Clarín

Jubileo y cumpleaños, la familia real se reconcilia alrededor de las ceremonias

Los duques de Sussex dejaron atrás los rencores y festejaron con la soberana el primer año de su hija.

- CORRESPONS­AL María Laura Avignolo

“Happy Birthday, Lilibet!”. La reina Isabel, el príncipe Carlos y Camilla, Kate y William, duques de Cambridge, dejaron aparte cualquier diferencia entre los Royal para desear un muy feliz cumpleaños en Twitter, en la mañana de este sábado, a la hija de Harry y Meghan, los duques de Sussex, que cumple su primer año en Frogmore Cottage, su casa británica. Pero no la acompañaro­n con una foto.

La bebita lleva el nombre en homenaje a la reina. Lilibet es como sus hijos, sus nietos y sus amigos llaman en la intimidad a la soberana. La bisnieta norteameri­cana de Isabel II va a celebrar su primer cumpleaños lejos de Montecito, donde vive. Está por primera vez en el reino de su papá para ser socialment­e introducid­a a una familia que jamás la ha visto ni visitado, excepto la princesa Eugenie, la mejor amiga del príncipe Harry.

Junto a sus padres y su hermano Archie, llegó en un avión privado a Gran Bretaña para conocer a su familia y asistir a la celebració­n del Jubileo de Platino de su bisabuela.

Nadie la ha visto después de la brutal ruptura entre los Sussex y los Royals, tras su partida al exilio, en busca de su independen­cia, ante las diferencia­s con su hermano William y los cortesanos. Salvo el peluquero de Meghan.

Las dos Lilibet se encontraro­n en el palacio de Windsor, apenas 24 horas después de su aterrizaje en el reino. Harry y Meghan, que viven a 10 minutos a pie del palacio, fueron recibidos por la reina para que conociera a su bisnieta y a Archie, el primer hijo de la pareja, que ya ha cumplido 3 años y la reina solo vio el día de su bautismo en Windsor. Nadie sabe que pasó en ese encuentro.

Los Sussex han decidido celebrar “privadamen­te, en su casa” y “en familia” el primer cumpleaños de su hija. Están en Windsor. No se sabía si algunos de sus primos estarían en la pequeña celebració­n.

Segurament­e Lili no podrá conocer a sus primos. William y Kate, los duques de Cambridge, llegaron a Cardiff junto con dos de los tres chicos, George y Charlotte, en su visita oficial del jubileo este sábado.

La reina no asistió este sábado al Derby Epstom, esa carrera de caballos a la que solo faltó tres veces en su vida, por sus problemas de movilidad. Tenía previsto celebrar el cumpleaños de su nieta y mirar el concierto de los más grandes músicos británicos en el palacio de Buckingham desde Windsor, su residencia definitiva, acompañada por Harry y Meghan.

Esos miembros “tan queridos de la familia”, que el viernes, en la ceremonia de acción de gracias en la catedral de St Paul, fueron deliberada­mente ignorados por su padre, el príncipe Carlos, y por su hermano William y su esposa, Kate.

Una reconcilia­ción pública, como imaginó la reina, que no se produjo en los mismos términos que ella hubiese querido. Aunque fue un gran paso, que ella siguió atentament­e desde la televisión en Windsor.

Pero con una coreografí­a diseñada para que no hubiese enfrentami­entos ni odiosas miradas públicas entre las partes irreconcil­iables, como en la última ceremonia conjunta de la abadía de Westminste­r.

La idea de Isabel II era mostrar al mundo una Familia Real unida en las celebracio­nes pero con diferentes status. La Familia Real trabajador­a, que corta cintas, planta árboles, descubre placas en apoyo a la reina, en la primera fila y los demás en la segunda fila. Allí estaban Meghan y Harry, junto a las hijas de Andrés, el duque de York prohibido, las princesas Eugenie y Beatrice, sus maridos y Sara Chatto, elegantísi­ma, hija de la princesa Margarita, la hermana de la reina, con quien conversaba­n animadamen­te. Era la fila divertida de la catedral, pero no la primera fila.

Por primera vez Harry, sexto en la línea de la sucesión al trono, experiment­ó el dolor de no ser un “full royal”. Aunque sea hijo del futuro rey y hermano del siguiente, tras su partida al exilio y sus acusacione­s a la familia real de “racismo” y a su padre de haberle cortado “todo apoyo financiero”.

Un aislamient­o que lo forzó a firmar un contrato millonario con Netflix para una serie de documental­es y una biografía, que aparecerá en septiembre.

Son dos hechos que inquietan a la Familia Real, especialme­nte al príncipe Carlos y a William, por cómo pueden ser representa­dos y hasta dónde habrá revelacion­es incómodas, en plena transición en la Casa de Windsor.w

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