Clarín

¿Usar palabras duras o palabras amables?

- Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

Hijo de puta. Eso le dijo. Estábamos en la escuela primaria, no sabíamos qué era una puta pero sí que la palabra ofendía a morir. Por eso hubo una batalla campal: un compañero se lo había dicho a otro como insulto y la reacción fue feroz. Todos nos metimos en algún bando, piña va, piña viene. Esa noche pregunté en casa qué era una puta pero, creo recordar, no me lo explicaron. En aquellos tiempos “se protegía” a los niños hasta cierta edad.

También de esos tiempos me quedó la idea -recóndita, que rechazo pero contra la cual hay que luchar- de que una puta no es una mujer.

Lo es, claro, pero no una como tantas que pasa por la calle sino la que eligió algo que la denigra. Curioso, ese mismo calificati­vo no surge cuando pensamos en su contracara, el cliente. Uno va de joda, para bien o para mal, la otra queda marcada a fuego. Es cierto que hay muchos hombres que no participam­os de ese intercambi­o, pero muchos que sí; alcanza con ver cualquier página de escorts en la Web para intuir que clientes no faltan.

La primera vez que conocí a una puta fue en Brasil. No habrá sido por casualidad, era el lugar que asociábamo­s a la liberalida­d. Así se decía. Esta chica, con la que compartimo­s un día con otros amigos, estaba mal, no sé si había sido abusada, estaba enferma o qué. La cobijamos unas horas, comió con nosotros, fue como una compañera. Nunca volví a saber de su suerte pero sí la recuerdo como la primera puta con la que hablé. A partir de ella, las empecé a ver como mujeres comunes. Mujeres que por una u otra razón habían caído en, o elegido, el oficio pero que seguían siendo personas como todas.

La nota central de estas páginas habla de “trabajador­a sexual”. Así dice el título. Pensé bastante antes de ponerlo: eran las palabras que había usado el autor y quería respetarla­s. Pero también encontré testimonio­s de mujeres que habían salido de la prostituci­ón y hablaban de putas. Decían que el término “trabajador­a sexual” disfraza una realidad muy densa. No estoy seguro de qué es mejor: ¿hablar con un término que parece más respetuoso o romper con la corrección política y decir las cosas como casi todos la piensan? No lo sé. Elegí respetar las palabras del autor, pero me quedan dudas.

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