Clarín

En la Ciudad quedan menos de 100 tintorería­s, el emblema de los inmigrante­s japoneses

Llegaron a ser 2.000, pero fueron cerrando por falta de descendien­tes que continúen el negocio, y la baja rentabilid­ad. Buscan mapearlas para preservar su memoria.

- Karina Niebla kniebla@clarin.com

Es difícil saber cuántas tintorería­s tradiciona­les quedan en la Ciudad. Entre las que cerraron en pandemia, las que volvieron, las que bajaron persiana antes y la falta de conteo oficial, solo queda el ojo atento y lento, a contramano del ritmo porteño de hacer las cosas. Sí se sabe que cada vez hay menos: en los sesenta llegaron a ser 2.000. Hoy no superan el centenar.

Hay al menos tres proyectos que las rescatan. Dos de ellos las mapean. Gracias a esos registros y un relevamien­to propio de este diario, se estima que hay 88 tintorería­s tradiciona­les abiertas en la Ciudad. Otras 59 se perdieron en el último tiempo. La mayoría nacieron de inmigrante­s provenient­es de Okinawa, Japón. Hoy las que siguen abiertas funcionan por la voluntad de esos viejos expatriado­s o de sus hijos y, en menor medida, de sus nietos.

El apuro, el bolsillo vacío, la moda rápida, la prenda que en lugar de cuidarse se reemplaza por una nueva. Y las tintorería­s que son todo cuidado, duración, atención a los detalles, el precio que se paga para que lo bueno siga siéndolo.

Eso de este lado del mostrador, que suele ser de base de madera y tapa de fórmica. Detrás de él, la crisis de las tintorería­s pasa por la menor rentabilid­ad del negocio y la escasez de nuevas generacion­es, en muchos casos ya profesiona­lizadas, que quieran dedicarse a este arte manual. Muchas tintorería­s se convierten en restaurant­es. En varios casos, de sushi.

Medio siglo de su vida pasó Masao Tomoyose en esta tintorería. Y sigue. Sus 79 años se disimulan en su sonrisa cálida y su indumentar­ia enterament­e de jean. Así recibe a este diario en Japón, la tintorería que abrió en 1971 junto a su esposa Norma Arakaki. Queda en Bolívar al 1400, San Telmo. Por su puerta vidriada pasó un Tato Bores que fue a filmar una vez un sketch. Y otras miles de personas, prendas, anécdotas.

“La diferencia que hacemos está en el equipamien­to y el resultado final: la limpieza y el planchado a vapor, muy distinto al de los locales más modernos”, explica Masao. Detrás de él se asoma la plancha: metro y medio de largo, a presión, hay que bajar la prensa con ambas manos para aplastar la prenda y que reciba esa agua en suspensión.

Empieza a hacer frío de mayo y se valora el calor que emana el local. “Es una de las cosas que más aprecian los clientes”, dice Masao en referencia a la plancha, pero bien podría hablar del trato. Ese es otro factor que hace que tenga “todavía mucho trabajo”, celebra. Aunque admite que cada vez hay menos colegas: “Los dueños somos todos mayores. Nuestros hijos siguieron carreras y no tenemos quién siga el negocio”.

Tintorería Japonesa está hace 60 años en Cabildo al 4400, Saavedra. Algunos años menos tiene la foto del monte Fuji que se tornó azulada sobre la barra de fórmica gris. Por aquí se olió el potente solvente Stoddard.

“El que usamos hoy es mucho más suave, pero tiene ese dejo de aroma de tintorería”, explica Daniel Tamashiro (52), que heredó el local de su padre ya fallecido, Genmatsu.

“Eligieron este trabajo porque no tenían que hablar mucho con la clientela, al menos en sus comienzos. Después, entrando en confianza y aprendiend­o el idioma, el trato con el cliente cambió”, explica Daniel, hace unos años al frente de la tintorería.

Detrás y por encima de él están las prendas, con funda de nylon y percha de alambre de acero revestida en plástico blanco. Su dueño cuenta que “antes se hacían paquetes en papel madera con alfileres y percha también de madera, pero eso fue cambiando”. Ahora hay pocos lugares que lo hagan así.

Más de cuatro décadas funcionó esta otra Tintorería Japonesa. Estaba en Posadas al 1500, donde hoy se ubica el restaurant­e Fervor, en Recoleta. Iban seguido Juan Verdaguer, Violeta Rivas, agentes del FMI de visita, políticos, hasta un deportista que después fue vicepresid­ente. “Scioli era bastante exigente con el planchado. Cuando se mudó más lejos, igual mandaba a sus choferes”, recuerda Juan Nakamura (69), que trabajó allí desde 1974 hasta el cierre, en 2008.

La habían instalado en 1965 sus padres Saneyasu (97), que en Okinawa era profesor de secundaria, y Yoshi

ko (84), que había sido maestra de primaria. Aquí tenían un pariente tintorero y eso los llevó a dedicarse al oficio. Es que al llegar a la Argentina los okinawense­s se decantaban por una de cuatro opciones principale­s: tintorería, floricultu­ra, agricultur­a o los desapareci­dos cafés.

La historia de la tintorería de Paraguay y Laprida, también en Recoleta, es distinta a la mayoría de las porteñas. Su nombre no remite a Japón y su dueño no tiene relación con el país asiático. El local se llama América y fue fundado por Rubén Américo Capella (68), que quiso dejar su puesto en Banco Nación para ser su propio jefe. Uno que al final lo hizo trabajar hasta 15 horas por día. Pero para él vale el sacrificio.

“Los tintoreros tradiciona­les sabemos trabajar: conocemos la fibra y disponemos del tiempo para operar las prendas como correspond­e”, dice Cappela. Hay mucho por hacer además de limpiar y planchar: se sacan y ponen botones, se repasan las costuras cuando hay algo descosido, se hace desmanche al agua en ropa con marcas de transpirac­ión o ruedos de vestidos percudidos en fiestas.

Para Capella, lo que más sacudió a las tintorería­s tradiciona­les fue la ley 1.727 de 2005, que entre otros puntos obligó a sus dueños a cambiar su maquinaria por “la de tercera generación”, más cara e importada por una cadena francesa de tintorería­s rápidas. “Por esa ley empezó a pedirse cámara decantador­a de agua, medición permanente del solvente, capacitaci­ones -enumera el tintorero-. Mucha gente grande se sintió tocada y cerró“.

Valeria Matayoshi (44) empezó a relevar las tintorería­s porteñas tras la muerte de su abuela, por décadas en The Japan de la avenida Avellaneda, Caballito. Así creó “MAPEO de

Tintorería­s”, un proyecto colectivo de rescate de la memoria del oficio a través de fotos, entrevista­s, grabacione­s. “Mientras tanto, yo veía cómo sus negocios cerraban”, recuerda.

Para Valeria, la propia moda cambió tanto que hoy es como consumir fast-food. “En esa lógica, la tintorería no tiene mucho sentido. Creo que en los lavaderos modernos no es tan fácil de conseguir la responsabi­lidad que tienen las tintorería­s”, analiza.

Del mapeo también participó Malena Higashi (37), creadora de la cuenta de Instagram @NuevaNippo­n.

Yamila Rambaldi (30) arrancó con el mapeo de tintorería­s hace poco más de dos años en sus cuentas de Twitter @BuenosAire­sPerdida e Instagram. En ese lapso ya geolocaliz­ó casi 90 tintorería­s tradiciona­les en la Ciudad, y casi 60 que ya cerraron.

De hecho, bajaron persiana al menos un quinto de los locales que estaban en funcionami­ento al comienzo del relevamien­to.w

 ?? G.RODRÍGUEZ ADAMI ?? Plancha a vapor. La máquina clave de las tintorería­s tradiciona­les, bajo las manos de Daniel Tamashiro, de Tintorería Japonesa.
G.RODRÍGUEZ ADAMI Plancha a vapor. La máquina clave de las tintorería­s tradiciona­les, bajo las manos de Daniel Tamashiro, de Tintorería Japonesa.
 ?? LUCIANO THIEBERGER ?? Masao Tomoyose. Abrió la Tintorería Japón en 1971.
LUCIANO THIEBERGER Masao Tomoyose. Abrió la Tintorería Japón en 1971.
 ?? ?? Rubén Capella. Nada que ver con Japón, pero es tintorero tradiciona­l.
Rubén Capella. Nada que ver con Japón, pero es tintorero tradiciona­l.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina