El fenómeno Alcaraz: un superdotado con trabajo y valores
En el deporte hay personas extraordinarias que rompen con la lógica e irrumpen por sus enormes capacidades y virtudes a una edad muy temprana. Lo que uno ve en ese jugador no coincide con el tiempo que normalmente le llevaría a un deportista convertirse en algo tan excelente. Las equivocaciones propias te dan la posibilidad de seguir evolucionando. Y debés asimilar los aprendizajes adquiridos en los entrenamientos y en la competencia. Todo esto toma un enorme tiempo. Por eso lo que vemos hoy en Carlos Alcaraz parece ser una película puesta a una velocidad altísima. Y cuesta entenderlo.
Alcaraz parece ser un chico que vive lo que le pasa como si fuese un juego. Y no solo su genética y sus capacidades lo llevan a ser con apenas 19 años uno de los favoritos a ganar Roland Garros. Sucede que no está solo: detrás tiene a Juan Carlos Ferrero. Su entrenador atravesó una experiencia muy distinta a la de sus colegas. Porque no ha tenido que detenerse demasiado en perfeccionarle algún golpe. Porque tal vez no tuvo que invertir muchas horas en hacerle entender con qué actitud se debe enfrentar una adversidad en la competencia, cómo jugar un punto ni de qué manera se debe afrontar un momento
crítico de un partido. Para Ferrero, todo eso fue más liviano. No le quito mérito para nada sino que le adjudico una enorme capacidad, porque llevar adelante a un genio es un trabajo terriblemente delicado y hasta mucho más difícil y complejo.
No se trata de que Ferrero le enseñe recursos o posturas a Alcaraz sino de que es el ingeniero que asegura que los pasos sean firmes y que este jovencito no se salga de su camino. Como ex tenista súper exitoso y campeón de Grand Slam, le supo transmitir su mayor capital: sus valores personales, su humildad, haber estado siempre con los pies en la tierra y haber entendido que a cada logro hay que ponerlo en su contexto.
El secreto de esta enorme relación entre Carlos y Juan Carlos es llevarlo como debe ser, tratando de alivianarle la mochila y que asuma que el desafío de ser candidato es parte de la motivación, escapándoles lo más que pueda a las presiones.
Detrás de un genio siempre hay un mentor, un constructor. Y el destino supo unir a Alcaraz y a Ferrero para que el mundo del tenis hoy pueda ilusionarse con que en el joven español podemos encontrar características de Rafael Nadal, Novak Djokovic y Roger Federer. En Alcaraz empezamos a encontrar la potencia física del Rafa que sacudió en sus comienzos. También vemos en Carlos esa capacidad que tiene Nole para trabajar los partidos, reinventarse y encontrar su mejor versión en los momentos más críticos. Y cuando las cosas fluyen, tiene ese talento necesario para demostrar que el tenis también requiere de sutilezas. Cómo no pensar entonces en Roger, que parecía hacerlo todo sin esfuerzo.
Convivimos con la desesperación de pensar que en algún momento Federer, Nadal y Djokovic no estarán más en las canchas. Con un poquito de la genética y de la clase de cada uno de ellos, ver jugar a Carlos Alcaraz nos deja una suerte de alivio de que con él se pueda extender la historia grande durante muchísimo tiempo. Y disfrutar, de otro modo, del legado de los tres gigantes de la historia del tenis.w