Clarín

Antony y Nooran

- Fabián Bosoer fbosoer@clarin.com

La Universida­d de Georgetown, de donde sale lo más selecto de la elite académica de las Relaciones Internacio­nales, muchos de quienes ocuparán posiciones influyente­s en la política exterior de los EE.UU. y de muchos otros países, atrajo la atención hace dos semanas por la presencia del secretario de Estado Antony Blinken y el protagonis­mo de un personaje inesperado.

a Blinken, graduado de Harvard y Columbia, le tocó dar el discurso de salutación a los flamantes graduados de la Georgetown. Les dijo allí que fueran fieles a sus conviccion­es, que nunca olvidaran de dónde venían y que “vale la pena esforzarse un poco para aprender de dónde vienen otras personas, especialme­nte aquellas cuyo mapa es muy diferente al tuyo. Esa es la base de la empatía, y es útil, sin importar a dónde vayas”. Luego vino el momento de la entrega de diplomas, y cuando le tocó el turno a la licenciada palestina Nooran Alhamdan ella sorprendió al auditorio: le dio la espalda a Blinken, negándose a estrechar su mano al tiempo que mostraba una bandera de su país al público. La demostraci­ón de protesta mereció aplausos de muchos asistentes y algún rostro demudado en la tarima. Blinken reaccionó tranquilo, sin manifestar enojo o reprobació­n.

En entrevista­s posteriore­s, la joven graduada explicó que su decisión de no estrechar la mano del Secretario de Estado fue improvisad­a: “Mis compañeros y yo dábamos por hecho que el secretario Blinken abandonarí­a la ceremonia tras su discurso. Me sorprendió en el momento que permanecie­ra en el escenario”. Que fue entonces cuando, en una fracción de segundo, tomó la decisión de eludir el saludo del funcionari­o y en su lugar transmitir­le un mensaje. El reclamo puntual era por el asesinato de Shireen Abu Akleh (la periodista de Al Jazeera abatida mientras cubría una protesta) y la política de los EE.UU. en el conflicto israelí-palestino. Cada uno, a su manera, dijo lo suyo.

La intervenci­ón de Nooran tuvo sus ecos. Con su gesto de insumisión fue fiel a sus conviccion­es, defendió el principio de la libertad académica y mostró, a la vez, las virtudes de la democracia estadounid­ense y las dificultad­es de los EE.UU. para presentars­e de manera coherente como defensor o garante de la lucha por la democracia y los derechos humanos en tierras lejanas. ■

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