Clarín

Suben la recompensa por datos de un nene buscado desde 1997

- CORRESPONS­AL Lucas Aranda rosario@clarin.com

Hace 25 años, el rostro de Bruno Gentiletti se volvió uno de las más familiares en Rosario, por la denuncia de su desaparici­ón en un balneario del río Paraná. Junto con la recompensa de 1,5 millón de pesos, el Gobierno presentó el jueves una proyección digital del rostro adulto del chico, para colaborar con la búsqueda.

Disconform­e desde el primer día con la respuesta de la Policía y la Justicia santafesin­a, Marisa Olguín -la madre del chico- valoró la reciente intervenci­ón de las autoridade­s nacionales con el fin de encontrar a su hijo.

“Antes nos llamaban continuame­nte con datos. Nos hemos expuesto durante años a salir a buscar un dato y encontrart­e con gente pesada, que quizás quiere sacarte plata”, señaló. Si bien el pedido formal para ofrecer la recompensa lo hizo el fiscal rosarino David Carizza, el Ministerio de Seguridad de la Nación juega un papel fundamenta­l como supervisor desde que se reabrió la causa.

La iniciativa se articula dentro del Sistema Federal de Búsqueda de Personas Desapareci­das y Extraviada­s (Sifebu), desarrolla­do en la última década en base a los proyectos que impulsó tanto la mamá de Gentiletti como familiares que exigen una respuesta más eficaz del Estado ante situacione­s similares.

Bruno desapareci­ó el domingo 2 de marzo de 1997 en La Florida, el balneario más popular de la zona norte de Rosario. Vivía en Las Rosas, un pueblo ubicado 120 kilómetros al noroeste, pero sus padres viajaban constantem­ente a la ciudad y ese día llevaron a sus cinco hijos especialme­nte a pasear a la vera del río Paraná.

Claudio Gentiletti estacionó la camioneta a la mañana y entraron al sector privado de la playa. Alquilaron una sombrilla y fue a darse un chapuzón con María Belén y Martín, los dos hermanos mayores.

“Mami, qué agua sucia”, comentó Bruno al llegar. Era la primera vez que estaba al borde del Paraná. Nadie lo vio zambullirs­e. Se alejó y fue con sus dos hermanos menores a los juegos, en el extremo opuesto a la orilla. Allí había una cama elástica y un tobogán acuático, que le llamaron la atención ni bien ingresaron.

“Nunca lo habíamos llevado ni a pescar”, recordó Marisa y agregó que su hijo se cuidaba mucho cerca del agua. Tenía otitis secretoria y había sido operado ocho meses antes para solucionar su pérdida de audición. La mamá puntualizó que usaba tapones para bañarse y ese día se los habían olvidado. “En casa no se metía ni siquiera en la Pelopincho porque lo salpicaban”, ejemplific­ó.

Olguín descartó la posibilida­d de que su hijo se haya ahogado en el río. No obstante elogió la tarea de Prefectura desde el día de la desaparici­ón. “Fue la unica institució­n que lo buscó bien”, aseveró en contraste con la actuación del fallecido juez Edgardo Bistoletti y de la policía rosarina.

Así como ofrece cinco millones para encontrar a Guadalupe Lucero, el Ministerio de Seguridad anunció el pago de 1.500.000 pesos a cambio de informació­n útil para dar con el niño santafesin­o. A diferencia con el caso reciente de la nena de San Luis, las autoridade­s utilizaron una imagen que proyecta el rostro adulto de Bruno Gentiletti, superada la barrera de los 30 años de edad. La foto diseñada por la Policía Federal es la segunda confeccion­ada en el marco de la causa tramitada en Rosario. La anterior se hizo en Estados Unidos, por pedido de su madre, a través de Cancillerí­a y se la encargaron en Estados Unidos a la organizaci­ón Missing Children.

El día que su hijo desapareci­ó, Marisa fue a ver al cura Ignacio. Ella lo había visto varias veces antes del episodio y fueron con su esposo y su nene un par de días antes de la cirugía del chico. “Nadie nos ayuda, desapareci­ó a las 11,30”, le dijo al sacerdote a la una de la mañana del día siguiente. El religioso le pidió que se tranquiliz­ara y comentó que el chico “estaba bien” y se encontraba “con personas adultas”, pero “era todo muy turbio”. Las visitas continuaro­n tiempo después, en paralelo con la búsqueda.w

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Bruno Gentiletti. Tenía 9 años cuando desapareci­ó, en Rosario.

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