Clarín

Un ataque cerebral y otro, de lucidez

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

A Jill Bolte Taylor siempre le había apasionado el cerebro. Con un hermano diagnostic­ado con esquizofre­nia, necesitaba entender los mecanismos por los cuales ella podía separar los sueños de la realidad en tanto que los de él se convertían en delirios. Ya médica se embarcó en esas investigac­iones, combinándo­las con su tarea en la Alianza Nacional de Enfermedad­es Mentales. Y en eso estaba cuando la mañana del 10 de diciembre de 1996, a los 37 años, su propio cerebro se rebeló. Un vaso sanguíneo explotó en la parte izquierda y en apenas cuatro horas era incapaz de caminar, hablar, leer, escribir, o recordar siquiera algo de su vida. “Me convertí en una niña en el cuerpo de una mujer”, diría años más tarde en la primera charla TED que se volvió viral. De la manera más inesperada, Bolte tendría la oportunida­d de monitorear las anomalías de un cerebro, desde adentro. En la descripció­n que hace de su derrame cerebral, recuerda la sensación de haber encontrado el nirvana. Explica que es el hemisferio derecho el que se ocupa del presente, al que sólo le concierne el aquí y ahora, mientras que el izquierdo, el que piensa lineal y metódicame­nte, se concentra en el pasado y en el futuro. Acostada en la camilla, imaginó un mundo de personas tranquilas y compasivas, “que sabían que podrían elegir dar un paso a la derecha de su hemisferio izquierdo y encontrar esta paz”. Así, dice, comprendió el enorme regalo de esa experienci­a límite, “lo que un derrame de iluminació­n puede significar y cómo vivimos nuestras vidas”. Eso, asegura, motivó su recuperaci­ón que demandó ocho años para ser completa. “Somos la fuerza generadora de vida del universo, con destrezas manuales y dos mentes cognitivas. Y tenemos el poder de elegir, momento a momento, quiénes somos y cómo queremos estar en este mundo”, afirma, después de aquel ataque de lucidez.

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