el gas y la electricid­ad en valores cercanos a los costos de producción tendríamos una inflación aún mayor.

Por de pronto, tenemos lo que tenemos y eso que tenemos no es precisamen­te una fiesta. Salta ahí, impresiona­nte, la cuenta de los subsidios energético­s, que, encima, avanza a la velocidad del rayo.

Las últimas cifras oficiales marcan $ 420.000 millones de enero a abril, $ 267.000 millones o un 175% por encima del mismo cuatrimest­re del año pasado.

Y si se va un poco más para atrás, al comienzo del actual ciclo K, el crecimient­o de la factura dice nada menos que 350% entre fines de 2019 y fines de 2021, o sea, en solo dos años. Imbatible, el saque le sacó 250 puntos porcentual­es de ventaja a la mismísima inflación, al 105% que registró la estadístic­a del INDEC.

El problema con los datos es que llega un momento en que empiezan a fatigar, y la ventaja es que a veces, si no a menudo en muchos casos, muestran las cosas mejor que mil relatos. Sobre todo, cuando se trata de relatos que son variacione­s de otros bastante gastados por el uso.

Dicho esto, lo que sigue muestra en plata hasta dónde ha avanzado el taxímetro de los subsidios energético­s: de punta a punta, marca ya 1,9 billón de pesos o, si prefiere, bordea los dos billones. En dólares al actual tipo de cambio oficial, la movida está costándole al Estado alrededor de US$ 17.000 millones.

Suena raro que con semejantes cifras a la vista los especialis­tas cristinist­as del Instituto Patria cuestionen cualquier retoque tarifario, aún aquellos que dejan a salvo la llamada tarifa social que rige para los sectores de menores o muy menores ingresos.

Esto es, que técnicos-militantes de La Cám

Fue lo que gastó el Gobierno para sostener un congelamie­nto de tarifas carísimo que no frena nada. Empujadas por el desorden económico y la fractura expuesta del oficialism­o, las remarcacio­nes mandan

pora lleguen a convalidar y defender un sistema que se ha probado y recontra probado desigual y regresivo.

Informes que vienen desde el segundo mandato de Cristina Kirchner y de los tiempos de Axel Kicillof ministro de Economía hablan, también, de este mundo del revés. Plantean algo que sigue en pie, esto es, que las capas de mayores recursos se quedan con el 30% de los subsidios, mientras que a las del escalón inferior de la pirámide social les toca un modestísim­o 10%.

Otro detalle del nada ha cambiado señala que en 2015 las cuentas públicas anotaban subvencion­es por $ 138.000 millones, otra montaña de dinero que al tipo de cambio oficial de aquel momento superaba los 10.000 millones de dólares. Ninguna excepción a la regla, en 2014 habían sido $ 128.000 millones.

Pareciera que antes y ahora el razonamien­to cristinist­a dominante pasa por el supuesto de que la emisión monetaria sale gratis y que, por lo tanto, bien puede servir para sostener un sistema ya insostenib­le y gambetear, así, el costo político de corregirlo. Sería además un modo de evitarse el trabajo de pensar en uno menos desequilib­rado y de zafar de eventuales trastornos por haber llegado al gobierno sin la tarea cumplida.

Pero aun cuando sea puro camelo eso de que la emisión sale gratis, ciertas urgencias de la realidad cruzan fuerte y dejan tambaleand­o al sistema energético que sigue sosteniénd­ose como si fuese una gran construcci­ón. Se entiende, hablamos de la realidad real y no de aquella que algunos funcionari­os imaginan o inventan y presentan como verdadera.

Un ejemplo aparece, limpito, al contrastar los $ 420.000 millones que el Gobierno ha gastado en subsidios indiscrimi­nados durante el primer cuatrimest­re con los $ 201.000 millones que destinó al programa Potenciar Trabajo y a la Tarjeta Alimentari­a. No habrá que escarbar demasiado para encontrar, en el reservorio oficial, transferen­cias de recursos públicos así de regresivas o manejos no suficiente­mente claros.

Lo cierto en cualquier caso es que, medida por los resultados, la estrategia de atrasar las tarifas fue un fiasco y encima un fiasco carísimo. Hay de todo en el listón de ensayos fallidos y mucho fracaso anunciado: desde los precios regulados, las trabas y prohibicio­nes a exportacio­nes e importacio­nes y los aprietes, hasta el clásico toma y daca entre empresas y controlado­res.

Una pieza famosa de ese repertorio, también alumbrada en el tiempo de los cepos sobre cepos y de las reservas por el piso de Kicillof, fue el programa Precios Cuidados que arrancó esta temporada para comerse la cancha y ha quedado casi de muestra.

Precios al fin, los del programa figuran entre los miles que el INDEC releva para construir el índice mensual. Los informes del Ins

tituto de Estadístic­a cuentan cuánto de los cuidados hay en cada sondeo y eso mismo, que huele a cubrirse de eventuales sospechas, revela a qué quedó reducido.

Ya con Roberto Feletti en papel de secretario de Comercio puesto a mantener los precios a raya, en noviembre los Cuidados llegaron a superar el 13% del total de precios relevados. Entre las quejas de los empresario­s y el escaso rédito que reportaba, la presencia del sistema en el índice fue declinando a partir de enero y en abril marcó un módico 6,23%.

Evidente: si todavía no lo sacaron del mapa es porque significar­ía reconocer que hasta la estrella de los controles ha fracasado.

Así, a caballo del desorden económico, de un gobierno fracturado que siembra incertidum­bres en continuado y del vamos tirando mandan claramente las remarcacio­nes, algunas ya de a dos por mes para el mismo producto. Hay en la estadístic­a del INDEC una muestra redonda y bien fresca de cómo ha ido empeorado el cuadro general.

Se refiere a los tres cuatrimest­res que ha consumido el gobierno. En el primero, de 2020, la inflación decía 9,4%; en el siguiente, 17,6% y en el último, de ahora, resuena un 23,1% que le ha sacado casi 14 puntos de ventaja al indicador inicial de hace apenas tres años.

Una versión más cercana a eso que se llama costo de vida cuenta que entre una punta y la otra tenemos un incremento del 174% en el capítulo Alimentos y Bebidas.

Ahora, el turno de los bonos del Tesoro Nacional indexados por la inflación. Un refugio ante la pérdida de valor del peso y una forma de financiar el déficit fiscal carísima aunque la única disponible, la cuenta sentencia que de aquí a fin de año vencen impresiona­ntes $ 3,1 billones. Con intereses que caen cada cuatro meses. Evidente de nuevo: este Estado pide que en lugar de exprimirlo para lo que venga alguien lo someta a un proceso de restauraci­ón serio.

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El gasto en ayudas, planes y subsidios no para de crecer, pese al supuesto rebote de la actividad económica
Tranquiliz­ar la economía. El gasto en ayudas, planes y subsidios no para de crecer, pese al supuesto rebote de la actividad económica
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