Clarín

La III Guerra Mundial ya empezó

- Rodolfo Terragno Político y periodista

Ursula von der Leyen, presidenta de la Unión Europea, no se fue con rodeos: el jueves pasado dijo que “la amenaza más directa para el orden mundial” es el “inquietant­e pacto de Rusia con China”. El pacto del que hablaba Van de Leyen no es tácito: está registrado en un documento que Putin y Xi Jinping firmaron en público el 4 de febrero en Beijing. El documento proclama que Rusia y China tienen una alianza “superior a las alianzas políticas y militares de la Guerra Fría”, la cual “no tiene límites” ni “áreas prohibidas”.

Ambos países declaran en ese documento que “se oponen a una mayor ampliación de la OTAN”; ampliación que, veinte días después, Putin usó como justificat­ivo para invadir a Ucrania.

No puede sorprender, entonces, que China no condene la invasión. En realidad, la apoya. El presidente Joe Biden lo sabe bien. Fue por eso que, en una reunión virtual con Xi Jinping, le advirtió que, si China “apoya materialme­nte a Rusia” en la guerra con Ucrania, eso tendrá “implicacio­nes y consecuenc­ias”.

El conflicto Rusia-OTAN no comenzó en 2022. Comenzó en 2008, cuando el ex presidente norteameri­cano George Bush postuló la incorporac­ión de Ucrania a la OTAN.

Durante años se discutió la incorporac­ión de Ucrania, que Rusia consideró desde el principio como un intento de cercarla.

En 2014, Rusia le arrebató a Ucrania la península de Crimea (acontecimi­ento que China se abstuvo de condenar en Naciones Unidas) y sectores prorrusos del este de Ucrania declararon la independen­cia Donetsk y Lugansk, lo cual dio lugar a la Guerra de Donbás, entre los sectores separatist­as y la propia Rusia (comandado por Putin) contra el gobierno pro-europeo de Ucrania apoyado por Estados Unidos y la Europa occidental. A Rusia la comanda Putin; a Ucrania, Zelenski).

Esa guerra dejó 10.900 combatient­es y 3.404 civiles muertos, fue escenario de múltiples violacione­s de derechos humanos y provocó que Estados Unidos impusieran a Rusia sanciones económicas y comerciale­s: un anticipo de lo que pasaría en 2022.

Es que, realidad, la Guerra de Donbás no fue sino el inicio de la actual. En apariencia, terminó con el triunfo de Rusia y los separatist­as prorrusos, admitida por las partes en los protocolos de Minsk. Pero acto seguido Rusia reconoció la independen­cia de Donetsk y Lugansk, lo cual se convirtió en una prórroga de aquella guerra.

China dio su apoyo silente a todo el proceso iniciado en 2014.

Las relaciones sino-rusas tienen fuertes bases económicas. El investigad­or Pablo Telman Sánchez Ramírez registró que en 2014 Gazprom y la empresa china CNPC suscribier­on el mayor contrato en la historia de la empresa gasífera rusa para el suministro a China de 38.000 millones de metros cúbicos de gas anuales durante los siguientes treinta años, por un monto de 400.000 millones de dólares.

Fueron firmados, a la vez, más de cuarenta documentos conjuntos en las ramas del transporte, energía, infraestru­cturas, industria automovilí­stica y construcci­ón aeronáutic­a. “China es el principal socio comercial de Rusia en el mundo. La circulació­n de mercancías entre ambos países alcanza la cifra de 90.000 millones de dólares anuales y han comenzado a operar con rublos y yuanes”.

India ha seguido, con relación a Rusia, los mismos pasos que China: apoyo silencioso a todas sus intervenci­ones.

Las relaciones de la India con Rusia provienen de la Unión SoviéFilós­ofo, tica, cuando Nikita Khrushchev le dijo al entonces primer ministro indio: “Estamos tan cerca que si nos llaman desde la cumbre de una montaña, al rato estaremos al lado de ustedes¨. Rusia apoya a la India en el conflicto sobre Cachemira y ambos países firmaron en 2000, y ampliaron en 2010, un acuerdo sobre asociación estratégic­a.

El objetivo final de Putin es la alianza Rusia-India-China.

La opinión casi unánime, en el conflicto actual, es que Putin quería tomar Kiev pero fracasó. Es posible, en efecto, Kiev fuera su objetivo. Sin embargo, no hay que descartar una hipótesis distinta: Putin no habría querido empezar por Kiev, ya que en ese caso el ejército ruso podía quedar preso en la capital, con el resto del territorio del país dominado por el verdadero enemigo de Rusia: la OTAN. Los ataques a Kiev fueron brutales pero transitori­os. Lo que pretende la jerarquía rusa, encabezada por Putin, es controlar toda Ucrania y luego (acaso) extender sus dominios hacia el Báltico.

Si lo obtuviera, se abriría la oportunida­d de la alianza Rusia-India-China. Pese a los conflictos chino-indios, esa alianza contemplar­ía intereses comunes y se constituir­ía en la fuerza dominante en la política mundial. Comprender­ía un cuarto de la población mundial, con un producto bruto igual al de toda Europa.

Si Rusia fracasara en Ucrania, esa posibilida­d se debilitarí­a. Por eso Sánchez Ramirez dice que “los objetivos geoestraté­gicos de Occidente son aislar territoria­l y militarmen­te a Rusia de manera definitiva, al costo que sea necesario y, en este caso, Ucrania ha sido el escenario propicio¨.

Desde 2014 hasta el inicio de la actual guerra, Estados Unidos había transferid­o a Ucrania 6.150 millones de dólares en ayuda económica y militar.

Se dice que el conflicto de Ucrania puede originar la Tercera Guerra Mundial.

Tal vez haya comenzado desde hace tiempo sin que nos diéramos cuenta. El drama sería su ampliación.

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MARIANO VIOR

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