Antony y Nooran
La Universidad de Georgetown, de donde sale lo más selecto de la elite académica de las Relaciones Internacionales, muchos de quienes ocuparán posiciones influyentes en la política exterior de los EE.UU. y de muchos otros países, atrajo la atención hace dos semanas por la presencia del secretario de Estado Antony Blinken y el protagonismo de un personaje inesperado.
a Blinken, graduado de Harvard y Columbia, le tocó dar el discurso de salutación a los flamantes graduados de la Georgetown. Les dijo allí que fueran fieles a sus convicciones, que nunca olvidaran de dónde venían y que “vale la pena esforzarse un poco para aprender de dónde vienen otras personas, especialmente aquellas cuyo mapa es muy diferente al tuyo. Esa es la base de la empatía, y es útil, sin importar a dónde vayas”. Luego vino el momento de la entrega de diplomas, y cuando le tocó el turno a la licenciada palestina Nooran Alhamdan ella sorprendió al auditorio: le dio la espalda a Blinken, negándose a estrechar su mano al tiempo que mostraba una bandera de su país al público. La demostración de protesta mereció aplausos de muchos asistentes y algún rostro demudado en la tarima. Blinken reaccionó tranquilo, sin manifestar enojo o reprobación.
En entrevistas posteriores, la joven graduada explicó que su decisión de no estrechar la mano del Secretario de Estado fue improvisada: “Mis compañeros y yo dábamos por hecho que el secretario Blinken abandonaría la ceremonia tras su discurso. Me sorprendió en el momento que permaneciera en el escenario”. Que fue entonces cuando, en una fracción de segundo, tomó la decisión de eludir el saludo del funcionario y en su lugar transmitirle un mensaje. El reclamo puntual era por el asesinato de Shireen Abu Akleh (la periodista de Al Jazeera abatida mientras cubría una protesta) y la política de los EE.UU. en el conflicto israelí-palestino. Cada uno, a su manera, dijo lo suyo.
La intervención de Nooran tuvo sus ecos. Con su gesto de insumisión fue fiel a sus convicciones, defendió el principio de la libertad académica y mostró, a la vez, las virtudes de la democracia estadounidense y las dificultades de los EE.UU. para presentarse de manera coherente como defensor o garante de la lucha por la democracia y los derechos humanos en tierras lejanas. ■