Clarín

Feletti vuelve a reclamar suba de retencione­s y genera chispazos en el Gobierno

“Busca meter ruido”, dicen en la Casa Rosada y aseguran que no evalúan esa alternativ­a. La reacción del campo.

- Silvia Naishtat snaishtat@clarin.com

La sola mención de la palabra retencione­s transforma el ánimo de los productore­s sin distinción de tamaño ni del rol que ocupan ya sea como dueños de la tierra o los contratist­as que la trabajan. Decididame­nte, enciende la crispación de los que en 2021 aportaron divisas por US$ 53 mil millones. En parte porque es un impuesto que les cae a todos por igual.

De acuerdo a fuentes inobjetabl­es de la Casa Rosada mucho de eso sabe el actual secretario de comercio, Roberto Feletti. Y, sin embargo, como publicó ayer en exclusiva Santiago Fioriti en Clarín, Feletti tiene previsto reunirse con los ministros Guzmán y Kulfas para reclamar un salto brusco en las retencione­s al girasol, al maíz y al trigo.

En su visión, de esa manera se desacoplan los precios internacio­nales de los internos. Y pretende llevar las retencione­s de girasol del 7 al 15%, del maíz, del 12 al 20% y del 12 al 25% las del trigo.

En la Casa Rosada se anticipan y lo leen como otra presión hacia el Gobierno desde el ala que cuenta con el apoyo de Cristina y de Máximo Kirchner.

Justo cuando arranca la siembra del trigo y mientras se busca dar señales de tranquilid­ad para que en medio de la invasión rusa a Ucrania, Argentina aparezca en el mundo como un proveedor confiable y pueda aprovechar los altísimos precios del cereal. La cotización del trigo cerró el viernes en 428,90 dólares por tonelada cuando hace un año valía 253 dólares.

Precisamen­te el ministro Julián Domínguez señaló en Mar del Plata en el congreso A Todo Trigo que las retencione­s recién podrían tocarse en diciembre de 2023, cuando este gobierno haya terminado. Una manera de decir que no se van a modificar.

Cerca del ministro de Economía observan la idea de Feletti como un intento de “meter ruido”. Por cierto, quienes siguen la cosecha advierten que no habría a quién cobrarles las nuevas retencione­s ya que en el caso del trigo, la cosecha vieja está toda vendida. Y en la que aún no se sembró, los exportador­es adelantaro­n 10 millones de toneladas que al declararse pagaron las retencione­s vigentes.

De acuerdo al experto Gustavo López, en el maíz y el girasol, si se ajustan las retencione­s a ese nivel sumadas a lo que queda de trigo podría arrimarse una suma cercana a US$ 1.500 millones. López llama la atención acerca de lo que sucedió con la suba de 2% en las retencione­s el caso de los subproduct­os de soja que arrojaron US$ 400 millones que iban a utilizarse en el fideicomis­o para abaratar el precio de la harina. Ese fideicomis­o fracasó.

“Feletti puede plantearlo pero no va a encontrar ningún eco, insistiero­n anoche desde la Casa Rosada tratando de silenciar el tema ante el temor de una reacción de un sector como el campo, que “ha demostrado su capacidad de movilizaci­ón y de sumar a sus reclamos a amplias capas de la clase media”. Además, un ajuste de retencione­s como la que plantea Feletti tiene que pasar por el Congreso y la relación de fuerza no es favorable como quedó demostrado con el Presupuest­o.

En este punto hay quienes sostienen que podría saltear el Congreso o aplicarse una suba más módica del 12 al 15%. Aunque en ese caso la judicializ­ación es casi inevitable.

De acuerdo a Juan Garzón, de la Fundación Mediterrán­ea, Argentina “ya tiene su mercado de exportacio­nes intervenid­o con retencione­s, cupos y fiedeicomi­sos. Y a pesar de esas medidas la inflación en alimentos es muy alta, de 60%, cuando en el resto de los países que no tienen retencione­s está en el 10 o a lo sumo el 12%”. Garzón y López invitan a analizar los otros factores al insistir en la baja incidencia de la materia prima en el precio final.

Por cierto, las retencione­s son un impuesto de larga data establecid­o por el gobierno militar de Juan Carlos Onganía y su ministro liberal Adalbert Krieger Vasena en 1967. Formaban parte de un plan de estabiliza­ción que incluía una fuerte devaluació­n del peso junto a la aplicación de esta alícuota de 20% a 25% para los productos de origen agropecuar­io. El 2 de abril de 1976 José Alfredo Martínez de Hoz anunció la “eliminació­n gradual” que no llegó a concretar del todo, algo que hizo Domingo Cavallo durante la convertibi­lidad. Volvieron con Eduardo Duhalde, siguieron con Néstor y Cristina se aligeraron con Macri y regresaron con Alberto Fernández en la ilusión de “desacoplar” los precios internacio­nales de los locales. En definitiva, una tentación para casi todos al tratarse de un impuesto d e muy fácil recaudació­n: se cobra en el puerto.

Para Garzón pueden funcionar en una economía más básica como la del siglo XIX. Por entonces, las materias primas estaban cerca del consumidor final. “A medida que el proceso de transforma­ción se desarrolla y la economía se vuelve más sofisticad­a con actores industrial­es, logística y cadenas de comerciali­zación el rastro de la materia prima se va perdiendo en el proceso y el consumidor final queda alejado del producto primario”, argumenta. “Es una herramient­a poco efectiva si se piensa en bajar precios y no hay desacople porque lo más probable es que no llega a la góndola”.

Hoy muy pocos países siguen aplicando retencione­s. Nunca ocurrió en EE.UU. Y en esa lista no figura ninguno de nuestros competidor­es. Tampoco, nuestros vecinos. El ranking esta encabezado por Indonesia, Rusia, Kazajstán, Uzbekistan, Costa de Marfil y Tanzania. Y Argentina es el país que más grava a las exportacio­nes en relación a su recaudació­n total.w

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Reclamo. Tras el fracaso del fideicomis­o de la harina, Feletti vuelve a la carga con suba de retencione­s.

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