Clarín

Sufrió bullying, pero quiere volver a la escuela

- Roxana Badaloni mendoza@clarin.com

Agus juega al merendero. En una bolsa de tela pone una taza, una servilleta y un par de tortitas mendocinas, a base de harina y grasa de vaca. En la puerta de casa la espera su amiga del barrio para recrear una media tarde comunitari­a, parte de la realidad de muchos chicos.

Agus es una nena de apenas seis años con una historia viral. Sufría bullying en la escuela desde que iba a jardín. La mayor parte de los días salía angustiada, a veces llorando. Hasta que se animó a contarle su padecimien­to a su hermana Sara (18).

“No quiero ir a la escuela. Me llaman gorda, gorda chancha. Estoy harta”, le dijo entre sollozos a su hermana, que la estaba grabando para luego mostrarle a su mamá lo que la tenía tan angustiada. Más tarde, contaría que los compañeros le pateaban la mochila, le clavaban los lápices en la cabeza y se burlaban todo el tiempo cuando pedía comida a la celadora.

El video de pocos segundos en los que la nena expresaba su tristeza llegó por WhatsApp al teléfono de su tía Mariela, hermana de su mamá, quien decidió compartirl­o en su Facebook.

Fue el 11 de abril, en la tarde. “No pasó media hora y empezamos a recibir mensajes de apoyo de personas que se conmovían con lo que contaba mi hija”, cuenta Verónica, mamá de la nena.

Mariela dijo que decidió subir el video de su sobrina en las redes con la esperanza de que esa realidad pueda cambiar. Esa misma noche, la historia viral era noticia nacional y hasta Lali Espósito y Lizy Tagliani, entre otras personas conocidas, se solidariza­ron con la pequeña.

La mamá de la nena asegura que ella primero le envió el video a la directora de la escuela Lindor Castillo, en La Arboleda, Tupungato, donde concurría su hija. “Me respondió que estaba sin señal de Wi-Fi y que luego lo veía”, relata Verónica.

Más tarde la directora, le escribió y le sugirió ir al día siguiente a hablar del tema en la escuela. “Esperaba algo más, un palabra cariñosa, pero fue muy fría”, dice la mamá.

Juan Carlos, el papá, estaba trabajando en Malargüe, sur de Mendoza, cuando ocurrió lo del video. “Cuando volví a casa, la abracé y llorando me pidió no ir más a la escuela, me dijo que le pide a Dios que la lleve al cielo antes de volver”, recuerda.

El papá vuelve a relatar lo que Agustina cuenta en el video: “Me dice que en la escuela se ríen de ella, le dicen ‘gorda, cerda, chancha’, que no puede más”. La familia decidió no enviar a la nena al colegio y, desde entonces, empezó una serie de reuniones con autoridade­s de la Dirección de Escuelas de Mendoza, para buscar una alternativ­a.

El padre afirma: “La directora la culpó a ella de salir al recreo para ir al comedor a pedirle a la celadora que le dé galletas y pan... También me dijo que debe ser diabética y me preguntó si está en tratamient­o médico por el peso”.

En otra reunión con el equipo directivo del colegio, Juan Carlos recuerda que los acusaron por compartir el video. “Un directivo nos decía por qué habíamos decidido exponer a nuestra hija con el video, pero yo me pregunto qué le hubiera pasado si no era público esto. Cuántos chicos han decidido terminar con su vida por algo así”, dice afligido.

Agus quiere volver a la escuela. Le gustaría vestir de nuevo su guardapolv­o, tomar clases

Agustina tiene 6 años y en un video que se hizo viral contó su drama. Hasta Lali Espósito salió a apoyarla. Ahora necesita ayuda para cambiarse de colegio.

de música y jugar en los recreos. Pero no quiere ir a la escuela donde sufrió tanto. Pide ir a la escuela de sus primos, en el distrito de Dubois, que queda a ocho kilómetros de su casa.

La familia de la nena vive en el barrio El Progreso, en una zona rural del Valle de Uco. El barrio está bastante aislado y con precarios servicios públicos. No hay micros que lleguen hasta allí. Queda a tres kilómetros de la ruta 88 y a media hora en auto del centro de Tupungato, la zona urbana más cercana.

Para llegar a la casa de la nena, hay que atravesar campos de viñedos, un monte y por último un arroyo. A falta de algún cartel que indique cómo llegar, siempre habrá un arriero que ayude a los que buscan el barrio El Progreso.

Comienza a atardecer, el frío cordillera­no se siente en los huesos. Los chicos del barrio juegan en las calles de tierra, mientras sus perros vagabundea­n. “La casa amarilla”, dice una vecina cuando los enviados de Clarín preguntan por la familia del video viral.

Con su hermosa sonrisa, Agus abre la puerta. Acaba de terminar la tarea de Matemática que recibió su mamá al WhatsApp. La nena, que va a primer grado, fue derivada a otro colegio a pedido de su familia pero está cursando clases virtuales.

Sus padres dicen que no tienen cómo llevarla a la nueva escuela. “Tendría que salir a las 6.40 de la mañana de casa, caminar tres kilómetros hasta tomar un micro que pasa a las 7 por la ruta. Luego, bajar en el frente de su vieja escuela y tomar otro micro hacia el nuevo colegio”, explica su papá.

Con ese largo trayecto, la nena no llegaría a las 8, el horario de ingreso. La familia no tiene vehículo, la vieja moto del padre se rompió y la promesa de la intendenci­a de Tupungato de conseguir un medio de traslado, no se cumplió.

La situación de la familia es de mucha precarieda­d económica. Juan Carlos trabajaba como obrero rural en la cosecha de papa, pero está desemplead­o desde hace dos meses. Ha sido operado la semana pasada del apéndice y aún no ha vuelto a buscar trabajo. La mamá no tiene trabajo. Y la nena, sus padres y sus otros dos hermanos (Sara y un hermano de 13), sobreviven con el aporte de la asignación universal por hijo.

“Lo que estamos pidiendo es ayuda para poder pagar un transporte, para que ella pueda volver a la escuela. Está ansiosa y entusiasma­da de poder cursar con sus primitos, cree que si están ellos nadie la va a lastimar”, cuenta el papá. Y pide difundir el CBU personal para aquellas personas que quieran colaborar con dinero para contratar un remís y que la nena pueda ir a la escuela: 0110531530­0531147809­29, alias: Pinza.Rulo.Color.

Agus vuelve al comedor de la casa. Se sienta a la mesa, despliega su servilleta que usa como mantel y levanta su taza de vidrio para que su mamá le sirva la chocolatad­a. Abandona el juego y se hace oír en la conversaci­ón entre adultos: “Quiero ir a la escuela con Tizi (su primo que también cursa primer grado). Me gusta esa escuela porque ahí hay columpios”.w

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IGNACIO BLANCO Barrio El Progreso. La nena vive en una zona aislada de Mendoza.
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En casa. Agustina ahora tienen clases en otra escuela, pero de modo virtual. El colegio está muy lejos y por su hogar no pasan colectivos.
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Acoso. La nota en Clarín.com, el 2 de mayo.

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