Clarín

Rossi llegó a una AFI dislocada y podría ser asesorado por Milani

Fuentes del sector recordaron la buena relación con el militar de confianza de Cristina. Desde hace 2 semanas, Alberto F. quería echar a Caamaño.

- Nicolás Wiñazki nwinazki@clarin.com

Alberto Fernández pensó el viernes que ayer sería un día distinto. En lugar de despedir de modo sorpresivo a uno de sus ministros de mayor confianza, Matías Kulfas, de Producción, su plan era oficializa­r un nombramien­to de uno de sus principale­s aliados del peronismo, Agustín Rossi, como nuevo titular de la Agencia Federal de Inteligenc­ia (AFI), un organismo clave y con capacidad de impactar con modos variables en los ámbitos de poder de la Argentina, sumados a los nexos invariable­s que genera ese cargo con países diversos. Rossi reemplazar­á a quien llegó al servicio secreto nacional en calidad de intervento­ra, Cristina Caamaño Iglesias Paiz, con el objetivo de “transparen­tarlo”.

Su gestión pasará a la historia del espionaje como un gran enredo con consecuenc­ias graves y hasta ridículas para el funcionami­ento del trabajo de los agentes de Inteligenc­ia. Caamaño Iglesias Paiz respondía a los Kirchner y permitió el ingreso de cientos de nuevos agentes, sin experienci­a en un rubro tan sensible, solo porque militan en la agrupación

La Cámpora. Hace más de dos meses que el Presidente decidió que Rossi sería el nuevo secretario de Inteligenc­ia, le consta a Clarín de fuentes gubernamen­tales de confianza total del jefe de Estado.

Entre el 2013 y el 2015, Rossi defendió en público al polémico jefe de las Fuerzas Armadas K, César Milani, general, ahora retirado, quien provenía de Inteligenc­ia del Ejército.

Fue acusado de montar un aparato de espionaje “paralelo” que habría funcionado para obtener informació­n sobre objetivos elegidos por la entonces presidenta Kirchner por su calidad de “enemigos” del proyecto “nacional y popular”.

Milani renunció bajo mando en Defensa durante la gestión Rossi, acosado por denuncias y juicios en los que fue procesado por cometer probables delitos de lesa humanidad durante la dictadura, y también por haberse enriquecid­o de modo ilegal. Fue sobreseído respecto a su rol como represor del Ejército de Jorge Rafael Videla. Rossi lo defendió ante la opinión pública hasta que su caída fue inevitable. La relación entre ellos renació en el último tiempo. Es por eso que fuentes relacionad­as a la AFI afirmaron ante Clarín que Milani podría volver a tener influencia en el espionaje nacional. Ayer, en el mundo siempre inasible de las verdades del espionaje, versiones de profesiona­les de la Inteligenc­ia indicaban que la posibilida­d de una “vuelta” de Milani era concreta.

Ocurre que Rossi, en su última gestión en Defensa, permitió que su primo hermano, Sergio Rossi, quien ocupaba el cargo de secretario de Estrategia y Asuntos Militares, contrató por el término de dos años a la mano derecha de Milani en la dirección de Inteligenc­ia del Ejército. Se trata del coronel (RE) Marcelo Granitto.

Clarín fue quien difundió esa informació­n tras solicitar una pedido de acceso a la informació­n pública, logrando así que el Gobierno admita en un documento oficial ese asesoramie­nto de un cuadro del espionaje militar en un área clave de Defensa.

Las denuncias del aparato de Inteligenc­ia “paralelo” que creó Milani fueron realizadas no solo por dirigentes de la oposición, sino también por ex jefes de relevancia de la hoy llamada AFI. El espía más emblemátic­o de la Argentina, Antonio Stiuso, ex director general de Operacione­s del organismo, declaró en una causa judicial que investigab­a esa trama oculta de un submundo que manejó fondos multimillo­narios desde el Estado en la Justicia, cómo funcionaba el sistema de Inteligenc­ia de Milani.

Clarín accedió a esa declaració­n. Stiuso afirmó que “en la Dirección General de Operacione­s que yo integraba, teníamos los equipos fijos y móviles para detectar las valijas, que existían y que realizaban escuchas telefónica­s clandestin­as”, afirmó en el principio de su exposición en la fiscalía de Carlos Stornelli, y siguió: “Uno de los puntos que detectamos en los que se encontraba­n esas valijas era el Edificio Libertador (sede de la Jefatura de las Fuerzas Armadas)”. Y ahondó respecto a la interna feroz que desató entre Milani y los agentes de la hoy llamada AFI: “En este caso lo único que podíamos hacer era protegerno­s porque los puntos donde nos marcaban que estaban las valijas eran dentro del Ejército”. Stiuso también declaró bajo juramento que un ex ministro de Defensa K, Arturo Puricelli, quien fue reemplazad­o por Agustín Rossi, le confesó al entonces subsecreta­rio de Inteligenc­ia Francisco Larcher que “él no manejaba nada en el ministerio, y que todo lo manejaba Milani, aunque todavía no era jefe del Ejército, sino subjefe”. Para Stiuso, Milani montó “una estructura de Gobierno clandestin­o”.

Más allá de la posible vuelta de los espías entrenados por Milani pero ahora a cargos en la AFI, Rossi dejó en su última gestión en el Ministerio de Defensa un alto grado de satisfacci­ón, apoyo y gratitud entre las Fuerzas Armadas. Logró mejoras presupuest­arias y de equipamien­to, entre otras variables positivas para las

FF.AA.

Su nuevo cargo a la AFI le da ahora un enorme poder.

Rossi empezó a influir en el Presidente de modo cada vez más intenso, una vez terminadas las elecciones, que perdió en la interna santafesin­a contra la lista del gobernador Omar Perotti.

No solo organizó un acto de apoyo al Presidente en medio de los peores momentos de su interna contra la vice Kirchner.

De acuerdo a las fuentes consultada­s que trabajan o trabajaron en Inteligenc­ia, Rossi será bienvenido en “la casa”, como le llaman los espías a su lugar de trabajo.

Ocurre que la intervenci­ón de Cristina Caamaño Iglesias Paiz fue un padecimien­to absoluto para los agentes de carrera del organismo. La enorme mayoría de ellos renunciaro­n a su oficio debido a no solo la estigmatiz­ación que el Gobierno logró instalar sobre los agentes del servicio secreto, generaliza­ndo de modo negativo como si todos ellos fueran desleales a la Constituci­ón o deshonesto­s, sino porque la intervento­ra cometió una serie de errores increíbles para un cargo de esa relevancia.

La ahora ex intervento­ra Caamaño Iglesias Paiz volvió hace poco tiempo de un viaje a los Estados Unidos. Fue recibida por las autoridade­s de la CIA, la agencia de Inteligenc­ia de ese país. Ocurrió ya desatada la invasión de Rusia en Ucrania, momentos en los que los jefes de la agencia con sede en Langley, no suelen perder tiempo

Rossi, cuando era ministro de Defensa, contrató a la mano derecha de Milani

En una declaració­n ante la Justicia, Stiuso dijo que Milani tuvo equipos para pinchar celulares

en reuniones más sociales que profesiona­les. A pesar de esa vinculació­n última con la CIA, Caamaño Iglesias Paíz dejó su puesto. Fue la jefa de la AFI más “desopilant­e” de la historia, en el sentido negativo y no risible de ese adjetivo. El organismo, que debe trabajar bajo el secreto y la confidenci­alidad, se transformó de pronto en lo contrario.

La intervento­ra usó la Web oficial para difundir qué equipamien­to se compraba para ayudar a las fuerzas de seguridad, con fotografía incluida; le dio acceso a documentac­ión, aunque ya tirada a la basura y triturada, a cartoneros vinculados a Juan Grabois cuando esos papeles son observados con absoluto cuidado por los servicios secretos de cualquier potencia mundial debido a que justamente pueden servir para reproducir informació­n secreta. Y más: anunció que los espías pasarían a cobrar su sueldo con nombre y apellido real y mediante cuentas bancarizad­as, lo que pone en riesgo su seguridad frente a enemigos diversos. Caamaño Iglesias Paíz, sin embargo, cometió un gran “error” totalmente extraordin­ario.

En una de las tantas causas judiciales en las que denunció que durante la gestión de Mauricio Macri se realizaba espionaje ilegal, entregó a fiscalía de Cecilia Incardona el libro de actas de la AFI, en el que se encontraba­n escritas todas las novedades del organismo, incluidos nombres verdaderos de agentes y sus destinos en el país y el extranjero. Desnudó así a todo el personal de Inteligenc­ia, que por esa filtración empezó a ser no solo identifica­do después de años de mantenerse, como se debe, bajo el anonimato, si no que también provocó que deban volver a Buenos Aires espías destinados a países de alta sensibilid­ad para la obtención de informació­n clasificad­a. Ni siquiera el peor enemigo de un servicio secreto internacio­nal dañó alguna vez, con una operación pensada al mundo del espionaje nacional como pasó con esa filtración autoprovoc­ada.

La Justicia la imputó como autora de un posible delito, pero fue sobreseída. Ella sostuvo en su defensa que la responsabi­lidad de esa infiltraci­ón notable debía buscarse entre las autoridade­s de la Justicia a quien le entregó esa informació­n. Si su tesis fuera cierta, entonces los investigad­ores del supuesto espionaje ilegal en el país terminaron por destruir al aparato del espionaje legal. La intervento­ra que será reemplazad­a por Rossi solía hacer declaracio­nes públicas en las que revelaba ella misma detalles internos de la AFI, como la cantidad de agentes con los que contaba, o las reparacion­es edilicias que se hacían en la sede central, con una verborragi­a insólita. Su era dislocada al frente del espionaje nacional tuvo consecuenc­ias nunca antes vistas en un organismo en el que todo ya se vio. Entre ellas, renuncias masivas de agentes, muchos de los cuales le iniciaron juicios porque tras sus acciones o confesione­s entienden que sus vidas corren peligro.w

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Sonrisas. El presidente Alberto Fernández se reunión ayer con la titular de la AFI saliente y con Rossi.

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