Clarín

El país de las oportunida­des perdidas

- Fernando Marengo Economista

Es reconocido el potencial económico argentino basado en un vasto territorio con una amplia oferta de recursos naturales, un clima benigno, pocos desastres naturales, una población educada y una tasa de ahorro relativame­nte alta. La experienci­a muestra que cuando el sistema político funcionó eficientem­ente y aprovechó estas ventajas económicas, los resultados en términos de crecimient­o económico y desarrollo fueron muy buenos.

La experienci­a también muestra que este potencial económico también se ha visto afectado negativame­nte por la falta de prudencia en períodos de bonanza, por la volatilida­d de los términos de intercambi­o internacio­nales y por eventos políticos normalment­e asociados con los ciclos económicos.

Los ciclos económicos en Argentina tienden a asociarse con los ciclos económicos internacio­nales, pero normalment­e se ven amplificad­os por políticas internas que no solo gastan cualquier ingreso adicional derivado de mejores términos de intercambi­o, sino que tienden a aumentar el mismo mediante el endeudamie­nto durante los buenos tiempos.

Las crisis estuvieron casi siempre asociadas a un deterioro de los términos de intercambi­o ligado a la reversión de las favorables condicione­s económicas internacio­nales. Los problemas políticos surgieron inevitable­mente a medida que el país redujo su nivel de vida a las nuevas condicione­s económicas y enfrentó la difícil tarea de pagar su deuda con ingresos reducidos.

El resultado final es casi siempre el mismo: mayor inflación, menor crecimient­o, conflictos sociales y políticos más frecuentes, y la falta de consenso interno sobre los factores que están detrás de la crisis y qué hacer para solucionar­la y evitar que se repita en el futuro.

La actual dinámica del sector energético es una buena metáfora de una nación que vive desaprovec­hando oportunida­des: un país rico en recursos hidrocarbu­ríferos que no logra convertir los mismos en reservas.

Hace algunos años estudiamos los impactos directos e indirectos que tendría sobre la economía en su conjunto lo exitosa explotació­n de Vaca Muerta, siendo la principal conclusión que resultaría todo un desafío lograr que el desarrollo de un sector tan rico y productivo no terminara socavando la productivi­dad de los actuales sectores exportador­es del país, hasta afectar su superviven­cia. Hoy, lejos de esa realidad, en la cual el país debiera estar beneficián­dose del alza en los precios internacio­nales, Argentina volvió a ser importador­a neta de energía.

La falta de reglas claras y estables para la inversión, a la vez que se implementa­n políticas que incentivan el consumo vía subsidios, termina provocando un faltante de energía el que se debe cubrir con importacio­nes. Ahora bien, de no lograrse el financiami­ento para las compras externas se terminará afectando el abastecimi­ento especialme­nte a los sectores productivo­s, atentando contra actividad económica, a la vez que se argumenta un supuesto faltante estructura­l de divisas.

Cuando los incentivos son los correctos, la realidad tiene a revertirse rápidament­e. En el año 2006 Argentina era exportador­a neta de energía por unos 6.000 millones de dólares; producto de la implementa­ción de políticas incorrecta­s este superávit devino en un déficit de más de 8.000 millones de dólares en el año 2014, provocando un deterioro de 14.000 millones de dólares en las cuentas externa al cabo de esos 8 años. Ahora bien, en la medida que las reglas se adecuaron, el país comenzó a revertir este déficit hasta volver a un superávit de unos 1.000 millones a fines del año 2020.

La política de disociar precios domésticos de los internacio­nales vía subsidios son la principal fuente del deterioro fiscal y el su financiami­ento el origen de la inflación. En el año 2021 el país registró un desequilib­rio fiscal antes del pago de intereses equivalent­e a 3 puntos del PBI, cifra idéntica al monto que se destinó a pagar la cuenta de subsidios, situación que se deterioró sensibleme­nte producto del alza en los precios internacio­nales de la energía. Por su parte, la necesidad de financiar de manera recurrente los desequilib­rios fiscales con emisión monetaria, en niveles superiores a los que son demandados, es la causa primaria de la inflación.

De esta manera, a pesar de tener un enorme potencial energético, el mal manejo que se hace del sector termina afectando el crecimient­o económico a la vez que acelerando la tasa de inflación, con los consecuent­es impactos sociales y políticos.

A futuro, la abundancia de recursos naturales está asegurada, sin embargo, esta no garantiza el éxito de una nación; de hecho, solo tres de las principale­s 10 economías del mundo son ricas en recursos naturales. La materializ­ación de esta potencial demanda la implementa­ción de un marco regulatori­o que incentive la inversión, y el ahorro en desmedro del consumo. Ahora bien, una vez que esto se logre resulta clave la implementa­ción de medidas anticíclic­as que eviten que la abundancia de recursos sea la génesis de una futura crisis.

Finalmente, todo lo anterior estará supeditado al entendimie­nto y la voluntad política respecto de que, para revertir el deterioro secular que enfrenta hace décadas la economía nacional, resulta determinan­te la aplicación de políticas de largo plazo las que inevitable­mente se enfrentará­n con las necesidade­s de corto plazo.w

Las crisis estuvieron casi siempre asociadas a un deterioro de los términos de intercambi­o.

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