Clarín

El mundo es un patio de colegio

- John Carlin

Hay varias palabras inglesas que hemos incorporad­o a nuestro vocabulari­o, como “celebrity”, “feeling” y “fair play”. Hay otra, asimilada hace poco, que me interesa más, por los matices que contiene y por lo aplicable que es al principal peligro que el mundo corre hoy. Me refiero a “bullying”.

A la Real Academia Española no le gusta y recomienda usar en su lugar “acoso escolar” o “matonismo”. No se le ha hecho mucho caso. Se sigue usando “bullying” en castellano porque la gente intuye que su significad­o va más allá de las alternativ­as que propone la RAE. Origina en la palabra inglesa “bully”, típicament­e el chico grandote que abusa de su fuerza para intimidar a los más débiles, dándoles palizas o robándoles caramelos. Se usa mucho en el inglés, más allá del contexto escolar, partiendo de la correcta premisa de que los seres humanos tienden a comportars­e toda la vida como niños en el patio de colegio.

Recuerdo un periodista inglés con el que cubría las guerras en Centroamér­ica de los años 80. Refiriéndo­se al apoyo de Washington a la derecha armada, mi compañero decía, con razón, que los estadounid­enses eran unos “bullies”.

Hoy el “bully” es Putin y su patio de colegio es el mundo. Algunos lo sufren más de cerca que otros pero, como le gusta recordarno­s, nos puede destruir a todos, si quiere. Imaginemos al mundo como un colegio, a los países como si fueran los alumnos.

La Rusia de Putin es el bully que todos temen. Ucrania es su víctima favorita pero no deja de mostrarle el puño a los chiquitos de los países bálticos y a lanzar miradas amenazante­s a otros que tenía subyugados hasta hace poco, como Polonia. Durante demasiado tiempo los países de Europa Occidental miraban para otro lado. De repente deciden intervenir, sabiendo que ahora cuentan con la ayuda del chico más fuerte del colegio, Estados Unidos. El bully ruso se pasó, corre mucha sangre y los nuevos mejores amigos han resuelto que la defensa de uno es la defensa de todos. Con lo cual el pobrecito ucraniano, envalenton­ado, no solo se defiende, sino que contragolp­ea.

La cuestión ahora, a once semanas del comienzo de la guerra, es cómo neutraliza­r al bully y evitar catástrofe­s mayores. Lo primero, como en todo conflicto, es conocer al enemigo. Esta semana descubrí un artículo que puede ayudar. Es sobre el bullying. Publicado en 2009 en una revista llamada ‘Psychology Today’, sorprende por el fiel retrato que ofrece de lo que es Putin hoy.

Los bullies, dice, tienen unas caracterís­ticas psicológic­as bien definidas. “Buscan víctimas fáciles de someter…no entienden los sentimient­os de otros. Exhiben una cierta paranoia: leen mal las intencione­s de los otros, muchas veces confundien­do la neutralida­d con la hostilidad.” Ese es Putin; esa es su relación con Ucrania en particular y Occidente en general. Se convence, en su delirio, de que van a invadir su país; “lee” que el gobierno de Ucrania es nazi y será fácil de someter; no demuestra ningún sentimient­o de humanidad frente a sus víctimas.

“El bullying,” sigue el artículo, “lleva el mensaje implícito de que la agresión y la violencia son soluciones aceptables…La cooperació­n y la resolución pacífica de conflictos favorecen al mundo interconec­tado de hoy. El bullying daña tanto a la víctima como al agresor. Las vidas de la mayoría de los bullies acaban cayendo en un espiral negativo.” Tal cual. El recurso a la violencia y la conquista no solo pertenece a una época en la que el mundo estaba menos conectado, sino que a Putin le ha salido todo mal. Su operación militar ha sido un fiasco,

la economía de su país está en la UCI y hoy tiene más enemigos que nunca. Lo que nos lleva a la noticia de la semana

“Las investigac­iones demuestran,” dice Psychology Today, “que la manera más eficaz de parar a un bully es activando a los que antes habían ejercido solo de espectador­es…Un bully puede intentar tomar represalia­s contra una persona que se le opone, pero difícil que lo haga contra varias.”

La noticia de la semana es que Suecia y Finlandia piensan abandonar una larga tradición de neutralida­d -de ser espectador­es- e incorporar­se a la OTAN, el grupo cuya misión es defenderse del bully ruso, liderado por el forzudo norteameri­cano.

La cuestión es si va a funcionar, si Putin se achica o se vuelve más peligroso. Acá Psychology Today no ofrece mucho consuelo.

Dice que algunos bullies abandonan sus malos hábitos, pero muchos no: “La agresión es un estilo de interacció­n muy estable. Muchos que fueron bullies de pequeños se convierten en adultos que cometen crímenes, pegan a sus conyugues, abusan de sus hijos—y producen otra generación de bullies.”

Putin fue un bully de niño en Leningrado, es un criminal mafioso, pega a sus compatriot­as si no obedecen, abusa de sus “hijos” ucranianos y forma parte de una larga tradición de bullies, vía Stalin a los zares. En Rusia el bullying, la imposición del poder a través del miedo, es “un estilo de interacció­n muy estable” hace siglos. Es comprensib­le, por tanto, que los chicos más limpitos y buenos del colegio, Finlandia y Suecia, opten por dejar el pacifismo y ensuciarse las manos apuntándos­e a la alianza protectora de la OTAN. El problema es que el bully no da señales de dar marcha atrás. Más bien lo contrario, si uno escucha lo que dice.

El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, declaró con dureza que la decisión de Finlandia y Suecia “no traerá más seguridad a Europa”. Putin y sus cortesanos llevaban tiempo advirtiend­o que si los dos países vecinos se apuntaban a la OTAN Rusia responderí­a con una escalada nuclear.

He aquí el gran dilema de nuestros tiempos; he aquí, también, la diferencia entre Putin y el bully del manual de psicología. Él tiene un as en la manga que los demás no tienen. Si todos los alumnos se vuelcan en su contra posee la capacidad de volar el colegio entero. ■

Ucrania es la víctima favorita de Putin, quien no deja de mostrarle el puño a los chiquitos de los países bálticos.

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El matón. Invadió Ucrania, amenaza a los bálticos y a otros vecinos. Hasta ahora, las cosas no le vienen saliendo bien a Vladimir Putin, el mandamás ruso. Pero es un peligro.
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