La entrada de la droga al país, en manos de pequeños grupos
Los “ejecutivos” los contratan en Chaco y Santiago del Estero, para llevar la droga de allí a Buenos Aires.
En su despacho de Resistencia, Chaco, el fiscal federal Federico Carniel recuerda la mañana arriba de un helicóptero de Gendarmería. Estaban a la altura del Impenetrable, uno de los destinos de las avionetas que parten desde el sur de Paraguay.
“Notabas que algunos caminos rurales tenían pedazos de pastos cortados. O sea que ya ni siquiera hacen pistas clandestinas en campos: le pagan a cualquier chico que está ahí, cortan a los costados, al día siguiente la avioneta baja, descargan y se van. Es estratégico porque no tenés conectividad de celulares ni de antenas”.
Aclara rápido: la provincia funciona como centro de recepción, acopio y derivación; es una escala más.
El Impenetrable no es el único punto de la ciudad registrado por los investigadores. También saben de Castelli, Miraflores, el Sauzalito, entre tantos puntos más. “Pareciera que la política criminal argentina va para otro lado. Fijate que la mayoría de los agentes de fuerzas federales están en el Conurbano”, comenta .
Históricamente la cocaína entró al país desde Bolivia, con destino a Salta y Jujuy. Hace diez años que se detectó la ruta Bolivia-Paraguay-Argentina que recorre Clarín, pero con Santiago del Estero y Chaco como lugares de recepción. Se trata de una ruta “consolidada”, como la llaman.
El objetivo es Buenos Aires. “La ruta paraguaya creció mucho en el último tiempo”, afirma Carniel.
Un agente salteño de una fuerza federal con más de 20 años de experiencia se la juega por Paraguay: “Salta y Jujuy están quemadas. Hay dos o tres controles complicados e imposibles de evitar por caminos alternativos. En las escuchas los transportistas festejan cada vez que los pasan. Desde Paraguay evitan esos riesgos. Lo que no quita que desde Bolivia no siga entrando mucha droga”.
Lo común es que un representante de la banda que comprará el cargamento reciba al piloto uno o dos días antes. Conocerá la pista y estimará el combustible y la autonomía. Por último, se pactará día y hora de la entrega. Antes de hacer el viaje definitivo, se hará el paso más importante: en una videollamada, el comprador deberá mostrar los bolsos con el efectivo que se cancelará la transacción.
Los especialistas hablan de “cooperativas”.
Grupos independientes que son contra tados por los “ejecutivos”. “Ya no es más como antes, que los cárteles colombianos o mexicanos tenían gente que hacía todas las tareas. En Argentina no existe una gran organización como el PCC brasileño. Son pequeños grupos que ofrecen servicios, como empresas. Lo ven como ‘logística’”.
Los “ejecutivos” argentinos se contactan con los paraguayos. Les compran el cargamento y contratan un grupo de Chaco o Santiago del Estero que debe encargarse de los campos o pistas de aterrizaje, de la descarga de la avioneta y la carga de autos o camioneta y de los galpones de acopio. “Por lo general son clanes ligados al micro narcotráfico local”, explica Carniel. “Puede que hasta les paguen con cocaína”.
Otra “pyme” es la de los “transportistas”, que se encargan de llevarla desde el norte hasta Buenos Aires. “Son empresas criminales”, define un fiscal federal.
“Todas las medidas que toman están orientadas a mejorar la capacidad de retribución económica y abaratar los costos, como cualquier empresa normal. Porque se manejan con la lógica empresarial”.
“Desgraciadamente los transportistas son los únicos que llegan a los juicios. Los que terminan en la cárcel. Los tipos mueren callados. Están entrenados”, detalla Carniel.
El transportista no compra ni vende: su tarea es recibir la carga y entregarla . A cambio, les pagan 500 dólares por kilo, que reparten . Suelen ser grupos de cinco o siete personas, en tres autos. Hay algunos que van armados. Pero solo están dispuestos a abrir fuego en el caso de cruzarse con otra banda que quiera robarles el cargamento. Si los detiene la Policía, lo más probable es que se entreguen.
El kilo en Buenos Aires puede venderse en 5.000 dólares. Los destinos pueden ser muchos. Otras provincias, las villas, dealers con clientela exclusiva. Pero el que más dinero gana es el que cuenta con un contacto portuario y otro en Europa.
Carolina Sampó es investigadora del Conicet y coordinadora del Centro de Estudios sobre Crimen Organizado Trasnacional del Instituto de Relaciones internacionales de la Universidad de La Plata. Desde Madrid, cuenta: “La manifestación más importante del crimen organizado en América Latina es el narcotráfico vinculado
“Los transportistas son los únicos que llegan a juicio. Los tipos mueren callados”, afirman.
a la cocaína. Los puertos son la puerta de salida. El asunto apareció en distintas conversaciones con informantes claves. Es un mundo oculto. Nadie sabe muy bien qué ocurre ahí. No es un espacio visitable, está Prefectura, está Aduana, pero no se entiende bien a quién le corresponde la jurisdicción. La situación es parecida en casi todos los países”.
En base a esas entrevista, sostiene que existen puertos tradicionales y no tradicionales. Los primeros están en países productores de cocaína (Perú y Colombia). Los no tradicionales son lo contrario: están fuera. Para ella, existen organizaciones que podrían tener acceso a los dos tipos. Lo único que cambian son los riesgos y viáticos, porque en los primeros los controles son más estrictos.
“De cualquier manera, solo son escaneados el 2% de los contenedores a nivel mundial. Y se escanean cuando hay sospechas o existe un dato de inteligencia criminal. Mis informantes coinciden: la mayoría de las incautaciones se dan a partir del dato de una organización criminal que te dice ‘en aquel contenedor hay’.
“Hace años hablábamos de clanes familiares. Pero hoy en día no sabemos qué organizaciones sacan droga desde Argentina”, dice la investigadora del Conicet.
“Pareciera ser que está todo cada vez más atomizado. Podemos tener sospechas, en base a lo que cuentan los informantes y la gente de Interpol; ellos están convencidos de que la Ndrangheta (organización italiana) se encarga de sacar los cargamentos desde los puertos sudamericanos. También podrían estar involucradas otras mafias. Pero no hay muchas pruebas. Lo único concreto es la detención de varios de sus miembros en Argentina, Uruguay y Brasil, que te demuestra su presencia en el continente”, completa. ■