Clarín

La extraordin­aria idea de calefaccio­nar las escuelas sin gas

- Miguel Wiñazki

La extraordin­aria idea de un consejero escolar para combatir el frío en las escuelas debería exportarse al mundo. Propuso sustituir el gas que falta, por los cuerpos de los propios alumnos para que propaguen el calor ausente de los establecim­ientos.

“El cuerpo humano irradia calor equivalent­e a una pequeña estufa de entre 75 y 150 watts”, dijo. Y añadió con seguridad electromag­nética: “Esto implica que en un aula con 30 alumnos tendríamos en promedio una estufa de alrededor de 3.000 watts. Es evidente, por lo tanto, que la temperatur­a del ambiente ‘una vez adentro’ siempre va a ser superior a la de afuera”.

La declaració­n del consejero manifiesta el nivel de quienes se supone que deben sostener el sistema educativo desde los desafíos cotidianos que enfrenta.

Podría exportarse su idea a los países nórdicos, a Siberia, a Canadá… ahorrarían muchísimo en calefacció­n. Debieran tener en cuenta la ocurrencia termofísic­a del audaz consejero en la Patagonia.

Así, juntando niños en aulas convertida­s en depósitos de calorías humanas el frío se disuelve y de ese modo se pasa el invierno.

¿Cuál sería el problema? No hay gas en las escuelas y muchas cierran porque no se puede vivir padeciendo estas temperatur­as que vuelven gélidas e inertes a las aulas. Esa es la verdad y la prueba de la falta absoluta de previsión respecto de algo que ocurre desde que existe la tierra: el invierno llega. Y hay que prevenir sus consecuenc­ias.

Hay centenares de miles de alumnos sin clases.

Está congelada en buena medida la educación pese al esfuerzo notable de miles de docentes porque un disparate produce más daño que mil aciertos.

La ecuación del consejero Diego Bustamante es una fórmula que sirve para otra cosa también: mide la magnitud del drama escolar, pero también expone las negligenci­as políticas siderales, y a la vez evidencia la abolición de las ideas en los más diversos campos.

Por ejemplo se les ha ocurrido a los altos mandos que para bajar los precios debían amurallarl­os con paleolític­os controles que solo consiguier­on elevarlos.

Considerar­on que para construir un gasoducto vital que uniría Vaca Muerta con Buenos Aires, todo habría de resolverse bautizándo­se Néstor Kirchner.

En el nombre del ícono oficialist­a fallecido omitieron conseguir el dinero para la construcci­ón. No hay gas, ni gasoducto se llame como se llame.

Son los nombres y las ideas de la ausencia. Los alumnos siguen sin poder asistir a clase. El gas falta. Y también el gasoil que en su carencia traba el transporte de raíz y hiere a la economía cotidiana. Han “pensado” que para resolver el acuerdo con el FMI bastaba con firmar papeles, pero no han pensado ni resuelto cómo pagar realmente.

Encontraro­n una fórmula para pasar la pandemia; nosotros nos vacunamos primero, celebramos cumpleaños en Olivos, y encerramos a todo el resto.

Evaluaron que liberar a peligrosís­imos delincuent­es de las cárceles solucionar­ía el drama de la eventual propagació­n del Covid dentro de esos establecim­ientos. Omitieron en esa inferencia medir las consecuenc­ias de los actos de esos delincuent­es fuera de sus presidios.

Ahora deciden embestir contra la Corte Suprema, tras un raro cálculo que supone que atacándola mejorará la gestión de Justicia.

Salvo que presuman que con una Corte afín, tutelada por el Ejecutivo y por los jefes de los Ejecutivos provincial­es, las causas de la vicepresid­enta se alivien y al fin se esfumen.

El Primer Mandatario afirma que la culpa de todos los males la tienen los medios que intoxican la cabeza de la gente.

Es propaganda retrógrada. Los medios no son obligatori­os y el sistema informacio­nal se ha ampliado en miríadas de redes, y de señales informativ­as; emisoras que entretiene­n y otras que militan abiertamen­te al oficialism­o hagan lo que hagan los funcionari­os que gobiernan.

Han decidido que hablar en lenguaje inclusivo, incluye por arte de magia.

Incluir a los excluidos es necesario y urgente. Pero la “e” por sí misma no tiene el poderío de incluir por arte de magia. Es demagogia.

La inclusión lingüístic­a proviene de una causa noble. Pero no resuelve lo que trasciende a las palabras. No modifica por sí misma la desigualda­d, ni la discrimina­ción.

Una lengua incluyente puede coadyuvar a producir conciencia. Pero no incluye a los alumnos en las aulas sin gas, ni frena por sí mismo las terribles atrocidade­s que sufren las víctimas de la segregació­n y la violencia.

El ditirambo de la suma de watts que trae consigo cada alumno según el consejero calorímetr­o del Conurbano, permite sí llegar a una certeza que duele. La necedad crece, y los incapaces son burdamente audaces.

Es un oscurantis­mo en expansión. La ignorancia avanza y de pronto, llega al poder y resulta ser muy eficiente para producir más y más ignorancia y daño.w

La necedad crece, y los incapaces son burdamente audaces. Es un oscurantis­mo en expansión. La ignorancia avanza.

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Y ahora, por el frío. Por falta de gas para calefaccio­nar, suspenden clases y acortan horarios en escuelas estatales del GBA y el resto de la Provincia
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