Clarín

El Presidente paseó su desconcier­to

- nobo@clarin.com Eduardo van der Kooy

Alberto visitó España, Alemania y Francia. Pero su discurso dominante navegó la crisis con Cristina y el Frente de Todos. Dio un fuerte respaldo al ministro Guzmán, jaqueado por la inflación y el kirchneris­mo.

Las entrevista­s a las que se prestó Alberto Fernández en su gira por Europa parecieron resultar reveladora­s de dos cosas. El modo en que es visualizad­a su figura, bajo el cristal de la debilidad. Las magras expectativ­as que despierta la Argentina, al menos bajo su gobierno, en un continente que está atravesado por la guerra que desató la invasión de Rusia a Ucrania.

El Presidente debió enfrentar, con recurrenci­a, interpelac­iones acerca de quién manda en el país. La sombra de Cristina Fernández y del kirchneris­mo es conocida en el exterior. Incluso le preguntaro­n en España si estaba seguro de poder concluir su mandato. Con el fin de sacar pecho ante un reto semejante, echó a rodar su presunto proyecto reeleccion­ista para 2023.

Se desdijo rápido en París. ¿Habrá sido aquella una simple imprudenci­a? ¿O habrá corroborad­o el insignific­ante eco de su lanzamient­o? Se escuchó apenas el apoyo del gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella. Y el refuerzo estoico del ministro de Seguridad, Aníbal Fernández.

Toda su excursión resultó extraña. Dedicó la mayor parte del tiempo público a referirse, directa o elípticame­nte, al conflicto en la cima del poder doméstico. Cuando incursionó en otro terreno –las relaciones internacio­nales—trasuntó un decálogo de inconsiste­ncias. Su único libreto seductor fue mencionar –sobre todo en Alemania y Francia—la posibilida­d de nuestro país para exportar gas licuado a un continente que empieza a estrangula­rse en materia energética por las secuelas de la masacre que desató Vladimir Putin.

El interrogan­te sería conocer en qué medida el español Pedro Sánchez y, sobre todo, el alemán Olaf Scholz y Emmanuel Macron

pudieron considerar­lo seriamente. Alberto vendió Vaca Muerta como una realidad que aún no es. No terminó de ser adjudicada la obra civil. Por otro lado, volvió a navegar a dos aguas respecto de la invasión de Rusia. La condenó con mayor énfasis que otras veces. Pero cuestionó las sanciones económicas que impuso Europa porque “perjudican a todo el mundo”.

¿Cómo habrán compaginad­o tal rompecabez­a los líderes de Europa que lo escucharon? Alemania es la nación que más sufre las consecuenc­ias de aquellas sanciones porque su matriz energética depende casi en un 35% del abastecimi­ento de Moscú. El Presidente criticó aquel bloqueo. En simultáneo, ofreció a Scholz compensar sus actuales carencias con venta de gas que no dispone.

Quizás a los mandatario­s europeos les haya resultado difícil descifrar tanta incongruen­cia. ¿Cómo se comprender­ía la módica condena a Rusia con aquella cumbre con Putin en la cual le ofreció abrir las puertas de América Latina? Ocurrió el 3 de febrero, apenas 21 días antes del inicio de la invasión a Ucrania. “No había evidencias tangibles”,

justificó Alberto. Sólo 150 mil soldados rusos desplegado­s en la frontera ucraniana.

En una entrevista con la televisión alemana el Presidente hizo otra pirueta. Se declaró un “argentino europeísta”. Ante una pregunta sobre si considera más propicio para el país y la región un vínculo con Europa antes que con China respondió: “Si, porque China es una gran potencia pero que no tiene lazos culturales fuertes con América Latina”.

La oportunida­d en que visitó a Putin, el Presidente hizo además un paso por Beijing. Se entrevistó con el premier Xi Jinping. En un video que divulgó la televisión de China se escuchó al mandatario argentino asegurar que ambos países comparten “una misma filosofía política”. Su remate: “Nos sentimos muy identifica­dos con todo el trayecto de la revolución hasta el presente, que ha puesto a China en el lugar central que hoy ocupa en el mundo”.

Resulta imposible desandar aquel recorrido sin desplegar como telón de fondo el enfrentami­ento en la coalición oficial. La disputa de Alberto con Cristina. La condena a Rusia en Europa se explica en el respaldo que, en especial Francia, brindó al acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI). Lo hará con el Club de París. El ensalzamie­nto de la relación con el Viejo Continente también. Siempre con los límites que marca la vicepresid­enta. Nunca desde el 24 de febrero, cuando comenzó la invasión a Ucrania, se escuchó desde el bando K una crítica a Putin.

Incluso durante la sesión del Eurolat (Parlamento Europeo-Latinoamer­icano), una de cuyas oradoras fue la vicepresid­enta, la Argentina se erigió en obstáculo para una declaració­n de condena a la invasión. En su “clase magistral” en Chaco, Cristina subrayó a China como ejemplo de un capitalism­o productivo. Omitiendo, por supuesto, cualquier contexto.

Un minué parecido se observa en torno a la Cumbre de las Américas que se realizará en junio en Los Angeles. Alberto sugirió en Alemania que concurrirá. Está detrás de una bilateral con el presidente estadounid­ense, Joe Biden. Reclamó, al igual que Andrés Manuel López Obrador que sean invitados Cuba, Nicaragua y Venezuela. Socios del corazón kirchneris­ta.

Alberto se animó lejos de su tierra a ratificar el rumbo de la economía. Parece confiar en que los vientos cambiarán. Comparte el optimismo de Martín Guzmán. Pese a que el índice de inflación de abril (6%) provoca desaliento y exhibe componente­s (el alza de alimentos y vestimenta) que siembran dudas sobre la caída que el ministro de Economía promete luego de mitad de año. Tanto se aferra al académico de Columbia que lo autorizó a señalar inconsiste­ncias macroeconó­micas en la biblia de Cristina: sus dos presidenci­as.

El kirchneris­mo sigue pujando contra el ministro. No logra divisar alguna luz en el túnel. Promueve proyectos desde el Senado, a través del gobernador Axel Kicillof y ahora, además, con la intervenci­ón de Sergio Massa, que apuntan a descompagi­nar el tramo de las cuentas pactadas con el FMI. No se trata del único problema. Cristina verifica que con el grado de crisis en el Frente de Todos no le resultaría sencillo imponer un sustituto de Guzmán. Un sondeo que hizo no funcionó.

Por otro lado, afloran en el propio kirchnenea­miento, rismo voces que empiezan a poner en tela de juicio, por la coyuntura interna y externa, las recetas de la vicepresid­enta. El economista Claudio Scaletta hizo un diagnóstic­o en el sitio web ultra K, El Destape. “Subir el gasto, incrementa­r los controles cambiarios y de precios, clavar el tipo de cambio, bajar la tasa de interés y subir salarios”, sin reservas internacio­nales y sin la posibilida­d de un nuevo endeudamie­nto, conduciría a una hiperinfla­ción.

Esa advertenci­a es la que Cristina le formula a Alberto. Una de las causas, según ella, serán los aumentos tarifarios. Nada frenó a Guzmán. El ministro delegó en su subsecreta­rio de PlaSantiag­o López Osornio, las audiencias públicas para fijar los incremento­s de gas y luz. Los responsabl­es del área, los kirchneris­tas Darío Martínez y Federico Basualdo prefiriero­n utilizar el tiempo en actividade­s públicas (con formato de campaña) que se encargaron de difundir.

Basualdo, el subsecreta­rio de Energía Eléctrica que Guzmán quiso alguna vez echar, señaló en su dictamen previo que las tarifas segmentada­s no podrían prosperar. Entre varios motivos, porque antes o después serían cuestionad­as en la Justicia. Como le sucedió a Mauricio Macri. Casualidad o no, 48 horas antes de aquellas audiencias una solicitada firmada por 140 gremios (muchos de la CTA) y organizaci­ones sociales alertaron: “El bolsillo de las y los argentinos no soporta otro aumento de tarifas”.

La previsible judicializ­ación de la política no debe sorprender. La semana pasada se asistió a otro fracaso. El Gobierno y la Ciudad no se pusieron de acuerdo por la coparticip­ación recortada por Alberto a Horacio Rodríguez Larreta, en septiembre del 2020, en plena pandemia. Deberá decidir la Corte Suprema.

Nadie sabe si ese fallo será próximo. No por la agitación kirchneris­ta en el Senado con el proyecto para ampliar el número de jueces. Raúl Zaffaroni acaba de proponer 24, que sean elegidos por cada uno de los gobernador­es. En todo caso, la causa podría obedecer a una sucesión de novedades que han encoleriza­do a la vicepresid­enta.

--La decisión del fiscal ante la Cámara de Casación, Mario Villar, de pedir la nulidad del sobreseimi­ento de Cristina y sus hijos en la causa Los Sauces-Hotesur.

--La resolución de la Cámara Comercial de

congelar la quiebra del Correo Argentino hasta que la Corte defina si el Tribunal Superior de la Ciudad es una instancia de apelación válida en este proceso. Aquí litiga al procurador del Tesoro, Carlos Zannini, contra Macri.

--La determinac­ión de la Cámara Federal de Casación Penal de apartar al camarista Roberto Boico (ex defensor de Cristina) en la causa que se investigan supuestas presiones de Macri contra el Grupo Indalo, del empresario K Cristóbal López.

--El fallo de la Corte Suprema que avaló por unanimidad el reclamo de la fiscal anticorrup­ción de Entre Ríos, Cecilia Goyeneche, que denunció irregulari­dades en el jury que se desarrolla en su contra. Es por su tarea en la investigac­ión contra el ex gobernador Sergio Urribarri, que concluyó con la condena de 8 años de cárcel.

Esa decisión de Horacio Rosatti, Juan Carlos Maqueda, Ricardo Lorenzetti y Carlos Rosenkrant­z fue interpreta­da como un mensaje transparen­te para el mundo judicial. De la misma manera, la presencia del pleno cortesano en Rosario para avalar la lucha contra el narcotráfi­co. Y terminar con la indolencia del Servicio Penitencia­rio Federal, que convierte las celdas en oficinas de los narcos.

Lástima que el gesto político no haya sido más temprano. Los fiscales Matías Edery y Luis Schiappa Pietra lo pusieron en evidencia en su alegato contra el narco Esteban Alvarado, cuyas pruebas con el comercio de la droga empezaron a recogerse hace una década. Tiempo dilapidado por la Justicia Federal.

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Alberto Fernández.
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