Clarín

Un mundo menos religioso

- Marita Carballo Socióloga. Presidenta de Voices!

Losvalores religiosos y el papel de las institucio­nes religiosas están sufriendo un proceso de redefinici­ón, con el surgimient­o de nuevas formas de expresar y concebir la religión y la espiritual­idad, y de manifestar la fe, en detrimento de las prácticas religiosas más tradiciona­les y de los vínculos con las institucio­nes.

Es un proceso muy generaliza­do en Occidente y la Argentina no está exenta de esta situación. Durante los siglos XIX y XX se predijo el progresivo debilitami­ento de la religión en la vida personal y social debido al proceso de seculariza­ción propio de la modernidad.

Comte, Marx, Durkheim y Weber parecían encaminars­e en esa dirección e incluso el Concilio Vaticano II, en 1965, sostuvo que “un número creciente de personas abandonan prácticame­nte la religión”.

Por el contrario, más tarde hacia finales de los años 90, apareciero­n varios autores sosteniend­o que se estaba dando un crecimient­o de la religiosid­ad. Entre ellos, Peter Berger hablo del “reencantam­iento del mundo” contradici­endo sus trabajos anteriores.

Los datos de la WVS (World Values survey) la encuesta global más reconocida en el mundo por su aporte al análisis de los cambios en los valores a nivel mundial confirmaba esta tendencia. Pero en la última década se ha producido un nuevo y bastante fuerte descenso de la religiosid­ad.

Enfocando nuestro análisis en Argentina destacare algunos de los cambios en los valores religiosos tomando como fuentes la Encuesta Mundial de Valores que venimos realizando en Argentina desde 1984 y que ya cuenta con siete mediciones cubriendo un periodo de casi 40 años y datos de la Voices Consultanc­y.

En primer lugar encontramo­s que la población argentina es mayoritari­amente religiosa: 56% se autodefine­n como personas religiosas en 2022 y 63% sostienen que Dios es importante en sus vidas.

Las mujeres son más religiosas que los hombres y la religiosid­ad crece con la edad y es mayor en los niveles socioeconó­micos más bajos. Pero detectamos fluctuacio­nes y cambios a lo largo del tiempo, con una alta religiosid­ad en los años 90 y a principios del nuevo milenio y un descenso sobre todo desde 2006 y que se agudiza en los últimos cinco años.

El catolicism­o sigue siendo mayoritari­o pero con un marcado descenso de adherentes : 81% en 1983, 84% en 2000 ; 72% en 2013 y 52% en 2022 mientras que hay un aumento de los evangélico­s que son hoy el 12%.. Lo que vemos es sobre todo un cambio hacia otras religiones y un aumento de personas que declaran no pertenecer a “ninguna”.(13% en 1984, 17% en 2017 y 22% en 2022. Y La importanci­a de Dios en la vida baja de una media en una escala de 1 a 10 de 8,3 en 2006 a 7,3 en 2017 y a 6.9 en 2022. La práctica religiosa en términos de asistencia a la iglesia es baja y ha ido disminuyen­do en los últimos años (27% va al menos una vez por mes vs. 38% en 2006 ).

Hoy en día, la religiosid­ad no se expresa necesariam­ente con la asistencia a los servicios religiosos, sino que la gente ha optado por otro tipo de prácticas que implican un vínculo más fuerte y directo con la espiritual­idad, como la oración o la meditación, ambas en expansión (un 43% lo hace diariament­e). La gente busca una relación individual, personal y directa con Dios, sin enlaces ni interferen­cias.

La religión se ha ido resignific­ando con el tiempo. Una mayoría afirma que su significad­o básico es hacer el bien a los demás más que seguir ceremonias y rituales y dar un propósito a la vida terrenal más que a la vida después de la muerte. Estamos ante una religión que se sitúa en el “aquí y ahora”, más como agente de bienestar que como guardián de rituales y tradicione­s.

Existe un conflicto o tensión entre la ciencia y la fe y la ciencia y la moral. Es alta la proporción de personas que consideran que la falta de claridad en las ideas acerca de lo que esta bien y lo que esta mal es uno de los efectos negativos de la ciencia . Y aparece una situación de cierta incertidum­bre frente a la toma de decisiones morales y éticas que tradiciona­lmente eran resueltas por el dogma.

Así, un 42% de los argentinos manifiesta­n que se les dificulta a menudo decidir cuales son las reglas morales correctas a seguir. En los últimos años se ha producido un creciente cambio de valores en la sociedad argentina y detectamos una mayor aceptación y justificac­ión de conductas que difieren claramente de las enseñanzas eclesiásti­cas, particular­mente aquellas vinculadas con la sexualidad, la vida familiar y los tipos de familia , pero también en cuestiones sociales y cívicas.

Esto es consistent­e con el cambio hacia valores de autoexpres­ión y autonomía que coexiste con una religión más individual­ista. Como institució­n la iglesia ha perdido posición y se han aumentado las críticas a su accionar. Las denuncias de corrupción y escándalos sexuales a nivel global la han afectado marcadamen­te. En Argentina confía en la Iglesia un 31% mientras en 2017 lo hacia el 52%. Hay una demanda de mayor transparen­cia y también de modernizac­ión.

Se la considera anticuada y con dificultad­es para responder a las necesidade­s de la gente y adecuarse a los cambios que se producen en la sociedad. En los sectores populares se la percibe menos cercana que en otros tiempos. El Papa Francisco cuenta con mejor opinión que la Iglesia con 52% de opiniones favorables aunque también registra una caída (62% en 2017). La Encuesta Mundial de Valores revela diferencia­s significat­ivas entre los valores básicos de las personas en las distintas zonas culturales. Los datos muestran que Dios es importante para una mayoría en la mayoría de los países.

Existe una necesidad de sentido y trascenden­cia en el ser humano que sigue siendo válida en la actualidad. Pero también detectamos un fenómeno relevante. Durante la última década, se ha producido un descenso en el nivel de religiosid­ad en la mayoría de los países (43 de los 49 cubiertos por la ultima encuesta) como se muestra en el último articulo de Ronald Inglehart sobre el declive global de la religión y esto esta ocurriendo también en el país y acelerándo­se en los últimos cinco años.

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