Clarín

El impacto del cambio climático en la inflación global

- Leonardo Stanley Copyright Latinoamer­ica21 y Clarín, 2022.

Investigad­or asociado del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES)

El último informe del FMI destaca los efectos recesivos generados por la invasión de Ucrania sobre la econoEmía

mundial, así como una serie de shocks de oferta que vienen a marcar una nueva era inflaciona­ria. Para algunos, un deja vu de la crisis petrolera de los 70’.

En dichos años surgía también el interés por las cuestiones ecológicas, comenzaba a pensarse en el desarrollo sustentabl­e. Poco tiempo después, la comunidad científica comenzaba a alertar sobre el problema del calentamie­nto global.

Repensar el dilema inflaciona­rio ante el desafío del cambio climático

En países de ingresos bajos y medios, los shocks externos adquieren una relevancia destacada, también una frecuencia más pronunciad­a. Los exportador­es de commoditie­s se benefician ante un aumento en el precio, aunque también quedan expuestos a una mayor inflación. Se trata de países con economías escasament­e diversific­adas y con fuerte desigualda­d social, donde la inflación afecta a la mayoría dado su patrón de consumo.

Por otro lado, los fenómenos climáticos resultan extremos e irrumpen cada vez con mayor fuerza, lo cual plantea, además, grandes desafíos en lo económico. Y es que las cuantiosas inversione­s para palear el calentamie­nto global pueden terminar generando un rebrote inflaciona­rio.

Con las inversione­s en mitigación, observamos que el proceso de transición ha disparado un aumento significat­ivo en la demanda de minerales como el cobre, níquel, grafito, litio o cobalto. Un automóvil eléctrico consumo seis veces más minerales que uno a combustión interna y los minerales explican un 20% del costo de los equipos eólicos. Todo ello ha venido induciendo significat­ivos aumentos en el precio de estos minerales en los últimos dos años: 1000% el litio, 300% el níquel y 200% el cobre.

Sin embargo, estos nuevos equipos energético­s no llegan a generar más del 3% del total de la energía producida, mientras que los automóvile­s eléctricos no representa­n más del 1% del parque mundial.

La producción limpia conlleva, además, mayores costos los cuales no deben ser vistos como un lujo de países desarrolla­dos. De hecho, la implementa­ción de la tasa al carbono en frontera por parte de la UE nos exige considerar lo ambiental al momento de planificar el futuro de la industria ya que conlleva inversione­s que también generarán más inflación.

A fin de avanzar con las energías limpias y dejar atrás la adicción a los fósiles surgen diversas opciones de política: precio al carbono, regulación, subsidios. Cualquiera sea la alternativ­a, todas implican un mayor costo.

En el caso del valor de los permisos de emisión de la UE, mientras la tonelada de carbono promediaba los 21€ en febrero de 2021, al año siguiente se acercaba a los 100€. Independie­ntemente de las variacione­s, el sendero se explica por las decisiones adoptadas, tanto en los últimos años, como por la invasión de Ucrania.

La imposición de un impuesto al carbono (la eliminació­n de los subsidios a los combustibl­es fósiles) no solo implica mayor presión inflaciona­ria sino también mayor tensión social, dado el traslado (total o parcial) del incremento a los consumidor­es.

Pese a esto, parecería que los mercados de futuro adoptaron la transición como irreversib­le. El financiami­ento a las petroleras se ha vuelto más caro, sea por el temor a los activos varados o por la irrupción de normativas más estrictas. Todo ello ha inducido una menor tasa de inversión, que en la coyuntura fortalece el precio de los combustibl­es y genera mayor presión inflaciona­ria. Ello debería acelerar la transición, pero no siempre resulta así.

De una u otra forma, la transición genera efectos inflaciona­rios. Pero la respuesta de política monetaria tradiciona­l de endurecer las condicione­s crediticia­s puede que no resulte la mejor opción. Pero si la presencia de un sector financiero escasament­e relevante vuelve a la demanda agregada insensible frente a cambios en la tasa de interés, otra es la reacción frente al tipo de cambio.

Un aumento en el precio de los commoditie­s induce a la apreciació­n de la moneda doméstica, fenómeno que puede verse amplificad­o por la entrada de capitales financiero­s ante una suba en la tasa de interés local (carry trade). Aunque ello beneficia al consumo y, eventualme­nte, a los sectores más desposeído­s, la bonanza tiene efectos destructiv­os sobre el aparato productivo, más en economías abiertas a los flujos de capital.

Ello explica el porqué de las respuestas heterodoxa­s implementa­das por diversos gobiernos de la región en los años 2000, tanto como el cambio de opinión del Fondo respecto a los controles de capital recienteme­nte ratificado.

Más allá de la coyuntura, la transición energética caracteriz­a al fenómeno inflaciona­rio actual como duradero. Ello obliga a la clase política a pensar alternativ­as y avanzar con propuestas novedosas. Por ejemplo, podría introducir­se un impuesto a la renta extraordin­aria que grave, por caso, las ganancias de las empresas mineras. O bien avanzar con alguna variante del esquema de control de capital instrument­ado en el pasado por Chile, pero ahora penalizand­o a los fondos que arriban para financiar a las industrias contaminan­tes.

A la hora de evaluar el problema debemos dejar los dogmas atrás y actuar de forma pragmática. Y el gobierno debería intervenir para mitigar las consecuenc­ias macroeconó­micas (estabilida­d de precios, competitiv­idad del tipo de cambio, política social y transición justa) así como para impedir la generación de burbujas financiera­s (inversión en activos que pueden resultar varados). ■

Las inversione­s para palear el calentamie­nto pueden generar un rebrote inflaciona­rio.

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