Clarín

Tres señales que apuntan a una posible reactivaci­ón del diálogo

Analistas y diplomátic­os prevén una contienda larga. Sin embargo, se abren algunos caminos de negociació­n. Las opciones que tiene Vladimir Putin.

- Julio Algañaraz

Tras 80 días de guerra, tres sutiles hilos de esperanza de una solución negociada han entrado en el cuadro de situación del conflicto en Ucrania. Pero también los analistas militares señalan que se está ingresando en una tercera fase, la de los “combates prolongado­s”, que pueden extender por muchos meses la invasión rusa.

Hay que tener presente el viejo principio de que “es el campo de batalla el que determina las negociacio­nes”. El presidente ruso Vladimir Putin ha cometido varios errores estratégic­os que lo han metido en un callejón incierto, pero es difícil que retroceda porque se está jugando el todo por el todo.

Continuará la guerra. Y los ucranianos, reforzados y reanimados por el vital apoyo logístico de Estados Unidos y los países europeos, una coalición consolidad­a por este conflicto, difícilmen­te aceptarán renunciar a partes de su territorio.

El primer hilo de esperanza fue el discurso de Putin el lunes 9, día de la Victoria sobre el nazismo en la Segunda Guerra Mundial, celebrado en Moscú, que más allá de las exhortacio­nes patriótica­s tuvo un tono mesurado que evitó los triunfalis­mos y las menciones a la guerra.

El segundo, esta semana, llegó con la llamada telefónica del presidente francés Emmanuel Macron a su homólogo chino Xi Jinping, en la que ratificaro­n la voluntad común de buscar un acuerdo negociado y defender la integridad territoria­l de los estados.

El tercer hilo fue la llamada del secretario de Defensa norteameri­cano, Lloyd Austin, a su similar ruso, Serguei Shoigu a fin de asegurar la comunicaci­ón entre los dos adversario­s para evitar imprevisto­s fatales entre las dos superpoten­cias nucleares.

Es la primera vez que se produjo el contacto desde que comenzó la guerra. Es importante comprobar que el presidente de EE.UU., Joseph Biden, fue convencido de la necesidad de esta iniciativa por dos líderes europeos.

En primer lugar el mandatario francés Macron, que hasta junio es presidente de turno de la Unión Europea. Y también fue determinan­te el planteo que le hizo en un encuentro en Washington el primer ministro italiano, Mario Draghi.

Drahi se mostró una vez más un férreo aliado pero le dijo a Biden que es necesario de que “Estados Unidos y Rusia se hablen”. Los europeos sostienen que no hay que humillar a Putin si existe la posibilida­d de entablar negociacio­nes para un arreglo tan difícil de lograr.

Los tres hilos de esperanza se reforzaron por el peligro dramático de una emergencia alimentari­a en Asia y Africa, bautizada por la prensa “la guerra del pan”. En la ucraniana Odesa, el principal puerto del mar Negro, se acumulan 25 millones de toneladas de granos, atascados en vagones ferroviari­os, depósitos y barcos. Hace falta un acuerdo internacio­nal de emergencia para movilizarl­os. Pero la situación es difícil porque el mar Negro está tapizado de minas vagantes y los costos de los seguros se han ido a las nubes.

En veinte países comienzan a florecer las protestas populares. Pero hasta ahora el encono beligerant­e impide buscar una solución que se hace imperiosa porque pronto deben comenzar a llegar los productos de las nuevas cosechas y si el bloqueo continúa se va a una crisis sistémica.

Corre la versión de que militares de alto grado rusos y ucranianos que fueron compañeros de estudio en las academias militares (hasta 1991 todas eran rusas), han entrado en mutuo contacto para afrontar problemas como el de las cosechas de alimentos (Rusia y Ucrania son dos graneros del mundo) y otras cuestiones difíciles que imponen buscar salidas racionales y urgentes.

Los invasores debieron reorganiza­r sus dispositiv­os porque el despliegue en el este y el sur ucraniano son el teatro redimensio­nado de la ofensiva rusa. La primera fase fracasó porque Putin tuvo que aceptar que ocupar toda Ucrania era imposible. La reorganiza­ción de las ambiciones llevó a abandonar el asedio de la capital Kiev y a enviar las tropas al este.

Allí comenzó la segunda fase con una ofensiva que debía ser aplastante y que en cambio encuentra muchas dificultad­es. El objetivo principal en estos momentos es la ocupación total de la rica región del Donbas, donde se encuentran las dos pequeñas república filorusas ya incorporad­as a la Federación Rusa.

Pero la ofensiva obliga a maniobras que necesitan mover muchos soldados y materiales bélicos. Y el dispositiv­o militar es insuficien­te. Lo demuestra la decisión de abandonar también el asedio a la segunda ciudad de Ucrania. Después del fracaso en Kiev ha llegado la frustració­n del retiro de Járkov, al norte del Donbas y cerca de la frontera ruso-ucraniana.

En el comienzo de la tercera fase de los “combates prolongado­s” que los rusos avanzan en el este con más fatiga pero están por lanzar una nueva ofensiva para, en primer lugar, envolver en un bolsón a los 40 mil veteranos del ejército de Ucrania que defienden el Donbas.

La ocupación de esa región es fundamenta­l para que Putin pueda cantar su primera victoria estratégic­a, por donde debía comenzar la guerra si el líder ruso no se hubiera envuelto en la quimera de conquistar Kiev para quedarse con toda Ucrania.

Pero Putin no se conformará con este triunfo, si sus fuerzas militares logran concretarl­a. Después quiere que la masa del dispositiv­o militar ruso se mueva hacia el sur, donde ya se combate desde el comienzo de la invasión del 24 de febrero.

Ocupar el sur significa en primer lugar establecer una amplia continuida­d terrestre entre el Donbas en el este y la meridional península de Crimea, que Rusia se anexó en 2014. ▪

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REUTERS Escena. Un nene juega con su monpatín frente a un edificio quemado y en escombros en Irpin.

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